José Martí y sus criterios sobre el poeta cubano Francisco Sellen
27 de septiembre de 2019
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José Martí en diferentes etapas de su vida escribió acerca de destacados poetas y escritores así como de otros artistas tanto de Cuba así como de diversos países.
El 28 de septiembre de 1890, por ejemplo, trató en un trabajo publicado en el Partido Liberal de México con respecto a la vida y labor creativa del poeta cubano Francisco Sellén.
En la parte inicial de ese trabajo ofreció consideraciones significativas en torno a la trascendencia que él le atribuyó a la poesía y a los poetas como tal.
Martí expresó que poesía no es, de seguro, lo que ocurre con el nombre, sino lo heroico y virgíneo de los sentimientos, puesto de modo que vaya sonando y lleve como alas, a lo florido y sutil del alma humana, y la de la tierra, y sus armonías y coloquios, o el concierto de mundos en que el hombre sublimado se anega y resplandece.
Precisó, además, que no es poeta el que echa una hormiga a andar, con una pompa de jabón al lomo; ni el que sale de hongo y chaqué, a cantarle al balcón de la Edad Media, con el ramillete de flores de pergamino; ni el desesperado de papel, que porque se ve sin propósito, se lo niega a la naturaleza; ni el que pone en verso la política y la sociología; sino el que de su corazón, listado de sangre como jacinto, de luces y aromas; o batiendo en él, sin miedo al golpe, como en parche de pelear, llama a triunfo y a fe al mundo, y mueve a los hombres cielo arriba, por donde va de eco en eco, volando al redoble.
Y agregó al referirse nuevamente a la poesía: “Poesía es poesía, y no olla podrida, ni ensayo de flautas, ni rosario de cuentas azules, ni manta de loca, hecha de retazos de todas las sedas, cosidos con hilo pesimista, para que vea el mundo que se es persona de moda, que acaba de recibir la novedad de Alemania o de Francia.”
Martí igualmente aseguró que sin emoción se puede ser escultor en verso, o pintor en verso; pero no poeta.
Y más adelante al tratar en forma específica sobre el poeta Francisco Sellén, afirmó que él es artista infatigable, que no deja pasar “día sin línea” ni cree que haya gusto mayor que el de cumplir en silencio con el deber.
Seguidamente describió sus cualidades y sensibilidad al señalar: “De vago y esencial, oyó mejor música que de lo diluido y académico. Él apólogo y el apóstrofe le parecieron más propios, en el arte de la imaginación, que la polémica y el discurso. En sí mismo llevaba como cierto crepúsculo, que es el de los que ya saben del mundo todo lo que tienen que saber, y andan con la luz venidera sobre el rostro.”
Martí opinó además en relación con el libro de Sellén titulado Poesías, acerca del cual manifestó: “Poesías se llama el libro; y tiene pocas, por ser como el diamante la poesía genuina, en que a veces la vida entera da un solo cristal. Lo primero que cautiva, es la modestia con que el poeta presenta sus frutos, como si fueran ensayos de estudiante y no obra de maestro, en que cada composición vive por sí, y todas juntas cantan, como coro de diversas voces, la paz final y corona angélica del mundo.”
También comentó que Sellén desde la etapa de su juventud fue dueño de sí, con su pecho por fuente, la tierra por agonía, y por pasión el descanso.
Y más adelante al detallar otras características del poeta cubano resaltó: “De gigantescos lirios, a la bajada de la noche, parece ascender, como bandada de vírgenes, como una reina aérea, pasea la muerte por el mundo. No es poeta de una nota, que unas veces la da en la guerra, y en la gaita otras veces y otras en el caramillo; sino que expresa la pasión, que es lo esencial de la poesía, como lo quiere el estado de su alma, ya manso y contemplativo, como el fuego ahogado en el rescoldo, ya ondeante como la lengua de la hoguera, o despeñado como ola de lava.”
Martí patentizó igualmente acerca de Francisco Sellén, que lo que le da carácter propio y derecho a sentarse como los mejores, es la novedad de trabajar el verso como arte que es, y bregar con la emoción, sosteniéndola o podándola hasta que entra en la turquesa que le conviene.
Y agregó: “No está el arte en meterse por los escondrijos del idioma, y desparramar por entre los versos palabras arcaicas o violentas; ni en deslucirle la beldad natural a la idea poética poniéndole de tocado como a la novia rusa, una mitra de piedras ostentosas; sino en escoger las palabras de manera que con su ligereza o señorío aviven el verso o le den paso imperial, y silben o zumben, o se arremolinen y se arrastren, y se muevan con la idea, tundiendo y combatiendo o se aflojen y arrullen, o acaben, como la luz del sol, en el aire incendiado.”
En la parte final de este trabajo sobre Francisco Sellén, Martí evocó al poeta cubano en su hogar: “Dicen que por entre sus libros, puestos en hilera con esmero de novio, pasa todas las tardes, de vuelta de la labor, al cuarto donde padece, clavada a su enfermedad, la esposa que se mira en él, y no cree que su espíritu sea de hombre como es, sino el de las flores que él mismo le riega, antes de salir al trabajo, en su ventana.”
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