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Günter Grass

5 de febrero de 2016

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El suave invierno casi se despedía cuando en los días finales de febrero de 1993 arribó Günter Grass. Era la suya una visita privada. Pese a ello no pudo evitar el homenaje de los lectores y funcionarios del Instituto Cubano del Libro.
Mundialmente conocido por su novela El tambor de hojalata –vista también en la versión cinematográfica de Volker Schlöndorf, de 1978–, el multifacético artista (novelista, poeta, dramaturgo, escultor, ilustrador) asistió a la presentación en el Palacio del Segundo Cabo, en la tarde del 2 de marzo, de su texto Inundación, pieza teatral sobre la cual expresó al periodista de Juventud Rebelde:
“Escribí Inundación a principios de los cincuenta, cuando estudiaba en la escuela de artes de Berlín.
Después en Europa, el autor empezó a jugar un papel secundario en la vida teatral. Me niego a pensar que autores como Moliere, Shakespeare o Schiller sean solo un libreto, un pretexto en manos de un director. Por esa razón dejé de escribir teatro, pero tengo la esperanza de que otros directores, los más jóvenes, le den al escritor el lugar que se merece en el teatro.
Inundación fue presentado por la Editorial de Arte y Literatura con motivo de la visita del escritor, quien autografió ejemplares y se sintió agradablemente sorprendido por la aceptación de su obra. Desde 1989 tenían ya a mano los lectores cubanos El tambor de hojalata, en traducción castellana. Esto se debió a la gestión de la misma casa editora, por lo que la nueva entrega, ahora en el género teatral, revelaba una faceta diferente del autor.
Considerado entre los escritores europeos más brillantes de los últimos decenios, y en especial de la narrativa alemana de postguerra, la presencia del señor Grass marcó un momento de boom de la literatura germana en el ámbito antillano, porque si bien el listado de escritores de esa nacionalidad publicados en Cuba es notable, la amplia cobertura informativa con que se siguió esta visita hizo a muchos volver sobre sus pasos, detenerse ante las estanterías y recrearse en la riqueza de una literatura que, desde el Cantar de Hildebrando y el Cantar de los Nibelungos hasta Grass y Süskind, aporta un espectro de matices capaz de satisfacer las más variadas apetencias.
Günther Grass ganó el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y el Nobel de Literatura, ambos, en 1999.

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