Irene Wright
20 de junio de 2018
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La norteamericana Irene Aloha Wright que con tanta pasión indagó en la historia, es en sí misma una figura merecedora de un poco de historia. Buscar sus datos biográficos no ha resultado fácil: en español, apenas encontrará algo; en inglés, un poco más.
Vivió alrededor de 10 años en Cuba, y en 1919 presentó al concurso convocado por la Academia de la Historia de Cuba con motivo del cuarto centenario de la fundación de la ciudad, su libro titulado Historia documentada de San Cristóbal de La Habana en el siglo XVI. Ganó el premio (medalla de oro y cifra en metálico) y su obra salió publicada por la imprenta Siglo XX, de La Habana Vieja, en 1927.
Allí, en las páginas inciales, se lee:
“Debo en primer término llamar la atención hacia el hecho de que la presente obra no está basada en ninguna otra anterior. Se ha escrito directamente sobre los documentos de Sevilla y espeicalmente para este concurso a premio. El texto, con sus muchas fechas, nombres y detalles hasta ahora completamente desconocidos, sus citas de documentos hasta ahora no dados en ningún trabajo, su apéndice con documentos originales inéditos, y sus ilustraciones consistentes en planos previametne desconocidos, le dan un carácter de novedad histórica que no creo excesivo de mi parte subrayar para distinguirla de cualquiera otro de segunda mano”.
Todo cuanto Wright afirma es cierto y ello confirió a sus trabajos el mérito de la excepcionalidad.
Algunos años después –en 1924– repitió el premio, esta vez con el libro Historia documentada de San Cristóbal de La Habana en la primera mitad delsiglo XVII, publicado por la misma imprenta, en 1930, que causó similar impacto entre los colegas hitoriadores cubanos, por cuanto sus textos eran originales y resultado de pesquisas en el Archivo General de Indias de Sevilla.Tales libros no han perdido un ápice de su importancia, lo cual es el mejor premio a que puede aspirar un investigador al cabo de más de nueve décadas de haberse escrito.
Sus vínculos con Cuba los estrechó en su condición de corresponsal en La Habana del Havana Post entre 1904 y 1905, y su labor de editora para el Havana Telegraph, de 1905 a 1907, llegando a ser propietaria del Cuban Magazine desde 1908 hasta 1914. En 1910 publicó en Nueva York un libro titulado The Early History of Cuba y numerosos artículos en revistas, si bien no siempre sus apreciaciones de índole personal respecto a los cubanos fueron compartidas por estos.
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