El señor de la moscas
23 de mayo de 2014
|Cuando les contaba en el artículo anterior sobre Arnaldo, el adolescente que no quiso cometer fraude en un examen, también les decía que la actitud que asumió fue aprendida dentro de su familia, pero que sintió dudas sobre si acceder al fraude y asegurarse una buena calificación o negarse y hacer el examen con sus propios recursos. Pues bien, también recordarán que les hablé sobre las emociones que le acompañaron en todo el proceso; enojo, susto, ansiedad que le impidieron concentrarse adecuadamente y después siguieron las emociones negativas cuando supo que su desempeño no había sido del todo bueno (la calificación no fue buena). Pero de lo que no hablé fue de las razones que hicieron que este joven actuara así, y es a lo que ahora me voy a referir; los valores humanos que como ustedes saben son aprendidos, asimilados y transmitidos en los grupos donde desarrollamos nuestras vidas y donde la familia tiene un papel preferencial, y aquí es obvio que Arnaldo tiene una buena formación ética porque fue capaz de traspasar las emociones negativas que le provocó la situación y hasta superar al diablillo maligno que le decía que se aprovechara. Esto ocurre porque los seres humanos somos capaces de posponer satisfacciones inmediatas por alcanzar metas a largo plazo transitando por el camino de la honestidad, lo cual no es fácil porque para ello hay que tener muy bien establecida la dinámica moral en nuestras conciencias, siendo altamente loable observar de manera tan firme en un joven de solo 18 años, o sea, la familia ha hecho un buen trabajo. Sin embargo, las emociones negativas y los pensamientos funestos no terminan ni con el examen ni en Arnaldo, porque la madre, el padre, el hermano se sienten frustrados ante la situación y más cuando la joven que le propuso el fraude obtuvo un rotundo excelente o sea 100 puntos y no valieron las denuncias ni quejas de familiares porque autoridades se atrincheraron que “solo eran palabras y no había evidencia documental”, lo cual es una manifestación de la pérdida de valores sociales o tal vez algo peor; que nunca fueron formados en los que cierran los ojos ante una situación de tal gravedad (y vaya usted a saber si son cómplices de la situación). Como es sabido toda conducta humana es acompañada de emociones y a esto se le llama “vivencia” y para reforzar un comportamiento -que es la manifestación externa de una cualidad interna- la vivencia tiene que ser positiva, ya que sino es así, desaparece y aparece aquella que nos provoque estados emocionales gratificantes. Dicho en otras palabras se corre el riesgo que Arnaldo en el decursar de su vida considere que ser honesto no es el mejor camino para obtener el éxito, porque esto le trae solo desagrado y sentimientos de fracaso e inutilidad. De ahí sale el criterio que la familia no es una isla aislada dentro de la sociedad, ni la única fuente de formación, sino que la sociedad tiene que ser referente determinante, y las leyes y normas que la rigen deben estar fundadas en los valores, y que se cumplan estos, porque de lo contario no es posible que sobrevivan los valores y se sabe que sin éstos la sociedad humana va hacia la desintegración. La madre de Arnaldo me decía con tristeza, desaliento y hasta furia ¿He educado a mis hijos para sobrevivir en este caos? Con lo que puedo entender que este tema de los valores es de tal magnitud que hasta un adulto bien firme en sus criterios éticos puede traerle un movimiento telúrico situaciones como estas ¿de cuántos grados? Es imposible de determinar, pero seguro que es grande y yo me pregunto, también teniendo muchas emociones negativas ¿Qué pasará? ¿O será que estoy soñando dentro del mundo salvaje del filme “El señor de las Moscas? Lo que sí sé es que quisiera despertarme relajada, feliz, optimista, confiada, porque desesperanzada es muy difícil vivir.
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