Entomofagia. Valor nutricional de los insectos
2 de noviembre de 2018
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Hablar de comer insectos está de moda y algunas corrientes dietéticas, han comenzado a proponer productos como barritas fabricadas a base de harina de grillo para bajar de peso.
Según la FAO, los insectos son nutritivos. Esto es una realidad. Algunos insectos aportan alrededor de la mitad de su peso en proteínas de alto valor biológico, con lógicas diferencias según la especie y según el momento de su ciclo vital, ya que el valor nutricional es distinto en pupas, larvas, huevos o adultos. Son también ricos en grasa y agua y contienen un buen número de vitaminas y minerales. Si se toman, además, desecados o en forma de harina, el contenido por 100 gramos aumenta en gran medida, ya que, al eliminar el agua, los nutrientes se concentran. En algunos casos se puede llegar a cubrir las necesidades diarias de micronutrientes con solo ¡100 gramos de insectos!
¿Existe alguna ventaja en comer insectos?
Se tienen pocos ejemplos prácticos sobre cómo sería la producción de insectos para consumo humano realizada a gran escala. Pero la FAO apunta que es probable que se trataría de una producción bastante sostenible y sencilla que permitiría, con poco gasto y un impacto ambiental muy inferior al que produce la actual producción de carne y pescado, un aporte de nutrientes no ya similar sino incluso superior.
¡Vaya, vaya, eso parece muy atractivo de cara a la industria, ya que sugiere un ahorro importante y también de cara a la producción de alimento para zonas desfavorecidas!
Por ejemplo, los grillos necesitan seis veces menos alimento que el ganado, cuatro veces menos que las ovejas, y dos veces menos que cerdos y pollos para producir la misma cantidad de proteínas. Los insectos son especialmente importantes como complemento alimenticio para los niños desnutridos porque la mayor parte de las especies de insectos contienen niveles elevados de ácidos grasos (comparables con el pescado). También son ricos en fibra y micronutrientes como cobre, hierro, magnesio, fósforo, manganeso, selenio y cinc. Los insectos proporcionan proteínas y nutrientes de alta calidad en comparación con la carne y el pescado. Las termitas, las orugas, los saltamontes, las moscas, las arañas y los gorgojos constituyen mejores fuentes de proteínas que el pollo, el cerdo, el cordero y la vaca, pues, además, apenas tienen grasa. Según la FAO, cien gramos de orugas proporcionan todos los nutrientes que un adulto necesita en un día: poseen 53 gramos de proteínas, un 15% de grasas, alrededor de un 17% de carbohidratos y su valor energético ronda las 430 calorías por cada cien gramos de producto comestible. Además, las orugas contienen abundantes minerales como potasio, calcio, magnesio, fósforo, cinc, hierro y fósforo. ¡Un kilo de saltamontes equivale a 10 perritos calientes!
Pero sucede que la facilidad, la economía, la sostenibilidad y el valor nutritivo no lo son todo.
Aunque el consumo de insectos es tradicional en algunos países sudamericanos, asiáticos y africanos, donde incluso hay insectos que se consideran un manjar, en Europa, el norte de América y otros países de las zonas nombradas, los insectos no son bienvenidos a la mesa. La cultura es un freno.
Y no solo eso. Los insectos se relacionan con la suciedad, la transmisión de enfermedades y las picaduras. Les envuelve un halo de repulsión y asco.
¿Quién no se ha comido unos camarones con deleite? Sin pensar con qué son alimentados, bueno mejor no lo digo. Muchos se erizan al pensar en pelar y comer una cucaracha, aunque no son tan diferentes (los camarones y las cucarachas) a nivel biológico. Seguimos tropezando con la cultura.
Muchos individuos comen insectos sin saberlo, por ejemplo: el colorante rojo (E120) usado de forma habitual en productos lácteos y otros alimentos con “sabor fresa”, dulces y otros alimentos procesados; así como en creyones de labios y otros cosméticos. ¿De dónde se extrae el colorante? De un insecto llamado cochinilla, y esto a nadie parece incomodarle o repugnarle.
Puede que muchos no encuentren atractiva una tortilla o un plato de lentejas al compararla con un buen bistec, pero la inmensa mayoría se comería las lentejas sin chistar, si la alternativa fueran unas orugas al vapor o unos grillos fritos.
A veces, la solución está mucho más a nuestro alcance y nos exige mucho menos de lo que pensamos.
¿Realmente, son los insectos una alternativa para reducir el impacto ambiental que produce la actual producción de carne y pescado?
Con lo fácil que habría sido proponer un plato de frijoles…
Recordemos que… “la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla
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