José Martí y la importancia que le atribuyó a la ciencia y a los científicos
30 de enero de 2015
|José Martí le concedió un papel de gran relevancia a la ciencia y a la labor de los científicos.
Él incluso llegó a resaltar que donde encontraba poesía mayor era en los libros de ciencia.
En un trabajo titulado “Escenas Mexicanas”, reflejado en la edición del 18 de junio de 1875, de la Revista Universal, de México, José Martí precisó que ciencia es el conjunto de conocimientos humanos aplicables a un orden de objetos íntimos y particularmente relacionados entre sí.
Para Martí la ciencia constituía una verdad única, generadora y matriz de todo género y toda clase de verdades. Igualmente expuso que la inteligencia humana tiene como leyes la investigación y el análisis.
Desde su llegada a México en febrero de 1875 Martí comenzó a colaborar en forma activa con la Revista Universal publicación en la que trató acerca de disímiles temas y en la que demostró sus condiciones como escritor y periodista.
Precisamente en otro de los trabajos que elaboró para la citada publicación patentizó su preocupación porque los temas referidos a la ciencia no salieran con frecuencia en revistas y periódicos.
El 31 de julio de 1875 señalaba al respecto: “…apenas si alguna vez hallan cabida en las columnas de los periódicos, las solemnes palabras de la ciencia, madre amoroso que descompone, elabora, estudia, crea en pro de tantos hijos que la desconocen, la desdeñan o la olvidan.
Martí también fue partidario que temas de carácter científico fuesen objeto de estudio y de debate. Acerca de ello se refirió, por ejemplo en la propia Revista Universal, en este caso en un trabajo publicado el 23 de septiembre de 1875.
En ese trabajo expresó: “Bueno es que en el terreno de la ciencia se discutan los preceptos científicos. Pero cuando el precepto va a aplicarse; cuando se discute la aplicación de dos sistemas contrarios; cuando la vida nacional va andando demasiado aprisa hacia la inactividad y el letargo, es necesario que se planteen para la discusión, no el precepto absoluto sino cada uno de los conflictos prácticos, cuya solución se intenta de buena fe buscar.”
Algunos años después, en otra publicación de América Latina, en La Opinión Nacional de Caracas, el 19 de mayo de 1882, Martí detalló que las ciencias confirman lo que el espíritu posee: “la analogía de todas las fuerzas de la naturaleza, la semejanza de todos los seres vivos, la igualdad de la composición de todos los elementos del Universo”.
He señalado algunos de los conceptos expuestos por él en tal sentido, pero me parece oportuno que también recuerde lo que resaltó en relación, por ejemplo, con la ciencia jurídica y las ciencias naturales, respectivamente.
En la Revista Universal de México, en el artículo publicado el 18 de junio de 1875, Martí calificó a la ciencia jurídica como ciencia madre y en la revista La América, de Nueva York, en febrero de 1884, hizo la siguiente reflexión sobre las ciencias naturales: “¡Quién que mide su cerebro con el de la naturaleza, no le pide perdón de haberse creído su monarca! A todo hombre debieran enseñarse, como códigos de virtud, fijadoras de ideas y esclarecedoras de la mente, las ciencias naturales.”
Además de exponer estas consideraciones en torno al papel de las ciencias, Martí igualmente hizo alusión a la vida y labor creativa de destacados científicos.
A manera de ejemplo cito lo que comentó en torno a Charles Darwin, científico inglés que realizó importantes investigaciones en diferentes partes del mundo y de manera muy especial en las Islas Galápagos lo que le permitió elaborar una teoría sobre el origen y la evolución de las especies.
En relación con Darwin, Martí señaló en un trabajo que publicó en la Opinión Nacional de Caracas, en julio de 1882, al producirse la muerte de dicho científico: “Darwin era un anciano grave en quien resplandecía el orgullo de haber visto. El cabello, cual manto blanco, le caía sobre la espalda. La frente remataba en montículos en las cejas, como quien ha cerrado mucho los ojos para ver mejor. Su mirada era benévola, cual la de aquellos que viven en trato fecundo con la Naturaleza, y su mano, blanda y afectuosa, como hecha a cuidar pájaros y plantas.”
Martí comentó que Darwin en torno suyo había consagrado un íntimo universo, el que llevaba en su ancha mente, y que su hermosísimo cuarto de estudiar, repleto de huesos y de flores, y de cierta luz benigna que tienen los cuartos en que se piensa honradamente.
Precisó además que hojeaba con respeto los libros de su padre y estudió con celo y ternura los amores de las plantas y los ensayos de su abuelo, que ardió como él en sacar respuestas vivas de la muda tierra.
Y al valorar la labor y el aporte de Darwin desde el punto de vista científico, expresó: “Darwin no fue solamente un hombre de genio con la paciencia y adivinación del genio: fue también un hombre genio de tal manera colocado, que su genio especial pudo tener y tuvo la aplicación más amplia.”
Igualmente Martí se refirió al químico y biólogo francés Louis Pasteur considerado el fundador de la ciencia de la microbiología y quién demostró la teoría de los gérmenes como causantes de enfermedades y desarrolló vacunas contra varias enfermedades, incluida la rabia. En relación con este notable científico Martí comentó en la Sección Constante, en la Opinión Nacional de Caracas, en la edición correspondiente al 11 de noviembre de 1881: “Mister Pasteur ha hecho, y comunicado ante el Congreso médico en Europa utilísimos descubrimientos sobre los gérmenes de las enfermedades. En los ganados ha logrado resultados sorprendentes, librándolos, por la inoculación, de la epidemia conocida en Inglaterra por “fiebre esplénica, en Francia por “carbón”, y en la ciencia por “ántrax”. Mister Pasteur, cuyas relevaciones han sido publicadas oficialmente en Inglaterra, estudia ahora los gérmenes de la fiebre amarilla.”
Al día siguiente en la propia sección Constante volvió a tratar sobre Pasteur al precisar que él había leído ante el Congreso Médico Internacional que se celebraba un folleto para probar que muchas enfermedades que se convertían en peste de los animales, se previenen por medio de la nueva vacuna o sea la inoculación del fluido diluido.
Sobre la gran labor realizada por Pasteur, volvió a hacer referencia en un trabajo titulado Francia, reflejado en La Opinión Nacional de Caracas, el 23 de enero de 1882. Afirmó al resumir la pasión y entrega de este científico al trabajo investigativo: “Pasteur ama a la ciencia como a una hija. La estudia con fidelidad, con ansia y con esmero. Daría por ella su vida, y ha estado ya a punto de darla. Entraba en su casa un amigo a darle noticia de su elección en la Academia, y no lo halló trémulo de deseo como autor nuevo que espera noticias en la noche del estreno de su drama, sino sentado ante una vasija de agua, bañándose los bordes de una peligrosa herida que acababa de hacerse en su laboratorio.”
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