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El manifiesto y las cartas escritas por José Martí en la ciudad de Montecristi

25 de marzo de 2022

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El 25 de marzo de 1895 fue un día de gran trascendencia en la vida y la obra de José Martí.

Se hallaba en esa fecha en la ciudad dominicana de Montecristi deseoso de poder trasladarse hacia Cuba en unión de Máximo Gómez para dar su contribución directa a la guerra por la independencia que ya se había reanudado desde un mes antes en su tierra natal.

Y ese 25 de marzo en el documento que escribió y suscribió en unión de Máximo Gómez y en dos significativas cartas que elaboró, dirigidas en forma respectiva a su querida madre Leonor Pérez Cabrera y a su amigo dominicano Federico Henríquez y Carvajal se puso de manifiesto cómo concebía el desarrollo de la guerra y sus objetivos así como reafirmó su plena determinación de estar en el territorio cubano para con la fuerza de su ejemplo personal influir en el desarrollo de las acciones combativas.

Precisamente con respecto a la guerra se señaló en lo que históricamente ha sido identificado como el Manifiesto de Montecristi que ésta  se había reiniciado en virtud del orden y acuerdos del Partido Revolucionario en el extranjero y en la isla, y de la ejemplar congregación en él de todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo.

También en el citado documento se patentizó que la  guerra no era, en el concepto sereno de los que aún hoy la representan, y de la revolución pública y responsable que los eligió el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro.

En el Manifiesto de Montecristi Gómez y Martí hicieron constar que la lucha por la independencia no era contra el español humilde que se había asentado ya con su familia en Cuba.

Incluso se precisó que en  el pecho antillano no había odio  y  que el cubano saludaba en la muerte al español a quien la crueldad del ejercicio forzoso arrancó de su casa y su terruño para venir a asesinar en pechos de hombre la libertad que él mismo ansía.

Y se agregó que más que saludarle en la muerte, quisiera la revolución acogerlo en vida; y que la república sería tranquilo hogar para cuantos españoles de trabajo y honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar aún por largo tiempo en la lentitud, desidia, y vicios políticos de la tierra propia. Se aseguró que ése era  el corazón de Cuba, y que así será la guerra.

En el Manifiesto de Montecristi se reflejó además el significado de la guerra en Cuba para América y el mundo al señalarse:  “La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es un suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo.”

En las cartas que escribió el 25 de marzo de 1895 en Montecristi Martí también puso de manifiesto la importancia que le atribuía a su presencia en el escenario donde se desarrollaban los enfrentamientos en el territorio cubano.

Con respecto a ello le señaló a su querida madre, Leonor Pérez Cabrera, en lo que fue la última misiva que le escribió:  “El deber de un hombre está allí donde es más útil.”

Y le añadió en la parte final de la citada carta al hacer alusión a su próximo traslado hacia el territorio cubano: “Tengo razón para ir más contento y seguro de lo que usted pudiera imaginarse: No son inútiles la verdad y la ternura. No padezca.”

El sentido que le concediera al cumplimiento del deber con respecto a la causa de la independencia de Cuba y al hecho de ser consecuente con lo que había planteado igualmente se puso de relieve en la carta que Martí le envió a Federico Henríquez y Carvajal.

Basta tan sólo, a manera de ejemplo elocuente, recordar que él le detalló a su amigo dominicano: “Yo evoqué la guerra: mi responsabilidad comienza con ella, en vez de acabar. Para mí la patria, no será nunca triunfo, sino agonía y deber.”

Y al referirse a que ya la guerra se había reiniciado en Cuba le comentó a Federico Henríquez:  “Ya arde la sangre. Ahora hay que dar respeto y sentido humano y amable al sacrificio; hay que hacer viable, e inexpugnable, la guerra: si ella me manda, conforme a mi deseo único, quedarme, me quedo en ella; si me manda, clavándome el alma, irme lejos de los que mueren como yo sabría morir, también tendré ese valor.”

Varios días después de haber redactado el documento y las cartas citadas salió Martí de Montecristi, junto a Máximo Gómez.

Tuvieron que encarar algunas dificultades para poder trasladarse hacia Cuba.

Pero finalmente lograron desembarcar el 11 de abril de 1895 por Playitas de Cajobabo en la zona suroriental del territorio cubano.

Entonces simbólicamente en dos palabras Martí resumió lo que  experimentaba al llegar a Cuba. Detalló en su diario: “Dicha grande”.

Durante algo más de un mes, hasta que se produjo su caída el 19 de mayo de 1895 en la zona de Dos Ríos, José Martí demostró su entereza al encarar  condiciones de vida difíciles en su transitar por zonas rurales de Cuba.

A ello se le sumaba  el peligro constante de perder la vida en un enfrentamiento con las fuerzas españolas.

Máximo Gómez quién acompañó a Martí en esa etapa final de su existencia contó lo siguiente al recordar su firmeza en los campos de Cuba:   “…yo vi entonces también  a Martí atravesando las abruptas montañas de Baracoa con un rifle al hombro y una mochila a la espalda, sin quejarse ni doblarse, al igual que un viejo  soldado batallador  acostumbrado a marcha tan dura a través de aquella naturaleza salvaje, sin más amparo que Dios.

Después de todo ese martirizante calvario y cuando el sol que alumbraba las victorias principió a iluminar nuestro camino yo vi a José Martí, ¡ah qué día aquel!, erguido y hermoso en su caballo de batalla, en Boca de Dos Ríos.

Como un venado, jinete rodeado de aquellos diestros soldados, que nos recuerda la historia, cubiertos de gloria en las pampas de Venezuela.

Allí en Boca de Dos Ríos, y de esa manera gloriosa murió José Martí. A esa gran altura se elevó para no descender jamás porque su memoria está santificada por la Historia y por el amor, no solamente de sus conciudadanos, sino de la América toda también.” (*)

 

(*) Fuente: Valoración hecha por Máximo Gómez, 18 de mayo de 1902, reflejado en Granma el 19 de mayo de 1995 con el título Así lo vio  Máximo Gómez. Entero y sin decaimiento

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