José Martí y los valores de los seres humanos
12 de mayo de 2021
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En los trabajos periodísticos y en los discursos pronunciados por José Martí hay muchas alusiones a lo que, sin dudas, para él constituyó algo esencial: la actitud ante la vida y las cualidades de los seres humanos.
Con su prédica y su ejemplo en el modo de actuación cotidiano, sirvió de fuente de motivación y enseñanza para sus contemporáneos y para las generaciones que le sucederían, ya que dio una notable contribución al desarrollo de los valores de su pueblo en sentido general.
Precisamente Martí afirmó que solo las virtudes producen en los pueblos un bienestar constante y serio.
Puede decirse que en realidad él no concibió la vida alejada de la dignidad, de la justeza y del hecho de sentirse útil a los demás y por supuesto a la causa de su pueblo.
Por eso al exponer sus criterios acerca del sentido de la vida de los hombres y mujeres llegó a afirmar con particular énfasis: “Los hombres secundarios, que son aquellos en quienes el apetito del bienestar ahoga los gritos del corazón del mundo y las demandas mismas de la conciencia pueden vivir alegres como vasos de fango repintados en medio de la deshonra y la vergüenza humana.”
Y agregó que los hombres que vienen a la vida con la semilla de lo porvenir y luz para el camino, solo vivirán dichosos en cuanto obedezcan a la actividad y abnegación que de fuerza fatal e incontrastable traen en sí. Martí luchó porque prevaleciera entre los seres humanos la dignidad.
En una de las reflexiones que hiciera sobre las características de los hombres y de los pueblos, destacó que pueblo grande, cualquiera que sea su tamaño, es aquel que da hombres generosos y mujeres puras y también precisó que la prueba de cada civilización humana está en la especie de hombre y mujer que en ella se produce.
Martí dijo, además, que había que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Y en este sentido él constituye un ejemplo del hombre que puso de manifiesto una vida digna porque en todo momento supo desarrollar su existencia sobre la de principios muy sólidos. Él igualmente expresó que el que vive de la infamia, o la codea en paz, es un infame. Y precisó: “Abstenerse de ella no basta; se ha de pelear contra ella.”
Martí sintió una gran admiración por aquellos hombres que fueron capaces de convertirse en símbolos para sus semejantes y que con la fuerza de su ejemplo posibilitaban el desarrollo de una vida digna para sus pueblos. Precisamente en uno de los trabajos que publicó en la revista La Edad de Oro, se refirió a esta cuestión al detallar: “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a sus pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana. Esos hombres son sagrados.”
José Martí supo actuar en forma consciente no sólo en aras de lograr la independencia de su tierra natal sino a la vez porque las mayores virtudes se desarrollasen y fueran expresión de su pueblo.
Otros dos conceptos señalados por él que mantienen una significación muy evidente y una gran vigencia son los que planteó en 1892 en un trabajo publicado en Patria, titulado “El Alma cubana”, en el que afirmó: “Otros propagarán vicios, o los disimularán; a nosotros nos gusta propagar las virtudes.”
Y el otro principio guarda relación incluso con la actitud que debe asumir un hombre digno, virtuoso. Para Martí no bastaba con poseer esos valores sino que había que luchar porque eso también formara parte del modo de actuar de su pueblo en sentido general.
Atendiendo a ello resaltó: “El deber de un hombre virtuoso no está sólo en el egoísmo de cultivar la virtud en sí, sino que falta a su deber el que descansa mientras la virtud no haya triunfado entre los hombres.”
José Martí tuvo una vida breve pero fecunda. Tenía tan sólo 42 años cuando se produjo su muerte el 19 de mayo de 1895 en la zona de Dos Ríos, en la parte oriental del territorio cubano, cuando daba su contribución directa al desarrollo de la guerra de independencia de su tierra natal del dominio colonial español.
Un día antes de haberse producido su caída, en una carta que quedó inconclusa que le enviaría a su gran amigo mexicano Manuel Mercado él había expuesto con meridiana precisión: “Mi hermano queridísimo: Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.”
Seguidamente puntualizó: “Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias para alcanzar sobre ellas el fin.”
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