José Martí, “Lectura en Steck Hall”
17 de enero de 2020
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El 24 de enero de 1880 ante un grupo de emigrados cubanos residentes en la ciudad estadounidense de Nueva York, José Martí pronunció una conferencia que suele ser conocida en nuestra historia como “Lectura en Steck Hall”, en la que destacó que el deber hay que cumplirlo sencilla y naturalmente.
Él había llegado a los Estados Unidos de América tan solo unas semanas antes, después de una breve estancia de unos meses en España, hacia donde fue nuevamente deportado en septiembre de 1879.
En Nueva York se vinculó de inmediato a compatriotas suyos que se hallaban interesados en darle continuidad a la guerra por la independencia de Cuba. El 9 de enero lo designaron vocal del Comité Revolucionario Cubano en Nueva York.
Y al hablar en el transcurso de ese mes en el Steck Hall él recordó la importancia del ejemplo de los que verdaderamente estaban dispuestos a luchar por la liberación de su tierra natal del dominio colonial español frente a la actitud de los vacilantes y temerosos. Y aseguró que ya las armas estaban probadas y que lo inútil se desechaba y lo aprovechable se debía utilizar.
Añadió seguidamente: “Ya no se perderá el tiempo en ensayar, se empleará en vencer. Los hijos de los bosques saben ya el árbol que cura, el que alimenta y el que ampara. Las aves en las cuevas han aumentado sus depósitos. La orilla en que se fracasó, se esquiva. Para los corceles, hay nueva hierba. Para sus jinetes, nuevos frutos.”
Martí manifestó, además, que había cesado la infancia candorosa para abrir paso a la juventud fuerte y enérgica y al referirse a la experiencia acumulada y al deseo de otras generaciones de cubanos de convertirse en continuadores de los que habían iniciado la batalla por la liberación de Cuba, enfatizó: “La intuición se ha convertido ya en inteligencia: los niños de la revolución se han hecho hombres.”
José Martí igualmente reflexionó ante los emigrados cubanos sobre la trascendencia que tenía la libertad y lo que debía hacerse para alcanzarla, al enfatizar: “La libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a comprarla por su precio.”
Esta intervención de Martí en el Steck Hall fue publicada posteriormente en un folleto y él le hizo una nota explicativa en la que expresó: “El tono especial de las lecturas, a que ésta había de acomodarse, requerido además por el levantado patriotismo de la emigración a quien el lector se dirigía, pudiera hacer creer a algunos espíritus prácticos que la exaltación ocupa en estas páginas el lugar del raciocinio.”
De inmediato continuó detallando en la nota que hizo al publicarse la intervención que unos días antes había realizado en Nueva York: “Corría el riesgo el lector de parecer a unos sobrado fogoso, y a otros escaso de fuego. Salven los de ánima fría aquello que no pareció mal, sin embargo a los de altivo corazón, y hallarán tal vez, en estas breves consideraciones, apuntadas al correr de la pluma, algún motivo de serios pensamientos.”
Y también precisó Martí: “Falta aún mucho que decir, -y será dicho, puesto que decir es un modo de hacer. Gracias, en tanto, a los que oyeron esta lectura con tan vivo amor, y a los que se empeñan en darla profusamente a la luz.”
La conferencia o Lectura en Steck Hall fue la primera intervención significativa en Nueva York de José Martí, pero años después en otros emotivos encuentros con emigrados cubanos residentes en dicha ciudad se volvería a apreciar como con el empleo de la palabra él supo combatir en defensa de los intereses de su tierra natal y supo cautivar e incentivar a muchos de sus compatriotas para que lo secundasen en el empeño de lograr la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba.
De modo muy especial en varias ocasiones sobre todo a partir del segundo lustro de la década de los 80 y en los siguientes años pronunció significativos discursos en los que reiteró su disposición de luchar en aras de ese objetivo e instó a sus compatriotas, a veteranos combatientes y a las más jóvenes generaciones de cubanos, a dar su aporte en el empeño de lograr liberar a Cuba del dominio colonial español y el establecimiento de una República democrática con todos y para el bien de todos.
En correspondencia con lo que planteara Martí no solo la reorganización de la guerra, sino que también él sintió que su deber era trasladarse hacia el territorio cubano para dar su contribución directa al desarrollo de la lucha.
En tal sentido llegó a Cuba, por la zona de Playitas de Cajobabo el 11 de abril de 1895.
Asumió con firmeza las incomodidades y limitaciones de una vida en campaña en zonas rurales y el peligro de perder la vida en un enfrentamiento con tropas españolas.
Precisamente, en una carta dirigida a su amigo mexicano Manuel Mercado, que empezó a escribirle el 18 de mayo de 1895 desde Dos Ríos, y que quedara inconclusa al producirse su caída al día siguiente, él llegó a asegurar: “Mi hermano queridísimo: Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber –puesto que lo entiendo y tengo
ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.”
Seguidamente puntualizó: “Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias para alcanzar sobre ellas el fin.”
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