El luthier
6 de enero de 2017
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Desde que en el siglo XVI Andrea Amati (Cremona, Italia) construyó el primer violín, empezó a aplicarse el término luthier a quienes realizaban el mismo oficio extensivo después a los constructores de instrumentos similares. Pero ¿por qué la utilización del término? Veamos.
Según las investigaciones musicológicas, su origen está en el árabe clásico ‘üd, que en el árabe hispano se convirtió en al’úd y en Francia se denominó luth, cuyo significado es: laúd.
La denominación luthier ha recibido otras como: violero, laudero y luthero, pero la más utilizada es luthier. Después del cremonés Andrea Amati, en Italia proliferó este oficio-arte en Italia como el de su hijo Nicolò. Giuseppe Guarnieri y Antonio Stradivari, en el siglo XVII, hicieron importantes aportes al desarrollo del violín, siendo este último el más famoso de todos los tiempos, por la perfección y el sonido logrados de cuyo patrimonio existen muy pocos en el mundo.
Allá por los años 60 de la pasada centuria, conocí a René de Jesús Veiga, violinista de la Orquesta Sinfónica Nacional, quien se había convertido en un excelente reparador de violines, labor que cae dentro de esta esfera. Le vi trabajar, y comprendí que un luthier tiene que dominar todos los secretos del instrumento y una gran paciencia, para lograr la excelencia, pues las herramientas que él utilizaba eran semejantes a las de un carpintero, pero en miniatura, todo era milimétrico. Años después, tuve la oportunidad de conversar con el cubano Diego Serrano, quien estudió luthiería en Cremona, y me reveló algunos detalles de vital importancia para comprender la magia de esta labor. Por él supe que los primeros italianos dedicados a la luthiería, hasta hacían marcas en el tronco del árbol cuya madera utilizarían, para que ese fuera el lugar exacto donde surgirían las vetas del instrumento; que no se utilizaba la misma madera para la tapa, el fondo o los aros; que cuando se quería lograr una sonoridad determinada, había que ir probando cada capa de barniz utilizado porque en esta etapa final se podía echar a perder lo planeado.
Según investigaciones realizadas por la musicóloga Margarita Pearce, en Cuba, una de las más antiguas referencias a un luthier aparece en un anuncio publicado en 1796 por el Papel Periódico de La Habana: “Don Juan Cornet, fabricante de claves y pianos fortes, recién llegado a esta ciudad, tiene el honor de ofrecer sus servicios al Público /…/ compone los instrumentos de toda clase /…/ tiene de venta algunos violines”. Coincidentemente, el villancico de Navidad de Esteban Salas “Si al ver en el Oriente”, está fechado en ese mismo año, y utiliza las posibilidades expresivas del violín, según afirma la doctora en Musicología Miriam Escudero.
A partir del año 2003, gracias a la sensibilidad e inteligencia del doctor Eusebio Leal, la luthiería se insertó en el ámbito musical cubano, y hoy día contamos con un Taller al que dedicaré mi próximo comentario.
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