José María Vargas Vila
4 de septiembre de 2015
|Nacido en Bogotá en 1860, José María Vargas Vila se involucró desde joven en las luchas políticas de su país, fuera como periodista, como orador o como agitador, pues fue hombre de pluma y de palabra encendidas, que lo llevaron a ser perseguido y emigrar. También, todo ello lo hizo pronto una figura conocida.
En 1891 viajó a Nueva York, allí estableció relaciones con otros expatriados latinoamericanos y conoció a José Martí, cuya entrega a la causa cubana y talento lo cautivaron. Ambos coincidieron en actividades patrióticas, políticas y tertulias literarias.
Al héroe cubano tampoco le fue ajena “la peroración cadenciosa, inspirada, valientísima del colombiano Vargas Vila”. En la gran urbe neoyorquina fundó Vargas Vila la revista “Hispanoamérica” y el diario “El Progreso”, además de publicar un libro desafiante contra los caudillos y dictadores de América Latina.
Se conoce que Vargas Vila estuvo en Cuba en tres ocasiones. La primera en 1923, de paso para México; la segunda en 1924 y la tercera a partir del mes de enero de 1926.
Durante la segunda estancia, la de 1924, se movió por toda la capital, se tomó fotos, redactó algunas memorias y residió por cierto tiempo en zonas aledañas a La Habana. Escribiría en su diario: “…Heme aquí, llegado de nuevo a las playas oro y azul de esta isla maravillosa, donde la sombra doliente de José Martí parece extender sus brazos para recibirme. Recobro el imperio de mí mismo. ¡Bendita sea!”.
De no menor interés resulta apuntar que el diario secreto del escritor, que recoge sus consideraciones personales, políticas y filosóficas como todo documento íntimo, se conservó por largo tiempo en La Habana, donde murió el ayudante personal de Vargas Vila. Después el diario pasó por diversas manos hasta ser depositado en la Fragua Martiana, para posteriormente ser donado por Cuba a Colombia
Murió en 1933 y de su estilo se ha comentado que era grandilocuente, que gustaba de la adjetivación y el tremendismo, que era apasionado y tenaz, efectista en demasía y concluyente en sus juicios. Su obra, como por lo general sucede con los autores de palabra fácil, tiene altas y bajas, y no es ocioso decir que José María Vargas Vila era en sí mismo todo un personaje.
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