José Martí: su condena a presidio por sus convicciones patrióticas
2 de marzo de 2020
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El 4 de marzo de 1870 José Martí fue condenado a seis años de presidio y la realización de trabajos forzados, cuando era todavía un adolescente ya que en enero había cumplido 17 años.
La detención y la posterior condena de José Martí guardó relación con algo sucedido el 4 de octubre de 1869 en La Habana. Ese día un grupo de integrantes del Cuerpo de voluntarios, después de participar en una gran parada militar, pasaron por la calle Industria, donde vivía Fermín Valdés Domínguez.
En la ventana él y otros amigos conversaban cuando pasó el escuadrón de Gastadores del Primer Batallón de Ligeros. Los voluntarios siguieron de largo, pero al poco rato regresaron, ya que les había despertado sospechas la risa y la conversación de los jóvenes.
Al realizar un minucioso registro en la casa encontraron una carta en la cual José Martí y Valdés Domínguez fustigaban a un antiguo compañero suyo del colegio de Mendive que se había enrolado en dicha fuerza militar. En la comunicación dirigida a Carlos de Castro decían: “Compañero; ¿Has soñado tú alguna vez con la gloria de los apostatas? ¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos que un discípulo del Sr. Rafael María de Mendive no ha de dejar sin contestación esta carta.”
Debido a ello se produjo entonces la detención de Eusebio y Fermín Valdés Domínguez, Manuel Sellén, Santiago Balbín y Atanasio Fortier.
El 21 de octubre fue detenido también José Martí. Durante el juicio, tanto Fermín Valdés Domínguez como Martí trataron de asumir la mayor responsabilidad en la confección de la citada carta.
Más la vehemencia de Martí en sus argumentaciones hizo que el tribunal lo considerase el mayor culpable, de ahí que le impusieran la pena más severa.
El 4 de abril de 1870 Martí fue trasladado al Presidio Departamental de La Habana, donde lo identifican como el recluso número 113 de la primera brigada de blancos.
Con singular enfrentó el rigor del presidio político. El propio 4 de abril, antes de ser trasladado al Presidio Departamental, escribió:
Voy a una casa inmensa en que me han dicho
Que es la vida expirar,
La patria allí me lleva. Por la patria,
Morir es gozar más.
Su entereza la reflejó también en fecha posterior en las dedicatorias que le puso a retratos suyos enviados desde la prisión a Fermín Valdés Domínguez y a su querida madre.
El 9 de junio de 1870 le señaló a Valdés Domínguez:
Si en un retrato el corazón se envía,
Toma mi corazón, y cuando llores
Lágrimas de dolor, con ellas moja
La copia fiel de tu doliente amigo
El 28 de agosto de ese mismo año le escribió a Doña Leonor Pérez en la foto que le enviara, donde aparecía con el traje de presidiario y el grillete:
Mírame, madre, y por tu amor no llores;
Si esclavo de mi edad y mis doctrinas,
Tu mártir corazón llené de espinas
Piensa que nacen entre espinas flores.
En igual fecha Martí también le envió otro retrato suyo a Fermín Valdés Domínguez, con la siguiente dedicatoria:
Hermano de dolor, no mires nunca
En mí al esclavo que cobarde llora;
Ve la imagen robusta de mi alma
Y la página bella de mi historia
Durante varios meses Martí se vio obligado a arrastrar las cadenas y el grillete y realizar trabajo forzado en las Canteras de San Lázaro, hasta que se logró fuera sacado del presidio por gestiones que realizó un influyente amigo de su padre ante las autoridades españolas.
Tras una permanencia en la finca El Abra, en Isla de Pinos, retornó a La Habana y en enero de 1871 salió de Cuba en calidad de deportado hacia España.
Y poco tiempo después de su llegada al territorio español escribió primero un material en el que hizo referencia a Nicolás del Castillo, un anciano que padecía el presidio y el trabajo forzado en Cuba.
Después elaboró otro trabajo más extenso que identificó como El Presidio Político en Cuba en que al evocar su imagen de presidiario, escribió: “El orgullo con que agito estas cadenas, valdrá más que todas mis glorias futuras; que el que sufre por su patria y vive para Dios, en éste u otros mundos tiene verdadera gloria.”
También Martí patentizó su solidaridad con los compañeros que seguían padeciendo el presidio político en Cuba al expresar: “¿A qué hablar de mí mismo, ahora que hablo de sufrimientos, si otros han sufrido más que yo? Cuando otros lloran sangre, ¿qué derecho tengo yo para llorar lágrimas?
Y más adelante expuso: “Si los dolores verdaderamente agudos pueden ser templados por algún goce, sólo puede templarlos el goce de acallar el grito de dolor de los demás. Y si algo los exacerba y los hace terribles, es seguramente la convicción de nuestra impotencia para calmar los dolores ajenos.
“Esta angustia, que no todos comprenden, con la que tanto sufre quién la llegue a comprender, llenó muchas veces mi alma, la llenaba perennemente en aquel intervalo sombrío de la vida que se llama presidio de Cuba.
“Yo suelo olvidar mi mal cuando curo el mal de los demás. Yo suelo no acordarme de mi daño más que cuando los demás pueden sufrirlo por mí.”
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