Epistolario de Ernesto Lecuona (X)
7 de agosto de 2015
|En librerías de diferentes ciudades cubanas ya se encuentra a disposición del público la segunda edición –ampliada– de nuestro libro “Ernesto Lecuona: cartas”, publicado por la Editorial Oriente, de Santiago de Cuba. La primera edición de la obra fue realizada en el 2012 por Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador.
Hoy proseguimos la publicación de pasajes del aludido texto, a fin de que los asiduos lectores de esta sección puedan conocer el contenido de la obra.
Querido Augusto:
El cruce de la cordillera de los Andes fue para mis compañeros de viaje tan honda emoción que perdieron el “habla”… No los oí hablar hasta que llegamos a Uspallata, un pueblecito donde hay un hotel y la caravana de autos hace un alto frente a un hotelito donde los pasajeros se limpian del polvo, etc., y se toma un rico café con crema y tostadas.
Las miles de vueltas, a una altura de más de 3 000 metros, marearon a la pobre Zoraida. Ya pasado este pueblito, Uspallata, se sintió mejor y llegamos sin novedad a Mendoza. Antes de tomar el tren en esta ciudad, vino mucha gente y muchos fotógrafos. Sobre todo, muchas muchachas bonitas, mendocinas, cantantes en su mayoría. Salimos de Mendoza a las diez de la noche. Por los distintos pueblos en que se detuvo el express pude una vez más comprobar mi popularidad en este país. Centenares de personas había en las estaciones esperando el cruce del tren. Radio Belgrano se había encargado de echar al viento la hora exacta en que llegaría el tren a cada ciudad. Al llegar a Mercedes, dos horas antes de arribar a esta estupenda capital, una verdadera nube de personas había en el andén. Me conformé con asomarme a la ventanilla del pullman y saludar y darles la mano a cientos de admiradores. Aquí subieron en el tren don Jaime Yankelevich, propietario de Radio Belgrano; don Paco Muñoz, dueño de las formidables sastrerías Casa Muñoz, que patrocina en la radio mis audiciones; Willy Aikman, uno de los jefes de la misma emisora; Ricardo y Julio Korn, editor y apoderado mío; Charlo, “el cantor de las mil novias”; Razzano, su empresario; Mercedes Simone, la maravillosa cancionista; Tito Lusiardo, el conocido actor cinematográfico; el compositor Francisco Lomuto; periodistas de Crítica, El Sol, Radiolandia, Antena, Sintonía, Guion; fotógrafos a granel; la señora de Aikman, el compositor mexicano Guillermo Posadas y señora; Johnny Álvarez, el cantor cubano, y Ponce, el director del cuarteto Habana, etc. Antes de ponerse nuevamente el tren en marcha, la multitud pidió que se asomaran a las ventanillas Ernestina y Zoraida… Aquí fue aquello. Un verdadero estruendo de aplausos se oyó en todo el andén.
Al llegar a Buenos Aires… Bueno, eso fue horroroso… Más aún que en Mercedes… Aquí me sería imposible anotar los nombres de las personalidades que estaban en la estación esperándome… Algo emocionante, chico. Infinidad de cestos y ramos de flores para Zoraida y Ernestina. Una hora o algo más estuvimos en la estación entre saludos, abrazos, fotografías, etc. De aquí nos dirigimos al City Hotel. Otra avalancha de gente había en el lobby. Amigos y artistas que no habían podido ir a la estación por encontrarse a esa hora de la llegada del tren trabajando en las radios… Don Jaime sonreía satisfecho viendo aquellas demostraciones sinceras de toda aquella multitud desde Mercedes hasta este hotel.
Por la noche, invitados por Charlo, tuvimos una comida, “un asado a la parrilla”, el plato nacional que es, dicho sea de paso, delicioso. Compartimos con Charlo toda la noche. Yo he visto emocionarse a este Charlo al recordar su actuación en Cuba… Para él, Cuba y solo Cuba… Lo mismo nos decía Mercedes Simone. Ella se dobló en atenciones con nosotros. Parece que quería demostrar así su agradecimiento por Cuba… Al día siguiente nos presentamos a los radioyentes. Hicimos un saludo para todo el país en la audición de la Casa Muñoz que, precisamente, esa noche despedía a las artistas mexicanas Joyita y Maravilla…
En mi próxima me referiré a la reaparición mía, y al enorme éxito de Zoraida Marrero… Cuanto te diga de su éxito es poco… Hasta mi próxima. Muchos recuerdos a todos. Para ti un abrazo de tu amigo de siempre,
Ernesto
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