Ignacio Cervantes en la mirada de José Martí

30 de julio de 2021

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Pedro Pablo Rodríguez

Hace 174 años, el 31 de julio de 1847, nació en La Habana Ignacio Cervantes Kawanagh, personalidad descollante de la música cubana como pianista y como compositor de amplia y reconocida obra. Fue alumno de otro afamado, Nicolás Ruiz de Espadero, y a los dieciocho años viajó a París para incorporarse al Conservatorio Imperial, donde obtuvo un gran premio de piano. Regresó a La Habana y entregó los ingresos de varios recitales para los patriotas de la Guerra de los Diez Años, por lo cual fue expulsado de Cuba. Se estableció en Estados Unidos entre 1875 y 1879 cuando, terminada la contienda, volvió a la patria.

Martí, casi seis años más joven que Cervantes, se refiere a él por vez primera en medio de una de las tantas polémicas que sostuvo en México con el diario La Iberia, siempre defensor del colonialismo español. El 6 de junio de 1875 en la Revista Universal, de cuya redacción formaba parte, Martí, con cierta sorna, explica la salida de la isla de Cervantes y del violinista José White, pues ambos, dice, recibieron una “súplica” del jefe de la policía colonialista de abandonar el país “por razones de alta política”. Posiblemente fue el violinista, durante sus presentaciones en la capital mexicana semanas atrás, su fuente para conocer de aquella curiosa manera de desterrar a ambos, motivada quizás por tratarse de admirados artistas en los escenarios europeos.

Cervantes aparece de nuevo en los escritos martianos en 1892. Ya el Maestro era el Delegado del Partido Revolucionario Cubano y el director del periódico Patria, y en la edición del 21 de mayo de ese año comenta la presencia del pianista en dos de los bastiones del independentismo cubano en Estados Unidos: Cayo Hueso y Tampa.

Cervantes estuvo acompañado por el violinista cubano Rafael Díaz Albertini y juntos ofrecieron un recital en el Cayo. Fue aquella una función de beneficio para el escenógrafo cubano Ayala, allí residente, quien regaló a los músicos el telón que él había pintado para ese momento. Martí se hallaba en Nueva York y no asistió a dicho concierto, y seguramente basó su texto en informaciones de periódicos de los emigrados en aquella isla que marca la frontera sur del estado de Florida. De la ejecución de los artistas señala: “¡Ni se escapó jamás del teclado soberano del uno, ni del violín impecable del otro armonía semejante a la que en aquella visita de los hombres del trabajo de salón a los hombres del trabajo de la fábrica ascendió, como una promesa de paz, como una proclama de concordia, del silencio satisfecho de aquellos corazones!”

Y continúa destacando las patrióticas palabras pronunciadas por Cervantes ante los tabaqueros: “Solo he tenido dos orgullos en mi vida: el primero, haber nacido en Cuba, y el segundo, haber obtenido el Primer Premio en el Conservatorio de París para poder ofrecérselo como tributo de amor a mi patria querida, y de hoy más, el tercero, por esta visita al taller donde se me acoge de este modo por mis amados compatriotas, los honrados obreros que aquí se encuentran.”

Más adelante, alaba Martí al pianista con esta imagen: “Cervantes, como el griego de la cuadriga, desataba, o enfrenaba, o encabritaba las notas…” Y como líder que ya era de las aspiraciones de todos los patriotas, culmina así su escrito: “Los obreros del destierro, que adornan sus casas con los retratos del orador, del pensador, del héroe domiciliado en la colonia, aplaudieron, aplaudieron del alma, a los cubanos de la isla. Las flores que premiaron al mérito de los cubanos de la isla, de Albertini y Cervantes, fueron las flores del destierro.”

La entrega patriótica de los músicos, como Cervantes, fue apreciada, pues, por Martí tanto como ejemplo de la unidad necesaria entre los trabajadores, los del arte y los de las fábricas, y entre todos los cubanos, los residentes en la patria y los de la emigración. Para el Maestro, Ignacio Cervantes fue un combatiente, con su arte, sus acciones y sus ideas, un imprescindible por la unidad para la libertad.