El viejo jefe indio Colorow en Martí
21 de agosto de 2020
|Durante la segunda mitad de los años 80 del siglo XIX las contradicciones sociales aumentaron velozmente en Estados Unidos como consecuencia del acelerado desarrollo del capitalismo industrial en ese país. Los obreros, los antiguos esclavos y sus descendientes de los estados sureños, los numerosos arribos de inmigrantes y los pueblos originarios del centro y del oeste sufrieron un recrudecimiento de sus difíciles condiciones de vida. La pluma de José Martí escribió por entonces con frecuencia acerca de esos sectores sociales, desde una perspectiva de denuncia de semejante empeoramiento de sus existencias. Los indios del norte, quienes habían atraído desde mucho antes su mirada favorable, ocuparon entonces mayor espacio en sus “Escenas norteamericanas” para periódicos de Hispanoamérica.
En la sendas crónicas de agosto de 1887 para los diarios “La Nación”, de Buenos Aires, y “El Partido Liberal”, de México, refiere con textos similares las acciones de los indios y de los negros del Sur frente a quienes les daban caza, y se detiene en la rebelión conocida como la Guerra de Colorow, nombre de un jefe de la etnia ute, entonces establecida en el estado de Utah luego de ser expulsada de Colorado. Martí explica que esa tribu “estaba ofendida por la avaricia de los vaqueros que le invaden su llano” y “sigue a su viejo Colorow, no cansado de defenderse a los setenta años.” La causa directa de la guerra fue el rapto por un sheriff de las mujeres, niños y ancianos utes negados a abandonar las tierras recibidas mediante tratados oficiales. .
Ese jefe, de padres comanches, pero criado entre los utes por quienes fue raptado de niño, recibió su nombre por el color rojizo de su piel, y se distinguía por sus habilidades como cazador de búfalos, base de la alimentación de su pueblo que, además, daba amplio y variado uso de sus pieles.
Como si hubiera sido un reportero situado en aquellas praderas habitadas por los indios, Martí narra cómo Colorow preparó el alzamiento: “sentado al pie del tronco, antes frondoso, donde decidían los asuntos públicos sus padres, anima a sus hombres, manda a las squaws (las mujeres) a un rincón de la selva cercana a donde curarían a los heridos, mata cuanto ternero encuentra al paso, para curtir con sus sesos las pieles crudas y provoca, sin pérdidas al principio, a las milicias de Illinois, aumentadas con los aventureros famélicos de los contornos.”
Una quincena después, el Maestro vuelve sobre el tema e insiste en la justa razón del alzamiento armado de los indios y evidencia su simpatía con el jefe indio: la invasión por los ganaderos de las tierras de las reservas que les habían sido asignadas por tratados acordados con el general Ulysses Grant cuando este fue presidente de Estados Unidos. “Ya dicen que se rinde el pobre viejo Colorow, que al verse tratado e injuriado por los brutales vaqueros que merodean en sus tierras, al ver que le quitaban a su tribu las tres mil ovejas que la sostienen, y el caballo querido, último símbolo de su libertad, se alzó en guerra en un monte cercano, con sus squaws y bravos fieles…” Y continúa alabando así la perspicacia y el liderazgo de Colorow: “y ahora que la opinión a favor suyo se le entrega, como si hasta su desaparición debiese el indio dar prueba constante de aquella mezcla de astucia y valor que distingue a su raza.”
Sin dudas, Martí se sitúa de lado de Colorow y sus guerreros, peleadores por sus derechos y sus tierras. A finales del año siguiente, Colorow moría de neumonía con algo más de ochenta años, pues se supone que nació en 1813.
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