José Martí y su gran amigo y hermano Fermín Valdés Domínguez
9 de junio de 2017
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José Martí aseguró que no se pueden hacer grandes cosas sin grandes amigos. Tanto en trabajos reflejados en distintas publicaciones, así como en sus poemas destacó el valor que le atribuyese a la amistad a la que consideró como el crisol de la vida.
Al resumir la trascendencia que podía tener para los seres humanos el contar con auténticos y leales amigos, igualmente expuso en el trabajo identificado como Emerson, en La Opinión Nacional, de Caracas, en su edición correspondiente al 19 de mayo de 1882:: “Sólo hay una cosa comparable al placer de hallar un amigo, el dolor de perderlo.”
En el transcurso de su breve pero fecunda existencia Martí tuvo grandes amigos, de manera muy especial cabe recordar a Fermín Valdés Domínguez, a quién conoció y se relacionó desde la etapa de su niñez.
José Martí y Fermín Valdés nacieron en La Habana en el año 1853 tan sólo con varios meses de diferencia. El nacimiento de Martí tuvo lugar en enero y el de Fermín el 10 julio. La amistad de ellos nació cuando fueron compañeros de estudio en el colegio San Anacleto, en La Habana.
La relación entre ambos se mantuvo y se desarrolló a través del tiempo, hasta convertirse en símbolo de una gran hermandad.
Precisamente en las diversas cartas que Martí le enviara a su amigo, solía emplear calificativos que ponían de manifiesto la identificación y el cariño existente entre ellos, ya que él le señalaba: mi Fermín, Fermín queridísimo, mi gran amigo Fermín, Ferminón, Fermín del alma, hermanote…
Valdés Domínguez estudió medicina y después ejerció esa profesión.
Cuando Martí fue deportado hacia España en el año 1871, poco tiempo después al hallarse enfermo y alejado de su familia encontró en Fermín al amigo servicial que mucho lo ayudó.
Con posterioridad, al comentar lo que había significado esa ayuda, Martí le expresaría en una carta fechada el 19 de septiembre de 1872 que cuando lo había visto a su lado no ha suspirado por su madre.
José Martí escribió y habló en varias ocasiones acerca de las características de Fermín Valdés Domínguez. El 12 de junio de 1870, en una dedicatoria que le envía en un retrato suyo desde el presidio en La Habana, dice:
En mis desgracias, noble amigo mío, viste
¡Ay! mi llanto brotar; si mi tirano
Las arrancó de mi alma, tú supiste
Noble enjugarlas con tu amiga mano,
Y en mis horas de lágrimas, tú fuiste
El amigo mejor, el buen hermano
Recibe, pues, con el afecto mío
Este pobre retrato que te envío.
Varios años después, en una emotiva carta que le enviara a Fermín el 28 de febrero de 1887, también Martí resaltó la labor que éste había realizado en demostrar la inocencia de los jóvenes estudiantes de medicina que fueron fusilados en Cuba en 1871 por el régimen colonial español.
Le manifiesta: “Tú has hecho, con singular elevación, lo que acaso nadie más que tu hubiera determinado a hacer. Lo has hecho sin pompa y sin odio, como se hacen las cosas verdaderamente grandes”.
En agosto de ese año, en un trabajo relacionado con los sucesos del 27 de noviembre de 1871, publicado en El Economista Americano, en Nueva York, Martí narró lo que hizo varios lustros después Fermín Valdés Domínguez para demostrar en forma fehaciente la inocencia de los estudiantes fusilados.
“Pero once años después –afirmó–, cuando el hijo de aquel cadáver que se creyó profanado iba a sacarlo de su nicho para llevarlo a España, un joven, bello por su heroicidad, digno de aquel instante de que cayese el sol de lleno sobre él, se adelantó sobre el séquito mortuorio, y sin temor al gobierno de hierro ni a la ira de las turbas, sin atender a más voz que aquella de adentro que manda obrar como se debe, pidió al justo español, a Fernando Castañón, que declarase cómo el ataúd estaba intacto, y los ocho niños murieron inocentes”.
En 1894, en un trabajo publicado en Patria el 3 de febrero, Martí volvería a evocar la firme actitud de su amigo, y lo calificó como “Vengador del bestial crimen del 27 de noviembre de 1871”, y como el criollo indómito y útil en quien, “en uno de los momentos más dramáticos y puros de nuestra tierra, encarnó y palpitó el ama cubana”.
De manera muy especial hizo una amplia valoración acerca Fermín en ocasión de rendírsele un homenaje en Nueva York, el 24 de febrero de 1894, en el acto efectuado en el Salón Jaeger´s.
Comenzó su discurso detallando lo siguiente: “Vengo a cumplir, con legítimo orgullo, en nombre de los cubanos y puertorriqueños de Nueva York, el encargo de expresar a Fermín Valdés Domínguez la estimación en que tienen su hermoso corazón y su hecho heroico.”
Resaltó en forma específica la firme actitud y labor realizada por Valdés Domínguez en la demostración de la inocencia de los estudiantes de medicina que fueron sometidos y condenados en un proceso judicial acusados de haber profanado el ataúd que contenía los restos de Gonzalo de Castañón, un periodista español, en el cementerio de La Habana.
Martí resaltó: “El tributo mejor al hombre que, en la soledad tan natural en los arranques de la osadía como el séquito a la hora de su triunfo, se alzó inolvidable, con la pujanza toda de su pueblo oprimido, y reanimó con su valor las esperanzas patrias, es el tributo que le ofrecemos hoy aquí: el de la constancia en el servicio de la patria infeliz”
E igualmente manifestó: “¡Ah! Ese hombre no ha vindicado solamente a los estudiantes de medicina, ese hombre ha vindicado a la sociedad de Cuba.”
Martí concluyó ese emotivo discurso señalando lo siguiente acerca de Fermín Valdés Domínguez: “Las coronas de la historia y el corazón de sus conciudadanos son, con justicia, para el hombre que supo, él solo, tener frente a los déspotas de su patria, el valor que había tenido antes todo un pueblo.”
Fermín Valdés Domínguez mantuvo una estrecha relación con Martí en la etapa final de su existencia. Colaboró con él en el empeñó de lograr el desencadenamiento de la guerra por la independencia de Cuba. Algún tiempo después de producirse la caída de Martí, Fermín se trasladó hacia el territorio cubano en una expedición.
Atendiendo a su profesión de médico ocupó responsabilidades en el campo de la sanidad militar en el Ejército Libertador cubano y también fue ayudante de Máximo Gómez. Llegó a alcanzar el grado de Coronel. Tras la conclusión de la guerra residió en La Habana y no ocupó ningún cargo en el gobierno que se constituyó.
Sí tuvo una actitud de defensa de los intereses de su tierra natal. Integró la Junta Patriótica de La Habana, fundada el 10 de octubre de 1907 para oponerse a la corriente anexionista que comenzó nuevamente a tomar auge en Cuba en ciertos sectores durante la segunda intervención militar y ocupación norteamericana en el período comprendido entre 1906 y 1909.
Fermín Valdés Domínguez falleció en La Habana el 13 de junio de 1910.
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