José Martí e Ignacio Agramonte
12 de mayo de 2020
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José Martí resumió en una frase breve pero muy simbólica la admiración que sintió por el Mayor General del Ejército Libertador cubano Ignacio Agramonte y Loynaz, el joven abogado camagüeyano que fue uno de los más destacados luchadores por la independencia de Cuba.
Agramonte cayó en un enfrentamiento con los soldados españoles el 11 de mayo de 1873 en la zona de Jimaguayú, en la provincia de Camagüey.
José Martí al referirse a Agramonte lo calificó como un diamante con alma de beso, en un trabajo que publicó el 10 de octubre de 1888 en El Avisador Cubano en Nueva York, en el que además precisó que las palabras pomposas son innecesarias para hablar de los hombres sublimes.
En correspondencia con dicha afirmación hizo referencia en forma sencilla a dos relevantes luchadores independentistas, a Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte.
Acerca de ellos comentó en la parte inicial de este trabajo que elaboró con motivo de cumplirse el aniversario 20 del inicio de la guerra por la independencia de Cuba: “El extraño puede escribir estos nombres sin temblar, o el pedante, o el ambicioso: el buen cubano, no. De Céspedes el ímpetu, y de Agramonte la virtud. El uno es como el volcán, que viene tremendo e imperfecto, de las entrañas de la tierra, y el otro es como el espacio azul que lo corona. De Céspedes el arrebato, y de Agramonte la purificación. Él uno desafía con autoridad como de rey; y con fuerza como de la luz el otro vence.”
En ese trabajo Martí va estableciendo un paralelismo entre estas dos figuras de la etapa inicial de la guerra por la independencia de Cuba.
Y de Agramonte en especificó también detalló cómo reaccionó cuando llegó a su natal Camagüey tras obtener el título de abogado y subordinó los sueños que tenia y la gloria que podía obtener con el ejercicio cabal de su profesión para irse a la manigua redentora a dar su contribución a la gesta independentista que se había iniciado en octubre de 1868 en la zona oriental del territorio cubano.
Precisó que entonces él quiso que en su Camagüey natal también se libraran batallas significativas.
Martí lo describió así en ese trabajo: “De cuerpo era delgado, y más fino que recio, aunque de mucha esbeltez. Pero vino la guerra, domó de la primera embestida la soberbia natural, y se le vio por la fuerza del cuerpo, la exaltación de la virtud. Era como si por donde los hombres tienen corazón, tuviera él estrella. Su luz era así, como la que dan los astros; y al recordarlo, suelen sus amigos hablar de él con unción, como se habla en las noches claras, y como si llevasen descubierta la cabeza”.
Martí también afirmó que Agramonte era un ángel para defender y un niño para acariciar.
Recordó igualmente el gran amor que sintiera por su esposa Amalia y expresó al respecto que acaso no haya romance más bello que el de aquel guerrero que volvía de sus glorias a descansar, en la casa de palmas, junto a su Amalia querida y su hijo.
Comentó además acerca de una de las significativas acciones realizadas por Agramonte, es decir lo que hizo cuando se enteró que el general Julio Sanguily había sido hecho prisionero por los soldados españoles. Entonces salió de inmediato a su rescate.
Y acerca de ello Martí expresó: “…aquel que cuando mil españoles le llevan preso al amigo, va sobre ellos con treinta caballos, se les mete por entre las ancas y saca al amigo libre…”
Acerca de las cualidades de Ignacio Agramonte como un bravío y muy capaz jefe militar Martí opinó en este trabajo.
No obstante a que su profesión era la de abogado y que antes de incorporarse a la guerra no había tenido una formación ni había contado con experiencias en el campo militar, Agramonte desde el principio descolló como uno de los más relevantes luchadores y se destacó tanto por su valor, disposición y por sus cualidades como estratega.
Y Martí manifestó acerca de ello: “…aquel que, sin más ciencia militar que el genio, organiza la caballería, rehace el Camagüey deshecho, mantiene en los bosques talleres de guerra, combina y dirige ataques victoriosos, y se vale de su renombre para servir con él al prestigio de la ley, cuando era el único que, acaso, con beneplácito popular, pudo siempre desafiarla.”
Nacido en la ciudad de Camagüey el 23 de diciembre de 1841 Ignacio Agramonte murió cuando sólo contaba 31 años.
José Martí se hallaba entonces en España en calidad de deportado tras haber padecido en Cuba el presidio político y la realización de trabajo forzado.
Tan sólo algo más de dos meses antes de haberse producido la caída de Ignacio Agramonte, Martí había escrito un trabajo en Madrid, España, en el que evocó a los que luchaban con heroísmo en el territorio cubano.
No mencionó nombres en específico, pero en dicho trabajo en forma simbólica, también estaban presentes hombres como Ignacio Agramonte, que en los campos arriesgaban sus vidas en aras de alcanzar la liberación de Cuba del dominio colonial español.
Precisamente en el trabajo que Martí elaboró con motivo de haberse proclamado en España la República y al exponer cómo debían reaccionar los nuevos gobernantes españoles ante el reclamo de la independencia de los cubanos, manifestó: “Mi patria escribe con sangre su resolución irrevocable. Sobre los cadáveres de sus hijos se alza a decir que desea firmemente su independencia. Y luchan, y mueren.”
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