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José Martí y su visión acerca de España y el pueblo español

24 de julio de 2015

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Monumento a Martí en Cádiz (España)

Monumento a Martí en Cádiz (España)

Un profundo respeto y una gran admiración sintió José Martí por el pueblo español al cual pudo conocer e interrelacionarse más directamente durante su estadía en la Península Ibérica entre 1871 y 1874.
Tanto en su actitud como en lo que reflejara en sus discursos, obras literarias y trabajos periodísticos supo establecer una marcada diferencia entre los hombres y mujeres sencillos de España y los que representaban al régimen colonial. Martí luchó contra España, pero no contra los españoles.
Hijo de españoles, su padre Mariano Martí era de Valencia y su madre Leonor Pérez procedía de Islas Canarias, asimiló e hizo suyas algunas de las peculiaridades de sus padres y por ende algunos de los rasgos esenciales del pueblo español.
Precisamente al hacer referencia a varias de las características de su personalidad y modo de actuar Martí manifestó: “¿Y de quién aprendí yo mi entereza y mi rebelión, o de quién pude heredarlas, sino de mi padre y de mi madre?”
José Martí residió en España en tres oportunidades. La primera fue cuando era un niño y sería  llevado por sus padres a Valencia donde permaneció dos años.
La segunda ocasión que Martí llegó a España resultó ser en circunstancias verdaderamente dramáticas. Fue exactamente en 1871. Entonces recién cumplido los 18 años ya había acabado de padecer los horrores del presidio político y la realización de trabajos forzados en Cuba, cuestión que por supuesto dejó una huella desde el punto de vista físico y sicológico.
Gracias a las gestiones realizadas por un influyente amigo de la familia de Martí se logró la excarcelación del joven y tras una breve estadía en Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, y después en La Habana, Martí salió hacia España en calidad de deportado.
Y una de las primeras cosas que realizó en Madrid fue elaborar y editar un folleto en el que denunció las atrocidades que cometían las autoridades españolas en Cuba contra los prisioneros. Señaló en el citado documento: “Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas. Dolor infinito, porque el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma, y deja en ella huellas que no se borrarán jamás.”
Así detalló Martí en la parte inicial de esta obra que no tuvo como objetivo esencial contar lo que él había sufrido sino que se tomara conciencia en la propia España de la terrible situación que padecían los que en Cuba permanecían encarcelados.
Y este sentido de la solidaridad con sus semejantes Martí igualmente lo reflejaría con respecto al propio pueblo español.
Durante su permanencia en España se produjo el establecimiento de la República y de inmediato elaboró un trabajo en el que valoró la significación de este hecho y lo que esto podía o debía influir en la solución de la situación de vasallaje colonial que tenía Cuba.
En este trabajo instó a los gobernantes españoles a asumir una actitud consecuente con respecto a las ansias de libertad de los cubanos y en relación con esto llegó a plantear: “No se infame la República española, no detenga su ideal triunfante, no asesine a sus hermanos, no vierta la sangre de sus hijos sobre sus otros hijos, no se oponga a la independencia de Cuba.”

Algo menos de un año después de haber hecho este planteamiento José Martí fue testigo de cómo se produjo la caída de la República española.
Entonces él se encontraba en Zaragoza, capital de la provincia de Aragón. Las imágenes del pueblo español combatiendo en defensa de su República quedarían grabadas en él hasta tal punto que en 1890 al escribir sus “Versos Sencillos” evocó su estadía en Aragón y todo lo relacionado con ese triste acontecimiento en la historia del pueblo español.
José Martí salió de España a finales de 1874 y no volvería a este país, por tercera y última vez, hasta octubre de 1879 en que resultó nuevamente deportado por hallarse involucrado en Cuba en actividades conspirativas.
En 1878 después de haber concluido la guerra independentista, que duró casi diez años, Martí había podido retornar oficialmente a su tierra natal. Más sólo pudo permanecer en Cuba algo más de un año.
La tercera estadía de Martí en España fue muy breve ya que dos meses después de haberse producido su llegada logró salir de la península y tras una escala en Francia continuó viaje hacia los Estados Unidos de América.
Como se puede apreciar no fueron circunstancias gratas las que propiciaron la relación directa de Martí con España, más él con su gran sensibilidad supo aprovechar su permanencia en el territorio español para conocer y relacionarse en forma más directa con este pueblo.
Ya en los años de la década final del siglo XIX cuando de lleno se hallaba trabajando en los preparativos de la guerra por la independencia cubana, en más de una ocasión, en cartas, discursos y documentos que redactara, hizo constar que la lucha que estaba deseoso de emprender no era contra el español, por el hecho mismo de ser español, sino contra todo aquello que era reflejo de la opresión y del vasallaje de su tierra natal.
Precisamente el 25 de marzo de 1895  en el documento que elaboró y firmó de conjunto con Máximo Gómez, y que suele ser identificadoen nuestra historia como Manifiesto de Montecristi,  precisó:  “En el pecho antillano no hay odio; y el cubano saluda en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombre la libertad que él mismo ansía. Más que saludarle en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida; y la república será tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar aún por largo tiempo en la lentitud, desidia, y vicios políticos de la tierra propia. Éste es el corazón de Cuba, y así será la guerra.”

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