Isla de la Juventud, la isla de los mil nombres
2 de febrero de 2023
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La Isla de la Juventud es la segunda en extensión de todo el archipiélago que constituye la República de Cuba. Actualmente cuenta con cerca de cien mil habitantes, pero hacia el año 1959 eran solo poco más de diez mil. Situada a unos cincuenta kilómetros al sur de la isla grande, se le conoce como “la isla de los mil nombres” porque a través de la historia muchos han sido los apelativos para identificarla (Ahao, Camaraco, Siguanea, La Evangelista, Santiago, Santa María, Reina Amalia, Isla del Tesoro, Isla de los Piratas, Isla de las Cotorras, Isla de Pinos…). Posesión colonial de la Capitanía de la Isla de Cuba, sirvió como base en las correrías de corsarios, piratas y contrabandistas de toda laya y de toda nacionalidad.
Por muchos años fue emporio en la plantación y cosecha de frutas (melones hasta hace algunas décadas, cítricos más recientemente y actualmente en recuperación), productor de mármoles de calidad, de materiales para cerámica artesanal e industrial, producción agrícola de cultivos varios limitada a las necesidades propias.
A pesar de que su población históricamente ha sido reducida, ha tenido asentamientos étnicos diversos que van desde los tradicionales en todo el territorio nacional, hasta otros atípicos como son los denominados caimaneros (procedentes de las Islas Caimán y Jamaica), norteamericanos (al igual que en otros sitios durante la ocupación norteamericana a principios siglo XX) y japoneses, que han constituido poblados o caseríos con sus costumbres propias.
Estos grupos, basados en sus costumbres de origen, se manifestaban de acuerdo a las características sociales y económicas de sus miembros. Así por ejemplo, los caimaneros, de procedencia humilde, se dedicaban en lo fundamental a la caza, la pesca, pequeña agricultura, producción de carbón vegetal… Como en muchas partes del Caribe, utilizaban el coco y la llamada fruta del pan, en sus hechuras culinarias.
Los norteamericanos eran principalmente colonos y granjeros y se concentraban en el cultivo de los cítricos con tecnología de época. Los japoneses, de clase humilde también, eran pequeños agricultores, dedicados a la cosecha de hortalizas, verduras y algunos frutales. Se constituyeron en cooperativas que facilitaban el traspaso de información técnica entre sus miembros, y la dedicación y constancia que ponían en su empeño les permitió obtener cosechas de alta calidad y superiores rendimiento, competitivas en su momento, con las mejores de toda la república.
Como ilustración de la impronta que crearon estas comunidades en la actual Isla de la Juventud, extraemos párrafo de interesante artículo firmado por Pedro Fariñas Grondona, en el blog Cosas de Pineros, relativo a los caimaneros. “Los caimaneros y los jamaicanos, además de su fuerza de trabajo, muy vinculada a las labores del mar y la agricultura, cargaron con sus costumbres y tradiciones. El idioma, la religiosidad, el vestuario, las fiestas, la música, la danza y su exquisita cultura culinaria, se conservaron –se conservan- y se mezclaron entre los nativos, naturales e importados, de esta ínsula. A los caimaneros y jamaicanos, al igual que el resto de los caribeños, personas alegres y fiesteras, les place reunirse periódicamente y efectuar actividades para disfrutar de la música, la danza y las comidas. Violines, guitarras, filarmónicas, acordeones, bongoes, entre otros instrumentos, suenan –ya no mucho- para el disfrute de todos los participantes en las fiestas donde se encontraban los hombres y mujeres antillanos con algunos cubanos y, por supuesto, hoy lo hacen sus descendientes, todos mezclados. Aparece entonces el dumpling, el bou lup (pescados con viandas, dumpling y leche de coco), bacalao con ake (seso) y el congrí, aunque con leche de coco o aceite extraído del mismo fruto. Ah, los dulces, qué ricos, ya sea el Caqui, el Bun, el Corn Bread, el Toto, todos con una base de harina de pan o de maíz y la imprescindible leche de coco.”
Como un especial, hacemos un reconocimiento a los emigrantes japoneses que convivieron con cubanos y personas de otras nacionalidades en la Isla de Pinos, mostrando con su esfuerzo y sabiduría, como es que se aprovecha de manera óptima y sin justificaciones, las ventajas de nuestro suelo tropical.
Es curioso que en el libro de Coloma Garcés, tenga entre sus recetas algunas que responden a una procedencia “caimanarera” o “pinera”. La fecha de publicación del libro (1856), nos induce a pensar que lo de caimanero es referido a las Islas Caimán, pero en el caso de “pinero”, no consideramos que en aquellos tiempos se les llamara así a los moradores de la pequeña isla, casi deshabitada entonces y conocida como Colonia Reina Amalia. De hecho, el plato que se identifica como pinero, es más probable que tuviera relación con Pinar del Río.
BACALAO A LA CAIMANERA
Se respeta la formulación original
Limpio el bacalao, se echa en una cazuela, con ajos, sal, pimienta, azafrán, aceite, perejil, tomates, cebollas, orégano y agrio de naranja, con poco agua, se deja cocer, y al poco rato ya puede comerse, que no dejará de gustar bastante.
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