Isabel Santos: “Somos cronistas del tiempo que estamos viviendo”.
30 de agosto de 2017
|Fotos: Joel Guerra
MAGDA RESIK: Uno de los pendientes más grandes que yo tengo en mi vida es este, porque un periodista del sector de la cultura que se precie de serlo y que no haya entrevistado a esta gran mujer con la que hoy converso, pues tiene una asignatura pendiente, y bien grande.
El cine cubano encuentra en ella el rostro más querido de los últimos tiempos. Es una actriz completa, muy arraigada en el corazón de su gente, muy apreciada por las cubanas y los cubanos, pero muy reconocida internacionalmente. Nos ha conquistado desde todos los medios posibles donde las artes escénicas tienen un espacio, y siempre nos llama la atención la capacidad que tiene de desdoblarse en tan importantes personajes que ha asumido a lo largo de su carrera. Pero lo más hermoso que tiene Isabel Santos –en mi opinión– es que no se lo cree, y eso creo que es lo que hace que su grandeza sea aún mayor. Una mujer que constantemente está asumiendo los retos de la actuación como si fuera el primer día. Así que yo creo que va a ser un diálogo encantador. Isabel, vamos a empezar por el comienzo: ¿tú eras de las niñas chiquitas que ya actuabas, de las que se miraba en el espejo y estaba encarnando personajes, de las que soñaba con estar sobre un escenario en la pantalla de la televisión?
ISABEL SANTOS: No. Yo creo que yo no tenía conciencia de eso. Hay niños que sí. Primero por donde nací. A ver, yo nací el 4 de septiembre de 1961, mi nombre es Isabel Cristina Santos Téllez, nací en la provincia de Camagüey, y mis padres… Vamos a empezar haciendo un poquito de historia, aunque mucha gente lo sabe, pero uno no se puede olvidar de dónde viene. Mi padre fue carbonero desde que tenía 14 años, en Cayo Romano, Cayo Guajaba, Cayo Sabinal; era un hombre que quizás –que ya no está– tendría tercero o cuarto grado. Se alfabetizó con la Revolución y mi madre también. Mi padre era campesino, obrero, y mi madre lo que hizo toda la vida fue cocinar en un comedor obrero.
Pero yo nací en el mismo Camagüey, teníamos una casita, y en ese momento se fundaban las Granjas del Pueblo, esa entrada de la Revolución arrollando, que era como un tsunami, y ellos pues se integraron muchísimo. Y alguien les dijo: “Vamos a fundar Granjas del Pueblo”. Dejaron su casa y entraron a lo más profundo de la provincia a fundar esas Granjas del Pueblo. Para mí, con 40 días de nacida, por supuesto eso tuvo un costo tremendo, porque yo vine a ver la luz eléctrica de verdad a los 14 años. Entonces yo creo que, al no tener la luz eléctrica, descubrí el cine, como siempre lo he dicho, a través del carrito móvil. Una niña que no tuvo tantos juguetes, yo no tuve una niñez tan feliz, por muchas cosas: una madre que me ayudó muchísimo, con 75 pesos, a criarnos a mí y a mi hermano, y yo creo que ese faltante que tuve lo llené con otras cosas. Esa madre iba al pueblito de dos kilómetros, al central, y llenaba una jaba de libros. Yo recuerdo cuando leí Madame Bovary siendo muy niña. Ella no sabía lo que me compraba, pero yo leía mucho. Y quizás esa cosa debajo del mosquitero, en la oscuridad, me creó un mundo: me gusta pintar, me gusta escribir. Creo que a ella le debo mucho.
Pero nunca me paré delante de un espejo. No tenía conciencia. Admiraba eso que veía en la pantalla, eso que soy ahora, esas películas que vi a través del cine móvil; por eso para mí el cine es tan grande, porque creo que fue el camino que encontré, quizás en los juegos, en muchas cosas en aquel batey de diez casitas. O sea, es eso. Y les debo quizás a las carencias que tuve, luchar muchísimo para llegar o tratar de llegar.
MAGDA RESIK: Porque no has llegado.
ISABEL SANTOS. No. (RISAS) Aquí hay dos personas a las que yo quiero mucho, Lester y Marilyn Solaya, que han sido directores y saben que los quiero mucho, y saben que cuando yo asumo un trabajo lo asumo como si fuera el primero y el último, porque no sé hasta cuándo me van a llamar, porque yo he estado diez años sentada en mi casa, sin un salario y esperando que alguien me llame, porque también he cuidado mucho mi carrera; pero eso tiene un precio: no tienes con qué comprar la fruta bomba, no tienes con qué comprar la aspirina (RISAS).
Sí, nos reímos, nos pasa a todos; pero ese es el precio de cuando tú amas, y yo amo intensamente mi trabajo. Yo soy la mujer más feliz cuando estoy trabajando, y ellos dos lo saben.
MAGDA RESIK: Amas intensamente, y por otra parte dicen que el humor no es un recurso que Isabel solo emplea cuando está actuando. Sí, nosotros nos hemos reído mucho, hemos llorado mucho contigo y nos hemos reído mucho contigo, pero el humor es un recurso que me parece que Isabel emplea para la vida. ¿Es así?
ISABEL SANTOS: Alguien te dijo eso (RISAS).
MAGDA RESIK: No, nadie me lo ha dicho, nadie me lo ha dicho.
ISABEL SANTOS: A ver, eso sucede con los amigos cuando me siento muy bien. Yo soy una gente que observo mucho, y tuve un profesor muy grande, que es Raúl Eguren, un gran pedagogo, y entonces él nos obligaba desde el primer año a observar.
Yo puedo ser una mujer que puedo estar en un aeropuerto muy aburrida, y empiezo a mirarles los zapatos a la gente y a sacar historias por los zapatos, o cuando estoy en una funeraria. No lo puedo dejar de hacer. Le voy inventando como historias a cada persona.
Hace poco estaba en Santiago de Cuba con un grupo al que Indira le ha puesto La Guagüita, y había dos personas lejos –nos habíamos tomado tres o cuatro cervezas–, y entonces yo empiezo a hacer un doblaje de esas dos personas, pero es que al final lo que yo estaba doblando, que era a una distancia más lejos que de aquí a la puerta, nos dimos cuenta de que sí, que estaba sucediendo. Entonces eso es observar. Yo creo que es algo que deben tener los actores. Sí, imito a amigas, programas de televisión, pero lo hago en círculos muy cerrados (RISAS).
Siempre la gente me ve como una actriz más dramática. Me gustan mucho las comedias de situación, no creo que sea una actriz que haga reír a la gente; pero sí soy como la payasa del grupo de mis amigos, ¿no?
MAGDA RESIK: Más vale reír.
ISABEL SANTOS. Sí, más vale reír que llorar.
MAGDA RESIK: Se llora mucho, así es. Isabel, aquí, por ejemplo, hay dos directores de cine que tú has dicho que quieres mucho, Marilyn y Lester. Los dos han hablado de ti y de tus condiciones como actriz, y hay un tercer director, que no está aquí, pero a mí me gustaría que estuviera en esa triada de la que podemos hablar ahora, que es Fernando Pérez, y habrá un cuarto y un quinto del que tú quieras hablar. Cada uno de ellos tiene su modo, su manera de enfrentar, desde la dirección, la actuación. ¿Cómo eres cuando asumes el reto de un personaje con ellos? ¿Eres dócil? ¿Eres rebelde? ¿Contribuyes a la construcción del personaje con ellos, o simplemente te dejas dirigir? ¿Qué tipo de actriz es Isabel?
ISABEL SANTOS: He sido rebelde. Cuando uno es joven, cree que se lo sabe todo, o cuando sales de una escuela de arte, y todavía no eres actor. Yo entré al cine con aquellas grandes cámaras de 35 milímetros, y tú sentías “chchch”, cómo empezaba. Y aún yo lo extraño porque yo sabía que cuando aquello empezaba “chchch”, ya se estaba rodando, y eran pies de película que, por ejemplo, Fernando Pérez me decía: “No tenemos tanta película, vamos a toma uno”. Ahora, con el digital, se pueden hacer maravillas, aunque yo –Marilyn y Lester lo saben– trato de entrar a la primera toma, creo mucho en eso que yo he preparado tanto.
Soy una actriz que me preparo, me gusta mucho el trabajo de mesa, como le decimos, esa prefilmación; la época en que se está desarrollando la película. Hablo mucho con el director, ellos saben que los llamo muchísimo; si tengo una idea, se la digo, y con los años he madurado, pero hay que respetar, porque el único que tiene toda la película en su cabeza es el director.
Yo tengo un personaje, y tienes que ser dúctil. Yo entré con Lester en una película que me llamó cuatro días antes, y yo tenía que tener una velocidad en esta cabeza y lograr que todo lo que él quería estuviera en mí, o sea, tratar de no perderme nada, y así sucedió. Con Marilyn tuve más tiempo con la Sisi. Pero la gente a veces dice: no, las directoras. Ella me entendía cuando yo le decía: Yo quiero que la Sisi…
Escribimos –recuerdo– una escena, que yo le llevé algo y ella me empezó a arreglar cosas, un monólogo que ni estaba, que toda la vida se lo voy a agradecer –es ese monólogo de Sisi con el padre de la protagonista–, y esos son regalos que te hacen los directores. Te tienes que portar bien (RISAS).
Sí, claro, están pariendo un hijo, que es su película. Todos los días no tenemos oportunidad de que nos llamen. Entonces para mí el cine es sagrado, para mí mi centro de trabajo es el ICAIC, aunque nunca he estado en una plantilla. Ese es mi amor por ese trabajo.
Ellos saben que soy disciplinada, que llego temprano, que exijo y me exijo. Eso es trabajar.
MAGDA RESIK: ¿Cómo es la preparación del personaje dentro de la casa, en la intimidad de casa? ¿Qué sucede allí, cuando no estás en el trabajo de mesa?
ISABEL SANTOS: Yo no me aprendo la letra antes como otros actores. Según el personaje. Por ejemplo, La pared de las palabras me llevó un sufrimiento del cual yo trato siempre de zafarme. Mi casa es mi burbuja, mi mundo, y yo no quiero nunca llevar esos dolores, ya con los que tengo es bastante, ¿no? Pero ese fue un personaje que me llevaba a un silencio, no sé por qué. Y siempre encuentro una música; Lester lo sabe, Marilyn también. Lester decía: “la música de mi película es tal”, y entonces yo le decía: “No, la música para mí, interior, es Juan Formell con Un amor que se muere”. Yo tengo una música interior para cada personaje, no todos los construyo igual. Sisi me llevaba a un nivel de locura, hasta que un día me encerré con la verdadera Sisi, y le dije: “Lo que yo voy a grabar aquí nadie lo va a saber, tú y yo nada más”, y ahí ella me entregó su alma. Por eso yo digo que soy una robadora de vidas. Observo mucho, y a veces una palabra de un director es una explosión. Otros directores no logran eso, tienen que conversar mucho, o saben lo que te quieren pedir, pero no saben cómo. Entonces tienes que estar muy atenta, no puedes estar mirando las guasasas, tienes que ponerte las pilas porque hay mucho dinero corriendo, o por lo menos yo lo siento así: cada día de filmación es dinero, y si fuéramos los dueños del dinero –ustedes que trabajan en la contraloría (RISAS)–, sabríamos que es terrible. Entonces el productor está agitando al director, el director a ti, el otro a las luces, y hay que estar muy concentrado y hay que quererse.
Yo creo que a veces veo a los jóvenes y me da… Cada generación es diferente, pero yo creo que se necesita disciplina y se necesita respeto hacia esas personas que te llaman. Y eso es lo que trato de hacer, no hay magia; es eso, es trabajar.
MAGDA RESIK: Hay una pareja mítica del cine cubano, de la cual estuvo hablando aquí el hombre de la pareja, el director de una de las películas, y también Fernando ha estado aquí hablando de eso, pero nunca había podido hablar contigo de esa pareja, que se reencuentra a ratos y es un goce para todo el público cubano, que es Luis Alberto con Isabel (APLAUSOS).
Eso es algo que desde Clandestinos nos conmueve mucho. Y a cada rato, felizmente, el cine cubano nos vuelve a regalar un reencuentro. Yo creo que van a hacer una después, cuando ya sean octogenarios, alguna de esas del adulto mayor, de algún conflicto, del tipo como hacía Consuelito Vidal.
ISABEL SANTOS: No nos falta mucho (RISAS).
MAGDA RESIK. No, por Dios. Eso es como un regalo para todos, pero ya Luis Alberto me habló de lo que representa para él unirse contigo. Pero, ¿qué representa para Isabel, cuando esos dos monstruos de la actuación se enfrentan?
ISABEL SANTOS: Es competir sanamente. Tú sabes que Luis Alberto te va a estar levantando la parada y que cada día llega con algo. Por tanto, te tienes que preparar. Es como cuando se trabajaba con Humberto Solás, que te podía cambiar el texto, que te podía cambiar lo que tú tenías muy armadito.
Luis Alberto es un hombre que sabe mucho, que ama mucho su trabajo, y que es como un caballo desbocado a la hora de trabajar; nos parecemos mucho en ese sentido. Claro que han pasado años, no somos los muchachos de Algo más que soñar, la vida nos ha marcado, y creo que ahora, en la película de Lester, decíamos: “Vamos a presentarnos no como los muchachos de Clandestinos, sino con todos los años que tenemos, que duelen. A nadie le gusta verse las arrugas; pero Lester nos insinuó y fue como que nos prendimos de aquella verdad, y era de verdad; era que cada noche yo creo que se nos veían más arrugas, que sufríamos más. Y es una película que… A mí nunca me gusta entregar mis angustias, mis dolores; yo no trabajo esa memoria emotiva que pide Stanislavski, que quizás uno tiene que ir buscando dentro de uno; yo me alejo de qué le sucede a Isabel, voy a otras vidas, me reinvento. Yo no puedo matar a mi hijo cada vez que voy a llorar; yo he llorado por tantas cosas en el cine cubano, y he llorado de verdad por eso que está ahí.
Yo creo que Luisito es camaleónico, es un actor que todo el mundo quiere tener. A veces tenemos unos desencuentros terribles. Es que hay cosas que se pierden en el camino, la gente se divorcia, se casa, no sé qué. Aquel grupo que empezó en Algo más que soñar, que nos reuníamos todos los fines de semana, eso desapareció porque la vida nos fue llevando por otros caminos; pero hay algo que queda: cuando nos miramos, hay mucho amor, hay mucha vida vivida, hay desgarramiento, hay mucha piel; es como una cebolla, le vas quitando todo y al final queda… Trabajar junto con Luis es un reto.
Yo tengo actores que sé que, cuando me voy a enfrentar, me tengo que preparar mucho, no para estar mejor que ellos. A mí me encanta trabajar con buenos actores, porque sé que llego y empiezo a temblar y, cuando eso me sucede, es que hay verdad. No me gusta trabajar con malos actores.
MAGDA RESIK: ¿Qué cosa es actuar? Te puede parecer elemental la pregunta, pero es fundamental que se lo digamos a los más jóvenes. ¿Qué cosa es actuar? ¿Y qué compromiso tiene un actor con la vida, con el arte, con la sociedad?
ISABEL SANTOS: Actuar, algunos dicen que es una mentira, otros dicen que es imitar algo. Los políticos, cuando tiran una elección, son los que más actúan, casi en todos los países. O sea, cuando tú quieres demostrar, empiezas a sonreír cuando no quieres sonreír. Es como a veces, cuando la gente te saluda en la calle, y tú tienes que tener la sonrisa aunque te vayas muriendo.
Hay gente que se pasa… Todos actuamos en la vida: tú actúas, yo actúo, él actúa, todos, hasta para enamorar. ¿Qué hombre no ha metido mentiras? O te crees la más…, la gente se va pavoneando por la vida, actúa porque lo necesita. Cuando eres consciente de lo que vas a hacer, es lo que hacemos los actores: estamos entregando nuestra piel, pero por dentro estamos haciendo un personaje, es una vida que no nos corresponde, que no es nuestra. Entonces eso es muy complicado, Magda, de darte una definición de qué es actuar. Es según, cada uno lo ve diferente.
Yo he leído muchos libros, desde Marlon Brando, Liv Ullmann, todo el mundo tiene como una definición. Para mí es la verdad. Yo en mi trabajo –es mi trabajo– es la verdad más absoluta. Yo no creo cuando la gente dice: los actores somos mentirosos. No, no, es la verdad.
MAGDA RESIK: La verdad es un buen personaje, bien encarnado.
ISABEL SANTOS: Sin verdad no hay personaje.
MAGDA RESIK: Vamos a un tema que es siempre el plato fuerte de estos encuentros. Hay colegas tuyos que han triunfado por ahí, por Latinoamérica, por el mundo; tú lo has hecho a tu manera, que ha sido una manera muy criolla y muy cubana de hacerlo. Pero indiscutiblemente, los personajes que encarna Isabel son cubanas, son de una “cubanada”, de una criollada así tan raigal, que a mí siempre me despierta la curiosidad. Alguien que nos sabe representar tan bien, que nos encarna tan bien en nuestro espíritu, en nuestra alma, ¿cómo nos explica como cubanos? Alguien que goza con observarnos, ¿cómo nos explica como cubanos? ¿Quiénes somos las cubanas y los cubanos?
ISABEL SANTOS: Mira, yo vivo en Cuba porque yo quiero vivir en Cuba, a mí nadie me obliga. Yo le decía a alguien de la Asociación Hermanos Saíz que lo único que yo he sido en mi vida es pionera (RISAS): pañoleta azul y blanco, pañoleta azul y después la pañoleta roja. Pionera. Yo recuerdo que, en la Escuela de Arte, me dijeron que yo no era comunicativa y que por eso no podía ser militante de la Juventud. No ponía papeles en los murales, era una chiquita muy introvertida, penosa; pero me perdí ser militante de la Juventud.
Después pasaron los años, y un día me paré en una asamblea, y dije que dónde estaban en la cultura los tanques pensantes, o sea los militantes del Partido, esa vanguardia, y levantó la mano una persona y dijo: “Bueno, me voy de aquí porque para hacer catarsis me quedo en mi casa”.
Para yo vivir en este país no tengo que pertenecer a nada. Yo vivo en este país porque soy martiana, porque he sido muy fidelista, porque creo en esta Revolución (APLAUSOS). Y lo digo porque muchos se avergüenzan. Yo no me avergüenzo, y el que me quiera criticar, que me critique. Vivo dentro de mi casa, creo enormemente en el cine que se hace, soy supercrítica, hipercrítica. Me cae muy mal todo el cambio, todos estos valores, todo lo que el Período Especial nos ha metido. ¿Cómo salvar este país? ¿Cómo? Estamos a tiempo. Yo no quiero que esto se convierta en eso, no voy a convertir esto aquí en una cosa del sindicato, por favor; pero tengo que hablar, tengo que hacer catarsis en alguna parte.¿En qué se ha convertido nuestro país? Me da mucha rabia lo mal hecho, me da mucha rabia que se robe, me da mucha rabia la falsa moral, ¡rabia, rabia, rabia! Pero a pesar de esa rabia, yo decidí vivir en Cuba porque, cuando he tratado de vivir fuera, me parece que estoy viviendo con la suegra, y a mí no me gusta vivir con la suegra. Entonces se lo dije un día en un documental.
Era como Juan Formell, porque soy muy vanvanera, porque somos como cronistas del tiempo en que estamos viviendo. Hay gente que siente como vergüenza de decir… No, yo no siento ninguna vergüenza; yo he perdido cosas en la vida por pensar como pienso. Lo que no voy a perder es mi lugar, mi losa; yo tengo mi losa en este país, aquí, míralo, quepo en una losa. Y cada vez que hago, ¿qué voy a hacer? A la mujer cubana. Yo hago lo mismo, aunque vaya a la bodega, que un día dije que no iba más. Entonces mi marido lo hace, el pobre (RISAS). Les digo por qué: porque había un señor en la cola, y entonces yo pedí el último, y el hombre me dice: “¿Y usted es Isabel Santos?” Dígole: “Sí, ¿qué tal?” Y me dice: “No, pero usted está destruida”. (RISAS) Le dije a mi marido: “Es hora ya de que vayas a la bodega tú”.
Yo creo que yo no podría vivir en otro lugar. Claro que me gusta viajar, no me estoy rasgando las vestiduras, por favor; es mi decisión personal vivir como vive cualquier cubana, con mi pareja y un perro, que al final, en esta edad, ya lo que te viene quedando es el perro (RISAS). No soy una gente que salgo mucho, siempre estoy en mi casa, en fin, es eso. No sé si me perdí la pregunta o si voy bien.
MAGDA RESIK: No, para nada, vas muy bien. Háblame de los medios, de los distintos medios en los que has trabajado. ¿Son todos?
ISABEL SANTOS: No, no todos.
MAGDA RESIK: ¿No te gusta la radio?
ISABEL SANTOS: No, trabajé en la radio, pero mi voz no es linda para la radio, nunca ha sido bonita. El teatro… Me gradué e inmediatamente empecé a hacer cine.
Yo empecé en la televisión con Juan Vilar, que descubrió a un grupo de jóvenes, cuando no había jóvenes en la televisión; un hombre que se arriesgó muchísimo en aquellos años, y entramos a la televisión: Jorge Martínez, Luis Alberto, que vino después; Renecito, en una novela que se llamaba Pasos hacia la montaña.
Después, inmediatamente, hice Se permuta, Algo más que soñar, y ya decidí, aunque a algunos actores les moleste, yo no me siento bien en el teatro, no me siento bien, no me imagino ensayando todos los días el mismo personaje o buscándole la… Mi búsqueda es otra. Y voy al teatro, y digo: “Ay, qué cosa más hermosa; ay, qué envidia, rosada por supuesto, pero qué envidia”; pero sé que no lo voy a hacer. Y ya con 56 años no lo voy a hacer.
MAGDA RESIK: Tú sueles remachacar mucho en el tema de la edad, pero yo sé que a ti hay cosas que te molestan de los jóvenes que entran hoy en la actuación –un pajarito vino volando y me lo dijo–, y es un buen momento para aprovechar para hablarles a ellos, no en tono de consejo ni de madre superiora del convento, sino en tono de la modestia con la que hay que entrar a la profesión, el modo en que hay que llegar a la profesión, como lo has hecho tú, ¿no?, que eres un paradigma para nosotros. ¿Qué les dirías a ellos, que están sentados hoy por aquí?
ISABEL SANTOS: No sé, eso de dar consejos… Imagínate tú. Eso tiene que ver con las escuelas, con las Escuelas de Arte. Yo creo que hay un faltante muy grande. Ser pedagogo es algo muy serio; a impartir clases yo no me atrevería nunca. Uno puede dar una conferencia, pero pararte delante de un aula… Y eso se ha perdido.
Yo recuerdo que a Raúl Eguren el que le llegara tarde, cinco minutos tarde a su clase, le decía: “Todos para arriba del escenario, tienen dos puntos menos en el examen final”. Y ese día nos hacía sentar en un tablón, todos así agachaditos, sin comer, con un hambre terrible, y nos dejaba ir a comer a la ENA y volvíamos de nuevo para arriba del tablón. Y él sentado en el medio del teatro. A mí no se me ocurre llegar tarde. Era disciplina, mucha disciplina, no militar, pero sí disciplina. Y así era con los músicos, con los plásticos, y todos nos interrelacionábamos.
Imagínate cuántos pintores pasaron por la ENA. Esos muchachos de artes plásticas tuvieron de profesores a los grandes pintores de este país, la televisión tenía a los grandes escritores; ahora no, la gente se avergüenza, los que escriben, de que sus libretos vayan a la televisión.
Tenemos un cine de autor porque no tenemos quien lo escriba. Y profesores… Yo no creo en los Profesores Emergentes, que me perdone quien… No lo creo; yo creo que es una vocación. A mí jamás se me ocurriría pedir Médicos Emergentes, porque me pueden matar. Yo sé el país cómo está, necesita que den clases y todas estas cosas, pero para mí la enseñanza, eso algo que en algún momento… Ojalá que este país logre que nuestras Escuelas de Arte tengan esos profesores que tuvimos.
Como tampoco puedo creer… Me encanta que existan programas de Bailando en Cuba, Sonando en Cuba. Si nosotros en este país luchamos tanto porque la gente saliera de Escuelas de Arte, ¿cómo vamos a hacer Reina por un día?
Galería de Imágenes
Comentarios