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José María Velasco

25 de noviembre de 2016

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Corre el año de 1889 y La Habana vive una calma extraña. Los autonomistas coquetean entre una relación de buena voluntad con la metrópoli y el empeño por mejorar las condiciones políticas en la Isla; los independentistas esperan el momento oportuno para reanudar la guerra, conspiran, muchos viven exiliados.

Los viajeros encuentran razones para detenerse en La Habana, siquiera en tránsito, y palpar un ambiente que puede ser enriquecedor en uno y otro sentido. La ciudad posee una academia de pintura, la de San Alejandro, y pintores de reconocido prestigio. Camino de Europa, donde se le ha comisionado por el Gobierno como jefe de la delegación mexicana que lleva las obras –entre estas las suyas– que habrán de exhibirse entre los meses de mayo y octubre en la Exposición Universal de París, llega en 1889 a La Habana el pintor mexicano José María Velasco.

El cubano Esteban Chartrand (1840-1883) y el mexicano José María Velasco, por senderos propios, transitan los caminos de la Naturaleza, su luz y sus sombras, sus colores, que oxigenan lienzos, hoy día altamente valorados. Loló de la Torriente, ensayista y crítica de arte cubana, apunta que Velasco “recaló en La Habana dejando como testimonio una marina de la barra de ese puerto, la que durante mucho tiempo se desechó como del Maestro por encontrársele desligada del conjunto de su obra y sin ninguna otra referencia”.

José María Velasco Gómez es un personaje no solo célebre dentro de la historia de las artes de México. Es también una personalidad de las ciencias, un estudioso de diversas disciplinas. Se detiene en el conocimiento de la Anatomía, la Geología, la Botánica, la Zoología, las Ciencias Exactas… Cuanto estudió lo aplicó después a sus dibujos y pinturas. En 1879 captó el volcán Seboruco en plena erupción, con los cráteres arrojando lava. Velasco llevó sus observaciones de la naturaleza a los dibujos del mundo animal y vegetal.

El artista nació en 1840 y a los 15 años ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de México. Al cabo de algunos años ganó una beca que le permitió continuar estudios con mayor desahogo económico y dedicarse a la observación minuciosa de la naturaleza para pintar del natural.

 

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Bahía de La Habana (1889). José María Velasco

 

Ejerció el magisterio y pintó abundantemente, con mucho éxito. El paisaje de México lo absorbió y reflejó a través de los ojos de un artista compenetrado con la historia y la naturaleza de su patria. No solo concurrió a la Exposición Universal de París, también lo hizo a la Feria Mundial de Chicago, en 1893. La nación francesa le confirió la condición de Caballero de la Legión de Honor.

Murió de cólera el 26 de agosto de 1912, a los 72 años.

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