José Martí y las valoraciones que hiciera sobre las presentaciones del violinista y compositor cubano José White en México
22 de mayo de 2015
|José Martí sintió una gran admiración y respeto por el notable violinista y compositor cubano José White a quién pudo apreciar cuando se presentó en mayo de 1875 en la capital mexicana.
La primera referencia sobre White en México, Martí la hizo el 21 de mayo del año citado al informar al público mexicano la llegada al país del célebre creador cubano y su próxima presentación. Señaló en esa ocasión: “White está en México. El culto de las artes ennoblece el ánimo y embellece las fisonomías; el gran violinista es sumamente simpático.
Se dice que con su arco hace llorar; se dice que sabe la manera de agitar con sus cuerdas todas las conmociones del alma.”
Dos días después a modo de anuncio expuso en la Revista Universal: “Volvemos a llamar la atención sobre el concierto de hoy. White no es ya desconocido para el público: algunas semanas hace tradujimos su biografía del francés y le dimos lugar preferentemente en nuestras columnas.”
Martí se refirió a las piezas que interpretaría el músico cubano según el programa previsto y seguidamente manifestó su seguridad que esa noche sería una verdadera fiesta para el Teatro Nacional donde se presentaría José White.
El 25 de mayo también en la Revista Universal de México, apareció una crónica de Martí en la que detalló al resumir la impresión que le había causado el destacado compositor y violinista, autor, entre otras creaciones de La Bella Cubana: “White no toca, – subyuga: las notas resbalan en sus cuerdas, se quejan, se deslizan, lloran: suenan una tras otra como sonarían perlas cayendo.
“Ora es un suspiro prolongado que convida a cerrar los ojos para oír, -ora es un gemido fiero que despierta el oído aletargado: en el “Carnaval de Venecia”, las notas ya no gimen ni resbalan, -salpican, saltan, brotan: allí encadenan voluntad y admiración.”
Y añadió más adelante: “Aquel violín se queja, se entusiasma, regaña, llora: ¡con qué lamentos gime! ¡con qué dolor tan hondo se desespera y estremece!”
Además comentó sobre la reacción del público ante el virtuosismo que demostraba el notable violinista cubano, al manifestar: “White era saludado con salvas de aplausos. El público se movía con los movimientos de su arco poderoso: no parece un instrumento que obedece: antes una soberbia voluntad que cautiva, domina y manda.”
E igualmente reflejó lo que a título personal había experimentado al presenciar la actuación de White: “Momentos hay en que su arco, no corre sobre el violín; se irrita con él, lo hiere, lo enajena, lo arrastra y lo esclaviza con una irresistible voluntad. Precipita, confunde, mezcla, rueda sobre las cuerdas docilísimas, corrientes de notas. Jamás vi yo triunfo tan completo del hombre sobre las dificultades de la armonía.”
Y también puntualizó: “Cuanto quepa de alabanza, White, lo merece. Cuanto de arte quepa, White lo tiene. Cuanto de ardiente inspiración viva en un hombre, vive en aquellas cuerdas cautivadoras y suaves, ya enérgicas como la ira, ya tenue como la música de amor. Suspiros agitados: ¡cuántas veces son esto las notas dulcísimos de White!.”
En esta reseña sobre la actuación de José White en México Martí también hizo constar el orgullo que sentía por el hecho que el notable músico era hijo de su tierra natal, es decir Cuba.
En relación con ello manifestó: “Hijo es él de aquella tierra en que el crepúsculo solloza: en que los cañaverales gemebundos besan perennemente con su sombra las clarísimas aguas de los ríos: hijo es de mi patria muy amada, donde las pencas de las palmas,-regiamente inclinadas a la tierra como el penacho de la india querida de la hermosa llanura americana,-pueblan las horas de la tarde con un rumor doliente y misterioso, vago como el lamento de almas idas que vuelven a la tierra en que vivieron, en busca de sus abandonados y huérfanos amores.
“White tiene en su genio toda la poesía de aquella tierra perpetuamente enamorada, todo el fuego de aquel sol vivísimo, toda la ternura de aquellos espíritus partidos, cariñosamente vueltos a buscar entre las palmas a los que les fueron en la tierra espíritus amados.”
Y agregó al resumir el regocijo que experimentaba por saberse compatriota de White y haber disfrutado de su presentación en México: “Horas fueron para mí de regocijo y entusiasmo las que pasé conmovido con su arco: páginas sean éstas de gratitud y afecto para él, yo me siento orgulloso con que mi patria sea la patria de este artista perfecto y eminente.”
No fue ésa la única ocasión en la que Martí haría referencia a White. En otra serie de notas y crónicas en los días siguientes comenta otros aspectos de las cualidades de este gran artista cubano.
El 30 de mayo de 1875 en la Revista Universal, Martí volvió a anunciar la próxima presentación de White y señaló que el concierto iba a ser una solemnidad musical, más memorable aún que la primera noche en que el gran violinista cubano se presentó al público de México.
Y en la reseña que hiciera el primero de junio en la citada revista, sobre la segunda actuación de White, Martí expuso: “Bien hizo la Revista en decir que el concierto del pasado domingo sería una solemnidad musical: el público acudió a escuchar esas notas brillantes, tiernas, irritadas o suavísimas que de manera tan dulce enamoran el oído que las oyó una vez.”
Y más adelante resaltó como White fue capaz de cautivar nuevamente al público: “Cuando rodaban sobre el violín aquellas notas salpicadas, encontradas, destacadas, contenidas en el aire por aquel arco dueño, y vigoroso, la admiración de los espectadores ponía en todas las bocas un murmullo unánime, que ni a sí mismo quería oírse por seguir oyendo cada uno de los acentos del artista.”
El seis de junio de 1875 Martí anunció nuevamente en la Revista Universal la tercera y última de las presentaciones de White en México, en este caso la que efectuaría en el teatro del Conservatorio interpretando música de concierto.
Y casi una semana después al comentar dicha presentación y al referirse específicamente a la interpretación de White de la música de Bach, Martí enfatizó: “El arco de White resbaló primero sobre las cuerdas, luego rodó sobre ellas, luego las oprimía al correr, iba y venía en carreras incesantes: cuando todo estaba agotado, había algo más que agotar, cuando todas las voces del instrumento gemían vencidas, y todas lloraban y murmuraban todas, aún había nuevos gemidos, aún había iras nuevas en aquellas cuerdas fatigadas, impotentes ya, ya dominadas por aquella mano soberbia y poderosa que excita y subleva contra sí a las cuerdas para luchar con ellas, oírlas sollozar, y subleva contra sí a las cuerdas para luchar con ellas, oírlas sollozar, oírlas gemir, doblegarlas absolutamente y no descansar hasta vencerlas. Estalló el público en bravos incesantes.”
En la parte final de su último trabajo sobre José White, Martí resaltó que aunque éste se marchaba ya de México su recuerdo quedaría para siempre en el país y en forma muy especial aseguró que quedaría dentro de sí al precisar: “ …mañana sábado, White nos dice adiós: haya para él en su senda tantos tributos la gloria, como recuerdos inolvidables deja en México, y muy dulces y muy queridas memorias en el espíritu, ante el suspenso y agitado, de su más humilde y entusiasta admirador.”
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