Iglesia Nuestra Señora de la Merced (II)
12 de agosto de 2016
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Los frailes sufrieron la suspensión de su oficio en 1820, y en 1841, con la secularización de las órdenes en la Isla, quedó ocupado el convento y cerrada la iglesia. Los dos reabrieron en 1844 bajo la advocación de 6 sacerdotes regulares y seculares que continuaron hasta 1862, año en que se ocupó de la casa la congregación de la Misión de San Vicente de Paúl. Fue la época en que el padre Jerónimo de Viladás emprendió la terminación de la iglesia y la restauración de lo existente que ya se encontraba en mal estado. Las obras pudieron hacerse gracias a las limosnas y donaciones. El padre Viladás, por quien los paúles sintieron gran admiración, está enterrado en la capilla de Lourdes de la propia iglesia.
Joaquín Weiss describe magistralmente las soluciones constructivas, espaciales y decorativas, dadas a la iglesia y el convento: “Las naves principales de la iglesia forman una cruz latina que con las naves laterales y las capillas de la cabecera, completa un rectángulo. Las naves se cubren con bóvedas de arista en tramos rectangulares en la nave central, y cuadrados en las colaterales, al paso que sobre el crucero se levanta una pequeña cúpula. La separación de las naves es por arcadas sobre pilares con pilastras adosadas, sobre las cuales revuelve el entablamento; y su iluminación es por lunetos bajo las bóvedas: una estructura enteramente conforme a las iglesias europeas de la segunda mitad del siglo XVII. La suntuosa decoración mural, única en nuestras iglesias coloniales, data del último cuarto del siglo XIX, y en ella participaron pintores cubanos de alto rango como Melero, Herrera, Chartrand y Petit; también contiene la iglesia valiosos cuadros, de los que algunos se atribuyen a Zuloaga, Murillo y Alonso Cano. Del claustro se construyeron: la galería Norte, que corre por el costado norte de la iglesia, con más de ocho metros de puntal, formada por una gigantesca arcada de medio punto sobre columnas, y las galerías Este y Oeste; pero quedó sin terminar la del lado Sur. Algunas de las ventanas conservan rejas de madera torneada del tipo usual en el siglo XVIII. A pesar de su terminación y decoración en el siglo XIX, es indudable que, en lo fundamental, la iglesia de la Merced es una obra de la segunda mitad del siglo XVIII. La desnudez de sus paramentos exteriores exalta la estructura arquitectónica de órdenes adosados con entablamentos revueltos, acumulados en el centro como en muchas iglesias barrocas italianas, que imprimen al edificio un fuerte acento vertical.”
Como bien señala Weiss, si la Catedral marca el clímax del barroco en Cuba, la Merced es el último ejemplar barroco en descenso hacia el neoclasicismo.
Según Manuel Fernández de Santelices, en 1931, se le repararon las pinturas y el decorado bajo la dirección del reconocido pintor cubano Pastor Argudín, quien había sido ayudante de Manuel Lorenzo en esta obra. Otra restauración se le hizo en 1963 cuando se cumplió el centenario de haber tomado posesión los padres paúles, de la iglesia y convento. Igualmente se retocaron las pinturas, se reconstruyeron los altares de la Milagrosa, de la Caridad y de Jesús Nazareno. Las imágenes de San Antonio y San Francisco de Paula recobraron su primitivo aspecto barroco.
Su culto está entre los más populares de Cuba, desde los inicios hasta la actualidad. Durante la segunda mitad del siglo XIX y todo el siglo XX, fue considerada como la iglesia de moda entre la burguesía habanera, por la fastuosidad de sus altares y decorados. Numerosos autores costumbristas del siglo XIX le dedicaron amplios espacios como lugar de culto preferido por la aristocracia habanera, y también por la gran cantidad de mendigos que se situaban en sus puertas para recibir la limosna. Dedicada a Nuestra Señora de La Merced, que se sincretiza con el oricha cubano Obatalá, se celebra la fiesta de esta advocación de la virgen los 24 de cada mes, y en particular, el 24 de septiembre, cuando recibe miles de fieles y creyentes los que pueden subir hasta su camarín para reverenciarla. Es la tercera festividad religiosa del país, sólo superada por las dedicadas a San Lázaro y la virgen de la Caridad, patrona de Cuba.
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Comentarios
Me gusta la historia y mas cuando esta detallada y Yamira da gusto leer sus trabajos. Gracias René León