El inolvidable Lecuona (I)
30 de enero de 2018
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Han transcurrido 55 años de la desaparición física del maestro Ernesto Lecuona, y aunque su música mantiene su vigencia, sólo su nombre se pronuncia con frecuencia. Pero, felizmente, existen personas que reconocen su importancia histórica, como es el caso del periodista Ramón Fajardo, quien siempre escudriña en el pasado musical cubano para sacarlo a la luz a través de programas radiales y libros. En el caso del autor de cientos de obras entre cuyos títulos más conocidos están: “Siboney”, “Malagueña y “María la O”, Fajardo nos entrega el epistolario que logró salvarse, rescatado por él a través de varios años de búsqueda, algo de inestimable valor, por lo que a varias de esas cartas, dedicaré algunos de mis comentarios, como homenaje póstumo a quien fuera, y será –al decir de Pedro Simón en la revista “Cuba en el Ballet”– “el más universal de nuestros compositores, el genio melódico más notable de nuestra creación musical, el pianista extraordinario”.
Para quienes piensan que entre Lecuona y Gonzalo Roig existían deferencias muy serias, debo aclarar que fueron ellos quienes lograron se hiciera posible el pago por Derechos de Autor, del que fueron acusados por algunos músicos cubanos –cuyos nombres me reservo– como ladrones. Pero no me detendré en comentar algo que por sí solo se desmiente, ya que mi propósito es ofrecerle fragmentos de sus misivas, como la fechada el 17 de julio de 1924 y enviada a Roig por Lecuona.
“Querido Gonzalito: No he tenido respuesta de mi carta y las postales que te envié. ¿Qué te pasa, compadre? Yo te perdono esta negligencia tuya, porque te quiero y, además, porque quiero felicitarte por tus nuevos triunfos en la orquesta, y darte las gracias por haberte acordado de mí en los conciertos de la Sociedad (de Conciertos de La Habana). Ya me he enterado del éxito que tuvo mi Comparsa ¿Y cómo no? Arreglada por ti…Dirigida por ti…” Para quienes no son músicos debo aclarar que es una versión orquestal realizada por Roig de esa conocida obra pianística. Veamos ahora, en la misma carta, la defensa de Lecuona a favor del patrimonio nacional.
“Es un dolor, que habiendo tan grandes poetas en nuestra tierra, haya señores que recurran a los poetas extranjeros. Es el colmo que hasta en las obras de canto, tengan por sus versos que arroparse con vestidos ajenos para darles más valor a ellas. /…/ Yo tengo dos canciones versificadas por extranjeros, accidentalmente, pero el resto, que es de una mayoría aplastante, llevan poesías de cubanos. Y con la orquesta debes hacer lo mismo, y acabar de una vez con ese extranjerismo que nos empequeñece y nos está aniquilando/…/ Créeme, Gonzalo, yo he palpado esa triste realidad, y para darle veracidad a lo que escribo, te diré que hace noches, y por una cancionista llamada Mercedes Serós, oí la “Mujer Chismosa”, con letra y ritmo paraguayo, ¿qué te parece? Yo me quedé como bobo… Tenía deseos de gritar: “que eso es de mi tierra”… Sin embargo, pasaba como del Paragüay”. Aquí aclara Fajardo en sus notas, que se trata de una rumba popular arreglada para canto y piano por el compositor Manuel Maury Esteve, quien la incluyó en una de sus zarzuelas estrenadas en el Teatro Alhambra, en 1910.
La carta mostrada, fue escrita por Lecuona cuando tenía 29 años, y ya gozaba de enorme prestigio profesional como pianista y compositor. En ella se evidencia no sólo su madurez respecto a conceptos artísticos, sino su sentido del humor. Veamos fragmentos de otra, enviada también a Roig, cuatro años después (7 de junio de 1928), cuando se encontraba en París, ciudad donde alcanzó su éxito definitivo.
“Mi querido Gonzalo: No he podido mandarte la Suite de Ravel, porque todavía no está editada. /…/ Te envío los programas esos para que veas que estoy en el brete. El concierto del pasado día 2, fue un éxito. Asistieron muchísimos críticos y artistas /…/ la mar del mundo social parisién. Joaquín Nin, organizador de este homenaje, se portó muy bien, y siempre le estaré doblemente agradecido. Él pasará por La Habana en marzo próximo /…/ Para esa breve visita tenéis que ir pensando un gran homenaje, y así, desagraviarlo de todo lo que le hicieron cuando estuvo aquella famosa vez. Sería un crimen de lesa patria, que nadie se ocupara de este hombre cuando vuelva a La Habana. /…/ Procura hacerlo tú solo. No busques la ayuda del diablo. ¡Tú y sólo tú! ¿Me comprendes?”. Lecuona se refiere a la traición que recibió Nin, de sus propios colegas, cuando vino a Cuba, en 1910, para colaborar con el desarrollo de la cultura musical, por lo que el apoyo mostrado en sus inicios por el gobierno, se desvaneció.
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