ribbon

José Martí y La Habana

13 de noviembre de 2015

|

 

act_2106_1

Casa natal de José Martí, hoy Museo

 

 

Durante la existencia de José Martí fue relativamente breve su permanencia en La Habana, sobre en el período de su adultez. Tan solo vivió en esta ciudad 17 años, es decir, menos de la mitad de su vida. Pero, por supuesto, La Habana tiene un significado muy trascendental en él puesto que en primer lugar fue donde nació, desenvolvió su niñez y la primera etapa de su juventud. Fue en La Habana donde también sufrió los horrores del Presidio Político y la realización de trabajo forzado por sus convicciones patrióticas siendo aún un adolescente. Igualmente, años después, fue en La Habana donde pronunció varios de sus primeros discursos cuando retornó a Cuba tras haberse visto alejado de su tierra natal durante siete años.
Martí regresa a La Habana de manera oficial en 1878 y ya estaba casado, incluso su esposa se hallaba próxima a tener un hijo. Fue en La Habana donde se produjo el nacimiento del hijo de ambos, José Francisco, el 22 de noviembre de 1878.
En La Habana, para contar con el sustento necesario con vistas a mantener a su familia, Martí ejerció el magisterio. Trabajó varios meses después en la Casa Educación, situada cerca de la Plaza de la Catedral. Laboró en el bufete de Nicolás Azcárate, en la calle Mercaderes, donde conoció a Juan Gualberto Gómez, quién llegaría a ser un gran amigo suyo y cercano colaborador, cuando algunos años después trabajó en la reorganización de la lucha por la independencia de Cuba.
Durante su estancia en La Habana, Martí se vinculó con instituciones culturales, tales como los Liceos Artístico Literario de Guanabacoa y de Regla, respectivamente.
Como se puede apreciar, Martí hubiera podido desarrollar una actividad sin problemas en la capital cubana ya que contaba con una familia, trabajo y había comenzado a desarrollar una importante relación con los círculos culturales. Ahora bien, él sabía que en primer lugar estaba su tierra natal y le inquietaba que una vez concluida la guerra de los Diez Años, pudiera haberse destruido o al menos relegado a segundo plano el anhelo independentista de los cubanos. Es por ello, que utilizando la palabra como arma de combate, luchó por mantener en alto el espíritu rebelde de su pueblo. Y esto lo haría en forma muy especial en discursos que pronunciara en una edificación situada en la Acera del Louvre y en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa.

El preso 113  2

El preso 113, escultura de Martí ubicada en la Fragua Martiana

El primer discurso de Martí en Cuba lo pronunció el 22 de enero de 1879, en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa. Habló para rendir homenaje al fallecido poeta Alfredo Torroella, y en esa ocasión patentizó: “Ante la tumba de los poetas, no deben bautizarse los oradores, pero lo que no sabe mi pobre voz de peregrino levantar dignamente hasta tu tumba, te lo dicen en tono solemnísimo ese rumor de pueblo agradecido, esos niños que miran medrosos tu cadáver, esos ojos de mujeres cubanas que te lloran”.
Otra de las intervenciones significativas realizadas por Martí en La Habana tuvo lugar el 21 de abril de 1879 en el banquete ofrecido en honor al periodista y escritor Adolfo Márquez Sterling.
En el acto realizado en los altos de una edificación situada en la acera del Louvre, patentizó con particular significación: “Para rendir tributo, ninguna voz es débil; para ensalzar a la patria, entre hombres fuertes y leales, son oportunos todos los momentos”.
En este discurso, Martí combatió también en forma resuelta la política autonomista que ciertos sectores trataban que prevaleciera en Cuba al manifestar:“Y los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan. Hasta los déspotas, si son hidalgos, gustan más del sincero y enérgico lenguaje que de la tímida y vacilante tentativa”.
Enteradas las autoridades españolas de los pronunciamientos hechos por Martí, por supuesto, de inmediato se convirtió en foco de atención.
Incluso hay una anécdota que pone de relieve su firmeza. Se cuenta que en una oportunidad al hablar en el Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa en una actividad de homenaje al violinista Claudio José Domingo, Brindis de Salas, no se limitó al enjuiciar la situación existente en Cuba ni siquiera por la presencia en la actividad del Capitán General español. Se afirma que el militar español, al escuchar el desenfado con que hablaba aquel joven cubano, dijo que prefería olvidar aquello y que Martí era un loco, pero un loco peligroso.
Atendiendo a ello no resulta extraño que unos meses después fuese nuevamente detenido, acusado de hallarse vinculado a actividades conspirativas. Mediante gestiones realizadas por sus familiares se logró que las autoridades españolas en Cuba no lo sometieran a juicio y lo deportaron nuevamente hacia la metrópoli. El 25 de septiembre de 1879 salió de Cuba en el buque Alfonso XII con destino a Santander.
No volvió a ver a su ciudad natal, testigo de sus andanzas infantiles y juveniles, a La Habana donde empezó a formarse como un futuro patriota, a La Habana donde con su palabra vibrante desafió a las autoridades del régimen colonial español y participó en conspiraciones para llevar adelante la lucha por la independencia de Cuba.
La Habana siempre estuvo presente en la vida de Martí, y en la actualidad siguen estrechamente relacionados.
En la capital cubana funcionan el Museo Casa Natal y el de la Fragua Martiana, tienen su sede la Oficina del Programa Martiano, el Centro de Estudios Martianos y la Sociedad Cultural “José Martí”, así como la Biblioteca Nacional y el Memorial, ambos que se identifican con su nombre y la singular Plaza de la Revolución que desde 1961 fue reconocida con el nombre del Apóstol de la Independencia de Cuba.
Asimismo, muchos centros de producción, escuelas y otras instituciones también tienen por nombre el de José Martí, o de aspectos relacionados con su vida y obra, como es el caso del Zoológico del Nuevo Vedado que se identifica desde hace varios años como La Edad de Oro.

Galería de Imágenes

Comentarios