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Fidelio Ponce a 65 años de su muerte

17 de enero de 2014

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El próximo 19 de febrero se cumplirán 65 años del fallecimiento de uno de los grandes pintores de la vanguardia cubana, más conocido por su seudónimo Fidelio Ponce de León, que por su nombre propio: Alfredo Fuentes Pons. Aunque nacido en Puerto Príncipe, hoy Camagüey, el 28 de enero de 1895, desarrolló la mayor parte de su obra en La Habana y sus alrededores. Rebelde, bohemio, alcohólico incurable, era un personaje novelesco, tal y como lo describió la crítico Loló de la Torriente en su época: “¿Cómo definir aquel tipo andariego, descuidado y envejecido? Alto, flaco, desencajado, Ponce es la personificación del olvido. No se preocupa por su aspecto físico. Camina bamboleándose en el aire, haciendo equilibrios para no caer de borracho. Usa larga barba y lleva consigo un gato.”
Pero Ponce fue algo más que un bohemio. Fue esencialmente un autodidacta, aunque asistió a algunas clases en San Alejandro, que sin poder viajar jamás para contemplar las obras de los grandes maestros de la pintura, pudo ganar un sitio especial en el arte de vanguardia cubano.
Hasta donde sabemos su primera exposición personal tuvo lugar en el Lyceum habanero en 1934 y al año siguiente pudo participar en la Exposición Nacional de Pintura y Escultura, celebrada en la galería del Colegio de Arquitectos de la capital cubana. Gracias a ciertas muestras itinerantes piezas suyas fueron exhibidas en New York, Moscú y Port au Prince.
En 1943, Pierre Loeb, marchand de celebridades europeas, entre ellos de Picasso, visita la isla y se interesa en las piezas de Ponce, quien por esos días participa en la Exposición de pintura de la Institución Hispanocubana, mientras que el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, ante esa misma muestra aseguró: “Noto influencia de la Escuela de París en la pintura cubana, a excepción de Ponce, que parece más allá del tiempo y del espacio”.
Ante sus cuadros mayores: Beatas, Niños, Tuberculosis, no basta con la simple admiración. Es preciso descifrar la carga de novedad que aún aportan a fines del siglo. Sus lienzos resultan inconfundibles gracias a esas pinceladas alargadas que dan un aspecto espiritualizado a las figuras y han recordado a algunos especialistas las pinturas de el Greco y Modigliani; también es habitual en Ponce el emplear un número limitado de colores, predominan en sus cuadros el ocre, el siena y obsesivamente, el blanco. Toda su pintura está recorrida por un aire de melancolía, tristeza, soledad, explicables en un hombre de existencia tan angustiosa.
El historiador del arte y crítico Luis de Soto en su Esquema para una Indagación Estilística de la Pintura Moderna Cubana: “se agita en sus telas un pathos intenso, telas que atraen, intrigan, absorben y conmueven. En ellas está el hondo mensaje espiritual del artista que no se dirige a nuestros sentidos sino a nuestro sentimiento.”
Al fallecer, víctima de la tuberculosis, con apenas 54 años de edad, Fidelio dejaba una gran cantidad de pintura y dibujos dispersos en diversas colecciones. Solo una parte de ellos forma parte hoy de los fondos del Museo Nacional, pero al contemplarlos quedamos confirmados en la idea de que se trata de uno de los maestros del arte en la primera mitad del siglo XX.

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