Francis Ford Coppola
24 de enero de 2025
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El 30 de septiembre de 1975 arribó Francis Ford Coppola a La Habana como parte de una delegación de cineastas norteamericanos. Llegaron invitados por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (Icaic) y tan pronto pisaron tierra cubana, además de percibir el calor húmedo de la estación, fueron asediados por las preguntas de los periodistas. Junto a él vinieron la bella Candice Bergen (Soldado azul, Vivir por vivir…) el productor Bert Scheneider (recuérdese Corazones y mentes) y algunas personalidades más del séptimo arte.
Por aquellas fechas se proyectaba en Cuba El padrino. La cinta, al igual que en todas partes, conmocionaba por su calidad técnica, música atractiva, tema absorbente, diálogos e interpretaciones inolvidables. Y por supuesto que no eran pocos los comentarios elogiosos respecto de la maestría de su director Francis Ford Coppola.
Precisamente fue él quien aludió a la producción cinematográfica en Estados Unidos y destacó “cómo está regida, en sentido general, por el factor comercial. A un director cuya primera obra no tenga aceptable éxito de taquilla, se le hace difícil ir a una segunda realización”.
Acerca de la segunda parte de El Padrino, concluida hacía poco tiempo, dijo así:
“Las escenas que abordan la introducción de la mafia en Cuba en la década del 50 y otras que se refieren a los últimos momentos de la tiranía batistiana, fueron realizadas, no obstante tratarse de un filme de ficción, con el cuidado de no alterar la realidad de la historia”.
Coppola y los demás cineastas dejaron en claro su interés por el cine cubano, sus realizaciones, temas y perspectivas. Hubo elogios para producciones por ellos conocidas, tales como Lucía, La nueva escuela y El hombre de Maisinicú.
Con mirada curiosa, espíritu inquieto, afán de búsqueda, criterio independiente y voluntad amistosa, míster Coppola y sus acompañantes de viaje se nutrieron de nuevas experiencias.
Coppola en particular tenía aún mucho camino por recoger y muchos éxitos por cosechar. Desconocemos si ya rondaba su mente un tercer Padrino, aunque no era asunto de dudar mucho porque talento y arte nunca han escaseado en la obra de este artista de la dirección cinematográfica.
A Coppola (1939) se le considera uno de los mejores directores de la segunda mitad del siglo XX, y de todos los tiempos del séptimo arte.
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