José Martí y sus valoraciones acerca de Alfredo Torroella
11 de enero de 2019
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En discursos y en trabajos periodísticos José Martí expuso consideraciones acerca de destacadas personalidades cubanas.
Al respecto trató sobre Alfredo Torroella y Romaguera quién falleció en La Habana el 21 de enero de 1879.
Nacido en la capital cubana el 9 de agosto de 1845 Torroella se graduó de Bachiller en artes en 1865. De inmediato ingresó en la Universidad de La Habana para cursar la carrera de Derecho, la cual no llegó a concluir.
Entonces empezó a incursionar en el mundo de la literatura y realizó la traducción de obras escritas en francés.
Más tarde colaboró con varias publicaciones habaneras, en las que dio a conocer algunos poemas. Torroella perteneció a la directiva del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa. Tras iniciarse la guerra de 1868 optó por salir de Cuba y se trasladó a México.
En este país desempeñó distintas labores y entre ellas tuvo a su cargo la publicación del periódico literario El Álbum.
En México conoció a José Martí quién había llegado allí en 1875, después de haber permanecido durante casi cuatro años en España en calidad de deportado. En 1878 al sentirse enfermo Torroella decidió retornar a la capital cubana y residió en la zona de Guanabacoa donde se produjo su deceso al año siguiente.
Algún tiempo después, el 28 de febrero de 1879, en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa se realizó una velada en homenaje a Torroella.
Martí quién desde hacía varios meses residía en La Habana y el 15 de enero había sido elegido secretario de la Sección de Literatura de esa institución, tras el discurso inaugural de la velada literaria, en la segunda parte del acto lee su estudio biográfico de esa ilustre personalidad.
En la parte inicial de su intervención enfatizó: “No quiere hoy la palabra ardorosa, en flores de dolor que arrebata el viento, tributar pasajero homenaje al muerto bien amado de la patria. Aunque si la patria lo ama, no está muerto.”
También apuntó: “Quieren sus buenos amigos que mi mano trémula, caliente aún con el fuego que secó en vida su mano generosa, sea la que revele aquel espíritu férvido y preclaro, con que puso más lauros en la frente ceñuda de la patria, cargada ya de lauros enlutados.”
Y al destacar aspectos de la existencia y labor creativa de Torroella, también manifestó que no fue sólo en vida aquel niño fogoso de atléticas espaldas, de abundantes cabellos, de ojos fúlgidos, sino además “aquel tribuno ardiente de todas las justicias; aquel adolescente de ancho pecho, como para que en él cupieran holgadamente todos los dolores.”
Comentó que fue hijo de un hombre honrado y precisó que no hubo en su vida acción alguna en que no diese honra cumplida al buen anciano.
Martí expresó que Alfredo Torroella amó a los héroes de la historia y resaltó que le fueron fáciles desde niño “todas las formas activas de la grandeza y la belleza”, y que “sentía noble encanto en enseñar lo que sabía”.
Al resumir la trascendencia de su actividad creadora dijo que como orador, arrasó, como poeta, sedujo y como autor dramático escuchó de los mexicanos aplausos ferventísimos.
Y agregó: “Ora tonante y fiero, ora amoroso y manso; no mermaba la generosidad, enamorado de dos patrias, fuerte con un nobilísimo cariño, con el estudio asiduo acendrado su enérgico talento, era para México, no el humilde acogido, sino el hijo fervientemente amado.”
Además expuso: “Asombro fue más tarde con su honradez pasmosa en los feraces pueblos de la batalladora frontera mexicana. Cantor de sus días faustos, maestro de sus hijos, guardador de sus haberes, alma de sus fiestas. Llamaba así a los niños; siempre con él se vio a los buenos.”
Precisó que el porvenir incierto, la diaria carga de la triste vida, el clima hostil y el peso de los sueños lo fueron lentamente hiriendo y preguntó: “¿Cómo hablar de su muerte si cerré sus ojos?”
Más adelante también planteó otras dos interrogantes al manifestar: “¿Dónde está ahora la palabra de fuego, el corazón inmenso, el generoso aliento, la ya famosa lira del poeta? … ¿dónde el bardo de los pobres, de los esclavos, de los mártires?”
A manera de respuesta aseguró: “En vano se le busca en otra parte: “está en el alma de los mártires, de los esclavos, de los pobres”.
Añadió: “¡Amado será el que ama; besos recogerá quién siembra besos…!”.
En la parte final de sus palabras Martí también expuso consideraciones sobre la muerte y lo que significaba la perdida de hombres valiosos como era el caso de Alfredo Torroella
Expresó al referirse en forma metafórica a la muerte: “¡Digno era de ti, pero nos hace falta…! Caliéntanos su fuego, anímanos sus cantos, suavizamos su amor, fuerzas nos da su indómita energía. Búscalo si lo quieres, en el hogar de los desnudos, junto al lecho de los enfermos, en el corazón de los honrados, en la grave memoria de los hombres, en las pálidas almas de las vírgenes.
Y agregó: “¡Pero si tanto has de arrancarnos para llevarlo a tu hondo seno, ¡ay! nunca vengas, que las vírgenes y los honrados nos hacen mucha falta! ¡Muerte, muerte generosa, muerte amiga! ¡ay! ¡nunca vengas!”.
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