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Infanta Eulalia de Borbón

23 de julio de 2024

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La celebridad de los personajes de la nobleza no siempre está dada por lo que con su hacer en la vida consiguieron, sino por causas preestablecidas y heredadas ya al nacer. No obstante, Doña María Eulalia Francisca de Asís, Infanta de Borbón e hija de la reina de España Isabel II, es una figura con rasgos propios y merecedora del recuerdo.

Ya en José Martí, quien probablemente la viera durante su estancia en la Península, había llamado la atención esta joven a la que así describe: “Cierto que llevan los ojos tras de sí su reír bullicioso, sus claros ojos azules, su cabello áureo, su fisonomía resplandeciente y móvil. Es fama que tiene voluntad recia…”

Cuando Eulalia arriba a La Habana el 8 de mayo de 1893 tiene 29 años y, según se afirma, desembarca vestida de rojo, blanco y azul. Aunque la ciudad –y el país todo– vive aún a la expectativa de reanudar su campaña emancipadora (lo hará el 24 de febrero de 1895), el recibimiento a la princesa española es cordial por la población, que la acoge con simpatía, tal vez por lo que tiene de inusual una presencia como la de ella por tierras entonces coloniales.

Eulalia no era, en modo alguno, persona desentendida de la situación cubana. Ella misma diría así: “En Madrid residía un jefe revolucionario de muchos prestigios, el general Calixto García… Me puse, empero, en contacto con García por intermedio de un amigo común, y gracias al culto cabecilla cubano pude penetrar un poco en la realidad del problema.”

Hasta se afirma que antes de partir, la princesa se atrevió a manifestar en la Corte española la posibilidad de la concesión de autonomía para Cuba.

La calidez del clima insular, la hospitalidad de las gentes y la buena disposición con que ella cruzó el océano, favorecen un acercamiento natural entre la Infanta y los cubanos. No se deja engañar por la pompa oficial que la halaga y mima, pero que cuida de no revelarle las sórdidas interioridades de un régimen que coarta las libertades de un pueblo y castiga con las más duras penas cualquier intento de ruptura con la metrópoli.

Mucho después, Eulalia escribirá en sus memorias:

“Pocos días me bastaron para darme cuenta de la verdadera situación cubana. Detrás de las atenciones, de la gentileza y afabilidad de los habaneros, se descubría su pensamiento político distanciado de la Corona. La revolución latía en la entraña cubana.”

De La Habana prosiguió viaje a Estados Unidos, para asistir a la Exposición Universal de Chicago y nunca más volvió a pisar tierra cubana. Tuvo una larga vida de 94 años que se extinguió en 1958.

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