Federico García Lorca
17 de enero de 2019
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“Ya es seguro de que voy a Cuba en el mes de marzo. Allí daré ocho conferencias”, así escribía Federico García Lorca en carta a los padres, desde Nueva York, el 30 de enero de 1930.
Y tal como aseguraba, el viernes 7 de marzo de aquel año de 1930 ya Lorca estaba en La Habana, en estancia que cronológicamente se prolongó hasta el 12 de junio, pero que en ese mar mucho más vasto de la memoria se extiende hasta nuestros días.
Llegó invitado por la Institución Hispano Cubana de Cultura que, presidida por don Fernando Ortiz, auspiciaba las conferencias del poeta. Abierto al diálogo y la comunicación, Federico estrechó rápida amistad con Flor, Dulce María y Enrique Loynaz, con María Muñoz y Antonio Quevedo, músicos ambos, y con los escritores José María Chacón y Calvo, Juan Marinello, José Fernández de Castro y otros.
Federico recorrió el país de uno a otro extremo. Se conoce que el 19 de abril lo pasó en Santiago de las Vegas y se presume que el 31 de mayo estaba en Santiago de Cuba; el 3 de junio se le localiza en Santa Clara, el 5 en Cienfuegos. Anduvo además por Pinar del Río, Viñales, Guanajay, Guanabacoa, Matanzas, Caibarién y Sagua la Grande, porque —como apunta Juan Marinello— “los días cubanos de Federico fueron sedientos y desbordados. Quería entenderlo todo, absorberlo todo. Había vuelto a encontrar el sol, la luz y la alegría. Había dialogado a campo traviesa con las gentes del pueblo en la aldea y en la ciudad. Se había metido en las cadencias de los negros y en la risa de los niños, había recorrido las ‘estaciones’ de las iglesias habaneras el Viernes Santo de 1930 y había entrado con asombroso entendimiento en lo cubano.
Y acerca de cómo Federico García Lorca se sintió entre nosotros, nada mejor que darle la palabra:
“Mis conferencias se están desarrollando con un éxito muy grande para mí. Mañana doy la del cante jondo con ilustraciones de discos de gramófono. La de las canciones de cuna resultó un éxito enorme. Esta isla tiene más bellezas femeninas de tipo original, debido a las gotas de sangre negra que llevan todos los cubanos. Y cuanto más negro, mejor. La mulata es la mujer superior aquí en belleza y en distinción y en delicadeza. Esta isla es un paraíso. Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba”.
Durante sus jornadas en Cuba escribió Lorca su “son” dedicado a Santiago:
Cuando llegue la luna llena / iré a Santiago de Cuba, / iré a Santiago, / en un coche de agua negra. / Iré a Santiago. / Cantarán los techos de palmera. / Iré a Santiago…
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