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El pastel de la discordia

5 de julio de 2013

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Hace algunos años me encontraba en una interminable fila para comprar un cake de cumpleaños para mi hija, quien nació en el mes de mayo, muy cerca del Día de las Madres, que como saben celebramos también con el tradicional cake o pastel, al igual que los cumpleaños, por lo que siempre fue difícil conseguir uno para mi hija y estuve condenada a las filas largas y agotadoras. Ese día -el de  mi historia- parecía que iba a ser peor que otros porque además de la espera, se confabulaba en nuestra contra el calor, seguido de lluvia y una terrible calma de los dependientes. Resulta que la gente cansada se iba sin avisar y así empezó a crearse una especie de marea negra humana, que es como yo le llamo al enojo colectivo, cuyas consecuencias pueden ser impredecibles. Así, una mujer joven, perdida, buscando su lugar en la fila, dice encontrarlo, justamente y desafortunadamente para mí en lo que era realmente mi lugar, dejándome a mí fuera de la hilera, después de horas de espera. Con la imagen de mi hija frustrada por ¡un cumpleaños sin pastel! Me defendí aclarándole muy amablemente su error, y ahí recibí una respuesta que parece increíble y sacada de la mejor película surrealista de Buñuel  porque me contestó con una ira que hacía reventar sus venas del cuello, sus ojos enrojecían y todo su cuerpo se contraía ¡Yo voy aquí y tú te vas o te meto un cuchillo que te mato! ¡No me importa pagar 20 años en el “tanque”! (entiéndase que tanque es la cárcel). Me quedé anonadada, aunque por suerte eso nunca me ha paralizado y enseguida le contesté tranquilamente ¿Y tú me vas a matar por un cake? ¿Vas a dejar a mis hijos sin madre por eso? ¿Y tú vas a perder tu vida en una cárcel por eso? ¡Palabras mágicas! La mujer, cambiando el tono y la actitud me dijo “Mira, es que hace rato estoy esperando y no puedo perder mi lugar” seguido de unas lágrimas. La historia sigue en que ella y yo, las dos nos dedicamos a organizar la hilera, por sugerencia mía. Hasta aquí la historia de un ataque de ira que terminó bien porque yo logré pararlo con razonamiento, y si yo no hubiera actuado así el final pudo ser muy dramático (nunca supe si tenía un cuchillo). La ira es una de las emociones primarias, nacemos con ella y se mantienen como parte de nuestras vidas siempre, pero esto no quiere decir que no se puedan educar, guiar, manejar, y es falso que a la persona colérica no se le pueda hacer razonar, aunque por supuesto que no siempre es fácil y hay que ser capaz de actuar con tranquilidad. En este caso hubo dos respuestas; en el caso de la joven ocurrió un secuestro emocional donde la reacción fisiológica elemental se sobrepuso al proceso racional, y en mi caso ocurrió un proceso inverso; mi raciocinio superó a las respuestas emocionales primarias. Es muy posible que muchos de ustedes tengan historias similares, vistas o vividas y podrán analizar que sucedió. La enseñanza es que a la ira hay que detenerla, y al igual que otras emociones pueden ser guiadas por caminos saludables, y tal vez es por eso que hoy puedo estar frente a mi ordenador escribiendo para ustedes y no estoy durmiendo el sueño eterno.

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