Fracasos: ¿prevenibles o no?
14 de noviembre de 2014
|Hablamos acerca de cómo los fracasos pueden convertirse siempre que nos lo propongamos en fuente de aprendizajes y de adquisición de experiencias en nuestro vivir cada día, pero que esto no significaba en modo alguno el propiciarlos y no evitarlos, porque en realidad siempre que se puedan evitar, es recomendable para la salud, y no por ello dejarán de erigirse como un caudal de conocimientos y de experiencias en el vivir cada día.
¿Se pueden prevenir los fracasos?
Hay ocasiones que sí, otras no, por muchas medidas preventivas que tomemos, por mucha seguridad que tengamos que todo saldrá bien, podemos fracasar, presentarse algo no previsto, no tenido en cuenta, pero decía que hay otros que si se pueden prevenir y que en ocasiones, nos ciega la creatividad, la inspiración y nos olvidamos de lo objetivo, de las condiciones reales y concretas.
¿Cómo prevenirlos, como asumirlos y como convertirlo en algo útil?
La prevención comienza deteniéndonos ante lo soñado, ante lo que pretendemos lograr y analizar de forma razonada y detenida, sin dejarnos traicionar por el pesimismo, ni mucho menos por un desmedido optimismo las condiciones reales con que contamos para emprender el camino hacia esa meta que nos hemos trazado, y cuando hablamos de condiciones, no solo debemos ir a las materiales, sino a las relacionadas con lo humano, si en realidad existe una motivación y aceptación entre todos los que participan o tienen que ver con el mismo, en qué medida puede afectar o beneficiar a los demás y no centrarnos solamente en el posible triunfo personal o individual, en fin, una radiografía bien profunda de todo lo que tiene que ver con las estrategias trazadas, los objetivos que se pretenden y las posibilidades materiales.
Hablamos ahora de cuando nos llega el fracaso, a pesar de que estábamos convencidos o no de que no habría fracaso. En ese momento en que nos percatamos o nos comunican el no éxito, es posible que tengamos las más disimiles reacciones del comportamiento, entre muchas otras, no aceptar que hay fracaso, comenzar a buscar un culpable, evadir las criticas y señalamientos, incluso, convertir la cólera en una ira o resentimiento permanente y acudir a mecanismos de defensa que se especifican en otro capítulo, pero en estos casos, el más común, el de evasión del mismo. Vendrán ante la mala asimilación del fracaso reacciones caracterizadas por el derrotismo, y no es lo mismo fracaso que derrota, podemos como dice el viejo proverbio: “Perder una batalla pero no la guerra completa”.
La otra posición es la de intentar hacer lo más rápido que se pueda el duelo por la situación de fracaso, asumirla con todos sus detalles, fallos personales, fallos colectivos, aspectos olvidados o no tenidos en cuenta, situaciones inesperadas y la más importante, replantearnos nuevamente y si no lo hicimos anteriormente, plantearnos cuál ha de ser la nueva estrategia, si insistir en el proyecto, si modificarlo o si no desarrollarlo, esto último no porqué fracasamos sino porqué aprendimos que no era posible, fíjese bien, que parece lo mismo pero no es lo mismo decir: “No lo hago más porque fue un fracaso” a que diga “No lo haremos más porque aprendimos con este primer intento que no es posible”. Repita las dos frases en este momento para que vea que no es lo mismo aunque pueda parecerlo.
No dejarse defraudar por nada ni por nadie, mucho menos por una situación de fracaso, porque precisamente será usted y nadie más que usted el máximo responsable y único con capacidades para convertir cada fracaso suyo en aprendizaje y experiencias, para crecer espiritual y personalmente y para continuar su andar por el vivir cada día.
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