José Martí y sus apreciaciones sobre Benito Juárez
3 de mayo de 2019
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José Martí trató en varias ocasiones acerca de Benito Juárez de quién aseguró que rompió con el pecho las olas pujantes que echaba encima de la América todo un continente; “y se rompieron las olas, y no se movió Juárez.”
Con respecto a este gran luchador independentista mexicano, catalogado como el Benemérito de las Américas, hizo referencia Martí en un trabajo titulado Juárez, reflejado en La América, en Nueva York, en mayo de 1884, así como en otros en el periódico Patria.
En el identificado como Juárez planteó que ese nombre resplandece, como si fuera de acero bruñido; “y así fue en verdad, porque el gran indio que lo llevó era de acero, y el tiempo se lo bruñe.”
Señaló, además, que las grandes personalidades, luego que desaparecen de la vida, se van acentuando y condensando; “y cuando se convoca a los escultores para alzarles estatua, se ve que no es ya esto tan preciso, porque como se han petrificado en el aire por la virtud de su mérito, las ve todo el mundo.”
Comentó que a Juárez, a quién odiaron tanto en vida, apenas habría ahora, “si volviese a vivir, quien no le besase la mano agradecida.”
Igualmente expuso Martí que quedan los hombres de acto y sobre todo los de acto de amor y enfatizó: “El acto es la dignidad de la grandeza.”
Precisó que Juárez rompió con el pecho las olas pujantes que echaba encima de la América todo un continente; y se rompieron las olas, y no se movió Juárez.
Y al hacer referencia a una obra escultórica que se había erigido en homenaje a Juárez, comentó que dos hábiles escultores mexicanos lo han representado tendido sobre un túmulo, envuelto en un lienzo simple, y junto a sus pies desnudos, agobiada con todo el arreo de los dolores, la Patria que lo llora.
Y seguidamente especificó: “Pero él no está bien así; sino en estatua de color de roca, y como roca sentada, con la mirada impávida en la mar terrible, con la cabeza fuerte bien encajada entre los hombros; y con las dos palmas apretadas sobre las rodillas, como quien resiste y está allí de guardián impenetrable de la América.”
Benito Juárez nació en San Pablo Guelatao, Oaxaca, el 21 de marzo de 1806. Sus padres eran indios y a los tres años quedó huérfano. En unión de sus hermanos pasó al cuidado de sus abuelos. Después lo atendió un tío. En la etapa de su juventud realizó labores agrícolas y pastoreo de ovejas.
Cuando tenía 12 años todavía no sabía leer ni escribir ni tampoco hablaba la lengua española.
No obstante después logró trasladarse hacia el poblado de Oaxaca y con el apoyo de su padrino pudo estudiar. Ya en 1831, cuando contaba 25 años, logró convertirse en abogado.
Con posterioridad fue electo regidor del Ayuntamiento de Oaxaca e inició así una carrera política que lo llevaría más tarde hasta la presidencia de la República.
Benito Juárez llegó a simbolizar la dignidad de todo un continente y más allá de las fronteras de su tierra natal puede decirse que libró una denodada lucha contra las agresiones del colonialismo europeo y las ambiciones expansionistas de Estados Unidos. Murió el 16 de julio de 1872.
También en otro material que identificó como El día de Juárez, en el periódico Patria en la edición del 14 de julio de 1894, Martí destacó: “Juárez, el indio descalzo que aprendió latín de un compasivo cura, echó el cadáver de Maximiliano sobre la última conspiración clerical contra la libertad en el nuevo continente.”
Y además resaltó: “Él, el tabaquero de New Orleáns, el amigo pobre del fiel cubano Santacilia, el padre desvalido de la familia que atendía en Oaxaca la pobre tendera, él, con los treinta inmaculados, sin más que comer maíz durante tres años por los ranchos del Norte, venció, en la hora inevitable del descrédito, al imperio que le trajeron los nobles del país.”
En ese trabajo Martí hizo referencia a los indios y también a los festejos que se realizarían con motivo del aniversario del Grito de Dolores.
Detalló que México hacia bien en deshelar la raza india donde residen su libertad y su fuerza y precisó al respecto: “…ésa es la luz que se ve brillar en los rostros, de blancos y de mestizos y de indígenas; ésa es la que brilla sobre los pabellones que cuelgan del balcón, y sobre el traje de cuero de los rurales invencibles, y sobre la insignia que las mujeres ostentan al pecho, el día en que, juntos los hijos de los marqueses y los léperos, van los mexicanos a cubrir de flores, y a honrar virilmente con la pasión indómita de su independencia, el monumento, hecho de manos mexicanas, donde la patria llora abrazada a los pies del cadáver del indio Juárez.”
Igualmente en este trabajo Martí precisó el gran valor que le concedía a los principios al exponer: “…porque un principio justo, desde el fondo de una cueva puede más que un ejército.”
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