El Hotel New York
21 de febrero de 2014
|En 1919, un cronista de entonces hacía referencia al rápido crecimiento de la capital y al aumento de las edificaciones domésticas y de servicio público, en tanto las hoteleras, permanecían rezagadas ante esa fiebre constructiva en la primera década del siglo XX. Al respecto, en su publicación La Habana y sus grandes edificios modernos, escribió: “…es curioso observar que entre tantos edificios gigantescos como se han construido en estos últimos años, no se haya formado alguna compañía para edificar uno de esos hoteles monstruos al estilo de los que se levantan en otras grandes ciudades, no obstante que la nuestra ofrece un seguro éxito para tal empresa con su activo movimiento de viajeros y su considerable población flotante.”
A pesar de esta observación, hubo ejemplos que colmaron las expectativas del momento, como el Hotel New York, ubicado en Dragones, entre Amistad y Águila. Propiedad de José H. Martínez, el edificio fue arrendado por José A. Morgado para hotel, por ello, a la planta existente de tres pisos, se le añadió un cuarto nivel muy semejante en su aspecto formal a los anteriores, por lo que no alteró la imagen de la fachada original. El proyecto corrió a cargo de la firma cubana Tella y Cueto. Arquitectos e Ingenieros.
Concluido hacia 1919, la arquitectura del Hotel New York –afirma Alina Castellanos Rubio, en su trabajo inédito De La Habana ocupada a Las Vegas del Caribe. Evolución de la arquitectura hotelera en La Habana entre 1902 y 1958- “es representativa de un proceso de tipificación que fue muy común en el área céntrica en torno al Paseo del Prado y su continuación en el Parque Central, en relación con la tipología hotelera. El modelo constructivo que representa fue el más empleado en las instalaciones del área céntrica de la ciudad y por ello su fisonomía es significativa”.
Explica Castellanos, que las habitaciones del New York quedaron dispuestas en torno a dos patios paralelos entre sí, y al centro de cada piso se colocó el comedor. La circulación por el interior del hotel podía realizarse por medio de escaleras o por el elevador, dispuestos en un mismo espacio donde las primeras rodeaban al segundo a medida que ascendían. Con este diseño se optimizaba el espacio, determinado por la característica manzana compacta de la antigua ciudad. En la planta baja la distribución espacial era muy similar a la de las plantas altas, tornándose el área habitacional de los pisos superiores en piezas y salones de recepción e intercambio social. En este piso existían, además, pequeños locales para oficinas de la administración y otros servicios.
La prensa de la época antes mencionada, describe que para el hotel se escogió un lujoso mobiliario que adornara las cien habitaciones, las cuales estaban dotadas con baño, de agua fría y caliente, teléfono, y demás comodidades que lo convertían en un hospedaje confortable. A ello se sumaba la instalación de un elegante restaurant en la planta baja y las cocinas correspondientes. Y es que el rico hacendado José H. Martínez, -afirma el articulista- “no economizó gastos en la obra para obtenerla, como la obtuvo, sólida, artística y elegante”, como los grandes buildings al estilo americano.
Precisamente, fue esta su filiación tipológica y formal, o sea, la de los rascacielos norteamericanos, aunque en La Habana tuvieron una altura moderada. En cambio, emplean igual gran número de ventanas sin balcones corridos, decoran las fachadas con piedras artificiales de cemento y las marquesinas son de sencillos diseños.
La fachada del New York, describe Alina Castellanos, en la investigación referida, “se compone de cuatro filas de ventanas que enfatizan las verticales a través de balconcitos independientes en ventanas pareadas –enmarcadas cada una por columnillas saledizas. Ese énfasis se hace más evidente por las cinco grandes pilastras corintias adosadas al muro exterior, que sustentan una gran cornisa de remate, a la que se superpuso el cuarto nivel de la ampliación de 1919 –de rasgos similares en su caracterización formal. En la altura, un sencillo pretil concluye el alzamiento de la edificación, que resulta colosal en el conjunto urbano –de acuerdo a las dimensiones de la ciudad. La decoración se concentra en el friso inmediato a la gran cornisa del tercer nivel, en los llamativos capiteles de las pilastras y en las ménsulas y lambrequines sobre las ventanas pareadas; con rasgos de una sencillez y sobriedad académica. En el piso bajo, la imitación del sillar almohadillado y la marquesina –sin ninguna proyección espacial más allá del espacio peatonal- señalan el acceso al edificio, que en su conjunto expresa la volumetría compacta y la proyección monumental de los edificios en altura. Sus referentes norteamericanos están muy cercanos, evidentes desde el punto de vista estilístico en la proyección ecléctica de frío clasicismo académico de la edificación, a la manera de sus contemporáneos neoyorkinos”.
El Hotel New York logró en poco tiempo cosechar éxitos y satisfacer la demanda turística en la zona, permitiendo con su fábrica un modelo de fácil reproducción. Muchos directorios comerciales de la época y guías sociales lo mencionan entre los mejores. Y aunque décadas después, fueron otras áreas e instalaciones las favoritas, su decadencia no fue tan marcada como en la actualidad, cuando se ha convertido en un inmueble prácticamente en ruina.
*Fotos: Cortesía de Alina Castellanos
Galería de Imágenes
Comentarios