Ernesto Lecuona-Epistolario (XXXIII)
29 de enero de 2016
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En librerías de la capital y provincias cubanas se encuentra a la venta la segunda edición de nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, que, publicada por la editorial Oriente, de Santiago de Cuba, se diera a conocer en la más reciente edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana.
Y para que los lectores de esta sección aprecien el contenido del aludido título, continuamos en De Ayer y de Siempre la inserción de gran parte de las epístolas que integran la aludida obra
El 1º de agosto de 1954, a las 10:00 a.m., tuvo lugar en el teatro Payret otro homenaje dedicado a Ernesto Lecuona, en el contexto de otros actos para celebrar las Bodas de Oro del maestro con el piano y la música. Actuaron en el programa las cantantes Rita Montaner, Luisa María Morales, Tomasita Núñez, Zoraida Marrero, Esther Borja, Rosaura Biada, Marta Pineda, Graciela Remírez, María Marcos, la bailarina Floriana Alba, la pareja de bailes Elpidio y Margot y la Orquesta de La Habana, cuya dirección compartirían Lecuona y Gonzalo Roig.
Nena Benítez, crítica del Diario de la Marina, afirmó:
Son muy contados los pianistas que pueden ufanarse de haber laborado artísticamente ante su instrumento durante el largo período de cincuenta años. Nuestro Ernesto Lecuona es uno de esos pocos que, aún jóvenes (no cuenta sesenta todavía), tiene, para mayor ventaja, su espíritu enraizado en la juventud y así desde su niñez ha venido dando al público la eterna primavera de su vida, manifestada en su talento creador de bellísimas canciones y hermosas composiciones pianísticas que él mismo ha revelado y ha interpretado infinidad de veces, no solo ante el público cubano, que le quiere y admira espontáneamente, sino también ante el de países de nuestro y de otros continentes.
Eduardo Héctor Alonso comentaría en ¡Alerta!:
Vale la pena sembrar cincuenta años para cosechar una vez, si esa vez ofrece las emociones que esta reciente mañana dominguera en Payret. Ernesto Lecuona entrevió, porque los ojos se le nublaron de lágrimas, cómo la enorme concurrencia se ponía de pie para saludarlo con motivo de las bodas de oro que celebra con el piano. El gozo se hizo más grande al sentirse cogido de las manos, en ese momento solemne, por dos compañeros de fatigas y glorias, luchadores como él por la música cubana: Gonzalo Roig y Rita Montaner. Cuando los tres se adelantaron hacia las candilejas, los presentes deben de haber tenido la impresión de que se les echaba encima lo mejor de toda una bella historia de esfuerzos continuados.
Vale la pena también esperar todo ese tiempo para reunir las impresiones que ese concierto aparejó: comprobar que se agotaban los asientos, oír aplausos y más aplausos durante el bien combinado desfile, en confirmación de que Cuba ama lo suyo si le llega como Lecuona se lo ha dado siempre, recibir tantos aplausos en sucesión como el cuerpo es capaz de resistir, hacer todas las evocaciones de un golpe para que parezca que nos abruman cuando en realidad nos acarician como un codiciado premio.
En una carta redactada el 5 de agosto de ese año, Lecuona refería a Gonzalo Roig sus impresiones acerca de aquel homenaje:
Querido Gonzalo:
¡Todavía estoy saboreando el éxito del concierto!… Éxito que te toca en gran parte, como pudiste comprobarlo esa mañana del domingo 1ro de agosto. Tú sabes que estoy muy contento de haberte tenido conmigo, y más contento aún de ver que el público, el gran público cubano, no ha perdido su entusiasmo y su fe en nosotros. Vamos a ver si podemos seguir la marcha que se comenzó el domingo pasado… ¡Ya te lo haré saber!…
Con el gran Luis [Díaz Lugones] puedes enviarme la música orquestada que tengas mía…
Un abrazo para ti… y hasta pronto,
Ernesto Lecuona
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