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Ernesto Lecuona-Epistolario (XVII)

9 de octubre de 2015

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Lecuona en la sede de la FNAC. A su ado el percusionista y compositor Chano Pozo

Lecuona en la sede de la FNAC. A su lado el percusionista y compositor Chano Pozo

En librerías de la capital y provincias cubanas se encuentra a la venta la segunda edición de nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, que, publicada por la editorial Oriente, de Santiago de Cuba, se diera a conocer en la más reciente edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana.
Y para que los lectores de esta sección aprecien el contenido del aludido título, continuamos en De Ayer y de Siempre la inserción de gran parte de las epístolas que integran la aludida obra.
A finales de mayo de 1947 Ernesto Lecuona viajó de nuevo desde Estados Unidos a La Habana, donde alquiló una casa en la playa de Santa Fe. Un gran descontento imperaba entonces en el seno de la Sociedad General de Autores de Cuba, afiliada a Federación Nacional de Autores de Cuba. El 17 de junio de ese año, treinta y seis miembros de la primera entidad citada dirigieron una carta al maestro, en la cual solicitaban su renuncia a la presidencia de ambas colectividades.

Sr. Ernesto Lecuona
Presidente de la Sociedad General
de Autores de Cuba y Presidente
de la Federación Nacional de Autores de Cuba
Concordia 55
Ciudad

Estimado compañero:
Con el mayor respeto nos dirigimos a Ud. ante la necesidad de aclarar, de una vez y para siempre, su posición como Presidente de la Sociedad General de Autores de Cuba y Federación Nacional de Autores de Cuba, de la que formamos parte los que a usted nos dirigimos.
Hace cerca de tres años, Ud. hizo un llamamiento a los autores y compositores cubanos, argumentando, entre varias cosas, «que había que rescatar de manos de los usurpadores las recaudaciones que produce en todo el mundo la música cubana, que los señores que tenían el control autoral no actuaban limpio, buscando solo un interés personal, en perjuicio de todos los autores y compositores de Cuba». Prometió acabar con todo ese sistema de explotación para que pudieran percibir fielmente los productores de la música cubana, el dinero que en su nombre se recauda en todo el mundo.
Con su aparente buena fe, por haberse señalado como una víctima más de esa red de engaños y mentiras, nos pidió que lo apoyáramos en su aspiración a la Presidencia de la Sociedad General de Autores y más tarde nos indujo a formar parte de la Federación como medio de unidad autoral, además que le entregamos toda nuestra personalidad reglamentariamente a dicha Federación asumiendo Ud. la presidencia de ella.
Unos estábamos convencidos de que Ud. sería la salvación del autor; otros dudábamos de sus promesas (estos estábamos en lo cierto), pero ninguno fue un obstáculo para que Ud. consiguiera su propósito, porque al fin y al cabo todos teníamos una secreta esperanza de que la salvación nos llegara de un lado o de otro. Hay que confesar públicamente que nuestra esperanza fue un fracaso; porque usted, después de tener el control de los autores cubanos en sus manos, nos ha entregado atados de pies y manos a intereses extranjeros, acentuando cada vez más la opresión del autor y compositor. En vez de responder a los principios que Ud. sustentó para poder controlar a los autores, les ha dado la espalda y se ha ido a residir a los E. U. importándole solo sus negocios particulares, mientras que nosotros estamos más desamparados que antes. Ha hecho dos viajes a Cuba argumentando «vacaciones» y la verdad es que ha venido a servir a los intereses de quienes comparten las ganancias de que se nos priva y a las cuales tenemos derecho ya que somos nosotros quienes las producimos. Basta de engaños, maestro Lecuona, haga todos los negocios que usted quiera, y le deseamos éxito en ellos, pero nunca en perjuicio de sus propios compañeros. Sentimos respeto y admiración por el Ernesto Lecuona músico y compositor, pero es hora de decirle la verdad al Ernesto Lecuona Presidente de la Sociedad General de Autores y Federación Nacional de Autores de Cuba.
Si Ud. tiene pruebas contrarias a los cargos que le hacemos, en su carácter de Presidente cite a Asamblea General y pida la expulsión nuestra de las sociedades que Ud. preside o, de lo contrario, presente su renuncia irrevocable.
Nuestro movimiento es sincero y sin compromisos con compañías extranjeras, luchamos por la unidad y liberación económica y social de los autores y compositores cubanos.
De usted, atentamente,
Pablo Ruiz Castellanos, María Teresa Vera, Hermenegildo Cárdenas, Alfredo Boloña, Abelardo Valdés, Félix Cárdenas, Antonio Fernández (Ñico Saquito), Bienvenido Julián Gutiérrez, Guillermo Rodríguez Fiffe, Luis Yánez, Rolando Gómez, Julio Blanco Leonard, Pepé Delgado, Remberto Béker, Silvio Contreras, Estanislao Serviá, Horacio de la Lastra, Calixto Leicea, Alejandro Mustelier, Armando Dulfo, Pedro Hernández, Julio Pedroso, Santiago Terry, Carlos Santa Cruz, Juan M. Díaz, Adolfo Rodríguez, Santo Ramírez, Antonio Sánchez, Frank Pérez, Gervasio Kessell, Raúl Valdés, César Reyes, Enrique Rodríguez, José Casamor, Iván Fernández y Faustino Miró.
La anterior misiva hizo comprender aún más a Ernesto Lecuona la necesidad de buscar, junto con Roig, la rápida unión de todos los autores cubanos en una sola entidad para poner fin al caos existente en las dos principales asociaciones de compositores criollos. Pero sus coincidentes aspiraciones en tal sentido, se estrellaron contra las manipulaciones divisionistas de abogados y funcionarios, sobre todo de la Confederación Nacional de Autores de Cuba, las cuales se impusieron una vez más. En el diario ¡Alerta! se afirmó al respecto:

Están fracasadas las negociaciones entre la Corporación Nacional de Autores, que preside el popularísimo compositor y director de orquesta Gonzalo Roig, y la Federación Nacional de Autores. Frente a la buena voluntad de algunas personas se ha levantado la intransigencia, acaso interesada, de otras. Por lo visto hay quien considera más conveniente a sus intereses personales una lucha sin término, un pleito perenne, que un entendimiento capaz de dar los mejores frutos. Lo malo es que cuando la masa se dé cuenta de eso barrerá con los obstáculos. Ahora bien, sería deseable que no sucediera eso demasiado tarde.

 

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