José Martí su amor por Cuba y su labor como patriota
11 de agosto de 2017
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José Martí quiso intensamente a Cuba y dicho amor lo reflejó tanto en su actitud de poner su vida al servicio de la liberación de su tierra natal del yugo colonial español de Cuba, como en lo que patentizara en cartas, discursos, poemas y trabajos periodísticos en relación con el compromiso que tenía con su Patria.
Con el decursar de su existencia, en sucesivas ocasiones Martí expresó el deber que tenía con su Patria.
Por ejemplo en el trabajo titulado “Nuestras Ideas” que saliera publicado en el número inicial del periódico “Patria”, el 14 de marzo de 1892 destacó que el patriotismo es un deber santo, cuando se lucha por poner la Patria en condición de que vivan en ella más felices los hombres.
No es de extrañar que planteara esto en esa etapa de madurez en su vida puesto que desde que era un adolescente evidenció en sus obras la trascendencia que le concedió al vocablo Patria.
En febrero de 1873 en el trabajo identificado como La República Española ante la Revolución Cubana expuso un concepto muy significativo en este sentido al detallar: “Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas.”
Casi 20 años después, consecuente con este principio, Martí también escribió en un trabajo sobre Emilio Agramonte reflejado en la edición de “Patria” correspondiente al 30 de abril de 1892 aseguró que honrar a la Patria es una manera de pelear por ella, así como hacer algo que la deshonra es pelear contra ella.
José Martí trabajó en forma tesonera a través de su breve pero fecunda vida por ver a su tierra natal liberada del yugo colonial español y por el establecimiento de una república que propiciara el desarrollo de la felicidad para su pueblo.
Desenvolvió su labor durante muchos años no pensando en forma egoísta en sí, ni anteponiendo intereses personales o con el objetivo de obtener beneficios y reconocimientos.
Precisamente en una carta que enviara a Néstor Carbonell, fechada en Nueva York el 18 de noviembre de 1891 se puede apreciar la sencillez de Martí y el compromiso que tenía con su Patria. En dicha misiva expresó: “¿Es la patria quién nos llama? Obedecemos, pues, de seguro ella nos alienta para algo grande.”
Algunos meses después, en un trabajo publicado en “Patria” el 16 de abril de 1893 también expresó que la patria está hecha del mérito de sus hijos, y es riqueza de ella cuanto bueno haga un hijo suyo.
Consecuente con lo que había expuesto Martí se sintió comprometido con su Patria y en tal sentido se entregó por entero a la causa de la independencia de Cuba. Lo hizo con gran dedicación y sencillez
Y para ejemplificar lo anteriormente expresado recuerdo lo que él le señalara a Antonio Maceo en una carta fechada el 15 de diciembre de 1893, en la que le manifestó: “Yo no trabajo por mi fama, puesto que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.”
José Martí trabajo durante varios años en la reorganización de la guerra por la independencia de Cuba. Creó el periódico “Patria” para que sirviera de adecuado vehículo difusor de las ideas patrióticas, fundó el Partido Revolucionario Cubano, motivó a viejos luchadores, que habían participado en la guerra de los diez años para que lo secundaran y también captó a muchos jóvenes ara que igualmente dieran su aporte.
No satisfecho con todo el encomiable esfuerzo que conllevó a recaudar fondos, enfrentar incomprensiones y hasta campañas en su contra así como numerosos problemas, tras reiniciarse la guerra en Cuba el 24 de febrero de 1895 anheló hallarse lo más pronto posible en su tierra natal.
Así lo hizo constar en emotivas cartas que le escribió a su amigo dominicano Federico Hernández Carvajal y a su querida madre Leonor Pérez Cabrera, respectivamente, ambas fechadas el 25 de marzo de 1895 en la ciudad dominicana de Montecristi donde permanecía desde hacía varias semanas para trasladarse hacia Cuba en unión del Generalísimo Máximo Gómez.
A Henríquez y Carvajal le señaló: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber.”
Y a Doña Leonor en lo que la última misiva que le dirigió, le expresó: “Usted, se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y, ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio?”
Le patentizó de inmediato el sentido que le atribuía a su vida y a la existencia de los seres humanos en general al expresar: “Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil.”
Martí llegó a Cuba el 11 de abril de 1895 al desembarcar por la zona de Playitas de Cajobabo. En su diario resumió en tan sólo dos simbólicas palabras lo que sintiera en ese momento: “Dicha grande”
Y lo que experimento en los campos de Cuba lo hizo constar en cartas que escribió, una de ellas a Carmen Miyares y a sus hijos, fechada el 16 de abril, en la que patentizó: “…puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriagaba de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad.”
También recuerdo lo que comenzara a exponerle en la misiva que empezó a escribirle a su amigo mexicano Manuel Mercada el 18 de mayo de 1895 desde la zona de Dos Ríos, carta que quedó inconcluso al producirse su muerte al día siguiente.
Él le aseguraba: “Mi hermano queridísimo: Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y obligación; ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo– de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.”
En esta carta a Mercado, Martí hizo referencia a su modo de actuar para lograr el alcance de los objetivos propuestos al enfatizar que en silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.
El 19 de mayo de 1895 en la zona de Dos Ríos, en la entonces provincia de Oriente en un enfrentamiento con fuerzas españolas se produjo la muerte de José Martí.
Ese día más allá de la desaparición física Martí se situó en un lugar cimero en la historia de Cuba y se convirtió en fuente de enseñanza y motivación, por la magnitud de su ejemplo y la significación de su legado, para nuevas generaciones de cubanos y para muchos hombres y mujeres en el mundo.
Precisamente un continuador de la obra martiana, Fidel Castro, quién llegó a precisar el 16 de octubre de 1953 en el juicio que se le seguía por el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y el Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo que traía en el corazón las doctrinas del maestro, también resaltó en varias ocasiones la vigencia de la vida y la obra de Martí.
Cito al respecto tan sólo un fragmento de lo expuesto por él en un discurso, en este caso pronunciado el 26 de julio de 1976 en la ciudad de Pínar del Rio cuando afirmó: “Admiramos infinitamente a Martí por su gigantesca tarea, formando una conciencia revolucionaria en el seno de nuestro pueblo. Admiramos a Martí porque era un intelectual brillante, un hombre de extraordinaria cultura, un poeta de exquisita sensibilidad, que consagró su talento a la lucha revolucionaria, que consagró su vida y su pluma a esa lucha, que fue hombre de palabra y de acción. Le agradecemos y le agradeceremos eternamente lo que significó y lo que simbolizó.”
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