El nombre apropiado
25 de julio de 2014
|Todos los padecimientos que, de una u otra forma, alteran la buena calidad de vida, no solo se recogen en la literatura médica, sino que se inscriben con una denominación traducida en todos los idiomas del mundo. A veces, no son fáciles de pronunciar, y en contradicción, otros resultan tan simples que se popularizan. Lo que no caben dudas, es que ciertos apelativos sorprenden, o, simplemente, mueven… a la jocosidad.
Con el mayor respeto a la ciencia, traemos a colación un tema aportado por el doctor Salvador González Pal, eminente psiquiatra cubano que nos adentra en el conocimiento del Síndrome de las Piernas Inquietas (SPI), algo que –quizás-, identifique usted como padecimiento personal.
Esta manifestación deviene trastorno del movimiento, como son algunos de los más comunes: Parkinson, Corea, entre otros, aunque también es de los menos reconocidos, al punto que, en muchas ocasiones, se diagnostica como un trastorno del sueño.
El SPI se caracteriza por la necesidad o deseo de mover las piernas – pararse, caminar-, para interrumpir las sensaciones molestas que se experimentan. Ocurre, preferentemente, en la medianía de edad o en adultos mayores; empeora con el estrés, y se desconoce su origen.
En su forma grave aparece en el 20% de quienes lo sufren, y puede incluir manos, miembros superiores, tronco, e incluso presentarse durante la vigilia.
La causa de que este síndrome sea poco valorado por los médicos radica en que no constituye un riesgo letal, aunque sí afecta la calidad de vida, sobre todo, cuando hay pérdida del sueño por la “necesidad de movimiento”, lo que genera durante el día somnolencia, depresión, ansiedad, confusión o lentitud en los procesos del pensamiento.
La mayoría de estos casos tienen movimientos rítmicos de las piernas durante las horas de sueño, llamados “trastorno de movimiento periódico de las extremidades” (PLMD, por sus siglas en inglés).
Dichos síntomas, además de interrumpir el sueño, dificultan mantenerse sentado durante una larga travesía – avión, automóvil o tren-, sin obviar el tiempo de clases o reuniones.
Respecto a los síntomas, pueden empeorar en los períodos de estrés o trastorno emocional; ser más frecuentes durante el embarazo y en personas con Enfermedad Renal Crónica, Diabetes, Deficiencia de hierro, Mal de Parkinson, Neuropatía periférica, y uso de ciertos medicamentos.
La prevalencia en la infancia es desconocida, y hay datos que lo reportan en el 5-9% de jóvenes (18 años de edad). Respecto a los adultos, aparece entre el 38% y45%.
Hasta el momento, no hay ningún examen específico que determine el
síndrome. Por lo regular, no se encuentra ningún signo, a menos que
sea una neuropatía periférica, y puede que orienten exámenes de sangre para descartar trastornos con síntomas similares, como la anemia ferropénica.
La comunidad científica internacional admite en la actualidad no existe cura para este síndrome, por tanto, el tratamiento orientado se dirige a reducir el estrés y a la relajación muscular mediante ejercicios de estiramiento suave, masajes y baños de agua caliente.
Para los casos con interrupción grave del sueño, se prescriben medicamentos antiparkinsonianos, o tranquilizantes, pero se alerta que pueden causar somnolencia diurna.
En sentido general, este padecimiento no es peligroso ni potencialmente mortal, aunque se admite que resulta molesto y perturba el sueño, lo cual, sin dudas, afecta la calidad de vida.
Los especialistas advierten que el hábito de fumar más de una caja de cigarrillos por día, induce a mayor probabilidad de sufrir el trastorno. Así mismo ocurre con el consumo excesivo de café. Y si de alcohol se trata, por mecanismos de afección de diferentes neurotransmisores, esa adicción incentiva la aparición del SPI
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