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José Martí y su discurso con todos y para el bien de todos

17 de noviembre de 2017

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Mausoleo dedicado al Héroe Nacional de Cuba y apóstol de la independencia, José Martí

Mausoleo dedicado al Héroe Nacional de Cuba y apóstol de la independencia, José Martí

 

En noviembre de 1891 José Martí se halla de recorrido por distintas zonas del territorio norteamericano con el propósito de contribuir a la divulgación de la labor que se realizaba con vistas a lograr la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba.

Y el 26 de noviembre su palabra vibrante impactaría nuevamente al pronunciar un emotivo discurso en el Liceo Cubano de Tampa y que ha sido recogido en nuestra historia con la frase con que lo concluyera, Con todos y para el bien de todos.

En la parte inicial de su intervención Martí aseguró en esa ocasión: “Para Cuba que sufre, la primera palabra…”

De inmediato precisó un concepto muy significativo que reflejó el compromiso que tenía con la causa de su tierra natal y que trataba que fuese compartido por los cubanos que lo escuchaban. Enfatizó: “De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella.”

Martí fue detallando otros principios y los objetivos por los cuales estaba dispuesto a luchar. Afirmó que abrazaba a todos los que saben amar y que traía la estrella y la paloma en su corazón.

Igualmente hizo referencia al simbolismo del acto que se realizaba al expresar: “No nos reúne aquí, de puro esfuerzo y como a regañadientes, el respeto periódico a una idea de que no se puede abjurar sin deshonor; ni la respuesta siempre pronta, y a veces demasiado pronta, de los corazones patrios a un solicitante de fama, o a un alocado de poder, o a un héroe que no corona el ansia inoportuna de morir con el heroísmo superior de reprimirla, o a un menesteroso que bajo la capa de la patria anda sacando la mano limosnera.”

Martí planteó que se le hinchaba el pecho de orgullo y amaba más aún a su patria desde ese instante y agregó que creía en su porvenir ordenado y sereno.

Seguidamente detalló como concebía que Cuba fuese tras la conquista de la independencia: “Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.”

En este discurso Martí además reflejó su gran sensibilidad como ser humano.

A manera de ejemplo recuerdo que en esa oportunidad llegó a plantear algo lleno de simbolismo, cuando manifestó: “En la mejilla ha de sentir todo hombre verdadero el golpe que reciba cualquier mejilla de hombre: envilece a los pueblos desde la cuna el hábito de recurrir a camarillas personales, fomentadas por un interés notorio o encubierto, para la defensa de las libertades: sáquese a lucir, y a incendiar las almas, y a vibrar como el rayo, a la verdad, y síganla, libres, los hombres honrados.”

En su encuentro con los compatriotas suyos residentes en Tampa, el 26 de noviembre de 1891, Martí también habló acerca de lo que para él significaba la palabra cubano. Y resaltó: “¡Yo no sé qué misterio de ternura tiene esta dulcísima palabra, ni qué sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre, que es ya tan bella, que si se la pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro, y es trono o cumbre de monte la naturaleza! ¡ Se dice cubano, y una dulzura como de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas…”

Y agregó más adelante en forma metafórica al hacer referencia a los que por distintas circunstancias se hallaban físicamente separados de Cuba, pero que sentían el compromiso con la causa de su independencia: “…acá no hay palabra que se asemeje más a la luz del amanecer, ni consuelo que se entre con más dicha por nuestro corazón, que esta palabra inefable y ardiente de cubano!”

Instó a lograr la unidad de todos los que estaban realmente interesados por llevar adelante la causa de la independencia de Cuba y al respecto manifestó: “¡Unámonos, ante todo, en esta fe; juntemos las manos, en prenda de esa decisión, donde todos las vean, y donde no se olvida sin castigo; cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos.”

Igualmente puede servir de ejemplo de lo que anhelaba Martí para su tierra natal algo que expresara en este discurso cuando en forma metafórica planteó: “¡Es el sueño mío, es el sueño de todos; las palmas son novias que esperan: y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas!”

En su intervención él también se refirió a las características específicas que debía tener el gobierno que se creara en el territorio cubano una vez alcanzada la independencia: “Hombres somos, y no vamos a querer gobiernos de tijeras y de figurines, sino trabajo de nuestras cabezas, sacado del molde de nuestro país.”

Martí no sólo teorizó en relación con el futuro de Cuba, sino igualmente resaltó en el discurso del 26 de noviembre de 1891 la importancia de pasar de las palabras a la realización de acciones concretas y en relación con esto afirmó: “¡Basta de meras palabras! De las entrañas desgarradas levantemos un amor inextinguible por la Patria sin la que ningún hombre vive feliz, ni el bueno ni el malo.”

Y en ese instante particularmente crucial en que se esforzaba por reorganizar la lucha por la independencia de Cuba, precisó la relevancia que tenía el aporte que cada quien podía dar a ese noble empeño.

Llamó a sus compatriotas a asumir una actitud digna y consecuente al manifestar: “¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darles tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos.”

Martí finalizó este discurso con una breve pero emotiva frase que resumió el sentido e importancia que le concedía a la necesaria unidad de los cubanos verdaderamente interesados en la conquista de la plena independencia de su tierra natal: “Y pongamos alrededor de la estrella en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante; “Con todos, y para el bien de todos”.

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