José Martí: su solidaridad con los desposeídos, con los humildes
23 de marzo de 2018
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José Martí patentizó el compromiso que sintió con la causa de los humildes. Precisamente en uno de sus Versos Sencillos llegó a señalar:
Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar:
Martí no se limitó a hacer alusión a los pobres del sitio o país donde naciera sino que habló en un sentido más universal al referirse a los desposeídos, a los humildes de la tierra como tal, es decir del mundo.
En diferentes etapas de su existencia habló y/o escribió acerca de sectores de la población de los distintos países donde residió que padecían explotación o eran marginados, como sería el caso de los indios.
Fue en 1875 cuando él pudo conocer a través de una vivencia directa una parte de esa historia al trasladarse hacia México, país donde permaneció inicialmente algo más de dos años.
Posteriormente también conoció la situación de los indios en los Estados Unidos de América. En un trabajo titulado “Arte aborigen”, publicado en La América, en Nueva York, en enero de 1884, Martí enfatizó que el indio es discreto, imaginativo, inteligente, dispuesto por naturaleza a la elegancia y a la cultura y además planteó que de todos los hombres primitivos es el más bello y el menos repugnante.
El apóstol también hizo reflexiones sobre la forma cruel en que fueron tratados los indios. En relación con ello trató en el artículo titulado “El Century Magazine”, reflejado en La América en mayo de 1884 en el que enfatizó: “¿Por qué les quitan sus valles donde nacieron, y nacieron sus hijos y sus padres? ¿Por qué les prometen, al despojarlos de una feraz campiña, guardarles otra que no parece tan fértil, y apenas se descubre que lo es, los echan de ella, quebrando lo tratado; y a ellos, y a sus esposas, y a sus hijuelos, los clavan a los árboles y los ametrallan si se resisten?”.
Algunos años después en otro de sus trabajos, en este caso en uno publicado en La Nación, de Buenos aires, Argentina, el tres de octubre de 1888 comentó que el indio es como los ríos que suelen correr por debajo de la tierra y que se hundía allá atrás, al pie de un olmo para resurgir untado de bija fresca y con su cresta de plumas entre los cascos del caballo.
En la etapa final de los años ochenta Martí tiene vivencias muy significativas durante su permanencia en los Estados Unidos de América que le permitieron enriquecer su pensamiento político, comprender la situación de los trabajadores y la de los desposeídos en sentido general.
Precisamente en un segundo análisis que haría sobre los sucesos de Chicago en 1887, cuando los trabajadores fueron masacrados, ya empieza a comprender la necesidad de lograr el desarrollo de la lucha obrera e incluso justifica el empleo de la violencia de los explotados contra los explotadores.
En correspondencia con estas experiencias y con otras vividas en los países latinoamericanos donde residió en diferentes etapas de su vida, no es de extrañar que con respecto al futuro de Cuba, Martí siempre se mostrase partidario de analizar todo lo que se iba a emprender para evitar que se fuera a torcer el verdadero rumbo de una Revolución una vez alcanzada la independencia.
A manera de ejemplo recuerdo lo expuesto por él a José Dolores Poyo en la carta que fechó en Nueva York el 29 de noviembre de 1887, en la que precisó ideas y conceptos de gran significación.
Aseguró en dicha misiva: “…mucho tiempo hemos perdido, pero ese mismo desconcierto causado por nuestra falta de preparación, en la hora en que el país ya está cerca de nosotros, nos permite aún por fortuna emplear el tiempo que nos queda en impedir con una conducta enérgica y previsora que la Revolución, que ya se nos viene encima, fracase por precipitación o mala dirección nuestra, como ya esperan nuestros astutos enemigos, o caiga por no haberla sabido dirigir nosotros, en un grupo de cubanos egoístas, que no la han deseado jamás, ni comprenden su espíritu ni llevan intención de aprovechar la libertad en beneficio de los humildes, que son los que han sabido defenderla.”
Consecuente con sus convicciones Martí se entregó de lleno a lograr la reanudación de la guerra por la independencia de Cuba.
Trabajó en forma abnegada e intensa durante varios años en aras de materializar ese objetivo y una vez que esto se hizo realidad decidió trasladarse lo más pronto posible al territorio cubano para seguir dando, con la fuerza de su ejemplo donde se libraban los combates, que se mantuviera en alto el espíritu de lucha.
Y en realidad puede decirse que la dedicación de Martí a la lucha por la independencia de Cuba tuvo un propósito muy superior al logro de ese objetivo e incluso del establecimiento de una República en Cuba que entre sus elementos esenciales tuviera, como ley primera el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
Martí resaltó que la Revolución no era exactamente la que iba a iniciar en la manigua, sino la que se desarrollaría en la República. Y al exponer igualmente una consideración acerca del significado de la Revolución y lo que ésta podía influir en los seres humanos llegó a exponer en un trabajo publicado en Patria el 31 de marzo de 1894: “Quien ama a la libertad, previsora y enérgica, ama la Revolución.”
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