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Jacinto Benavente

18 de septiembre de 2019

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Jacinto_Benavente_y_Martinez (Medium)

 

A Jacinto Benavente se le recibió en La Habana con bombo y platillo. Hasta las piruetas de un aeroplano y la presencia de cuatro remolcadores abarrotados de admiradores, que portaban letreros con la frase Viva Benavente, dieron la bienvenida al distinguido pasajero del vapor Essequibo en la tarde del 17 de diciembre de 1922.

“Con la llegada de Jacinto Benavente a La Habana, puede decirse que entra por nuestras puertas todo el prestigio y significación del teatro español contemporáneo”. Así escribía un crítico literario del Diario de La Marina. Y cuando la prensa del siguiente día reflejaba en sus titulares que “el insigne literato fue objeto a su arribo a La Habana de un espontáneo y caluroso homenaje de admiración y simpa­tía”, ciertamente reflejaba lo que en verdad había sucedido.

Entre mucho público, y a pie, se dirigió Benavente desde el muelle hasta el Ayuntamiento, donde abundaron los brindis y expresó. Benavente dijo entonces: “Muy linda la ciudad. Me ha emocionado el recibimiento. Estoy agradecidí­simo a todos”.

El escritor llegaba desde Argentina, donde recibió la nueva del Premio Nobel de Literatura correspondiente a 1922; y en Cuba se hallaba en viaje de negocios, junto a su compañía de actores.

El autor de Los intereses creados dictó conferencias en el teatro Nacional; y a partir del día 24 de aquel mes de diciembre ya lejano, colaboró en el Diario de La Marina. No conforme con recorrer la capital, don Jacinto se trasladó a Cárdenas, en el litoral norte, y fue hasta Cienfuegos, al sur de la Isla. Dondequie­ra que estuvo, se le recibió con vítores y aplausos, los periódicos reprodujeron su fotografía y el visitante disfrutó momentos de euforia.

El 8 de enero del nuevo año, 1923, Benavente estaba de vuelta en La Habana, donde se le declaró Huésped de Honor y recibió un obsequio para él muy estimable: 100 tabacos selectos que le entregó la directiva del Club Rotario.

Pese a los muchos epígonos que Jacinto Benavente tuvo a lo largo de su carrera de alrededor de 60 años; pese a su técnica y espíritu renovadores que rompieron los moldes del teatro español de entonces, signado por la huella de José Echegaray; y pese al prolongado tiempo que reinó en el gusto del público de habla hispana, hoy día no son frecuentes —al menos en Cuba— las representaciones del teatro benaventino, y su lugar ha pasado a ocuparlo, tanto en las tablas como en la preferencia de los espectadores, un teatro capaz de trasmitir conceptos e ideas más actuales, o en dos palabras, más moderno.

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