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El gurú de la empatía

20 de diciembre de 2013

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La anticipación a las necesidades afectivas de otros es otra de las cualidades de la empatía, y no me refiero a una capacidad adivinatoria para saber lo que necesita otra persona porque yo no tengo una bola de cristal, ni se leer las borras de café, e incluso nunca me he disfrazado de bruja en los carnavales, sino que me refiero a la pura realidad cotidiana. Y es que en la vida de cualquiera de nosotros seguro que hay una persona a quien todos buscan para depositar sus preocupaciones, problemas, para que sea quien escuche tal o cual situación engorrosa por la que pasamos, y tal vez no hay ni que buscarlo porque él o ella se dan cuenta cuando alguien necesita de un apoyo, de una conversación, de un hombro para llorar. Esos son los empáticos con la increíble cualidad de identificar las necesidades de otros, solo por leer el lenguaje extra verbal porque una postura al caminar, unos ojos tristes e incluso unos suspiros son señal suficiente para que se percate que alguien necesita de consuelo, de consejo, de contención o solamente necesitan de que alguien los escuche y están dispuestos a ayudar. Y no es que se necesiten estudios especializados, ser psicólogo o psiquiatra o cura para tener esa habilidad, porque eso se aprende en una mejor escuela que la universidad; la escuela de la vida, pero no en el sentido “de la vida libre” de los bajos mundos callejeros, que ahí se aprenden más cosas malas que buenas, sino de la vida buena, la enaltecedora, que surge de la familia que educa bien, con amor al prójimo y con  la capacidad de comprender y ayudar. Pero debo aclarar que es lo que significa anticiparse a las necesidades emocionales de otros porque puede confundirse con el chismoso que siempre anda atento a “enterarse” de lo que le pasa a Menganita o Zutanita para después regarlo por ahí, pero de ninguna manera se trata de esto, sino que el objetivo es satisfacer las necesidades de quien por alguna razón está triste, colérico, ansioso, y necesita ayuda. Por ejemplo, Juanita está en su trabajo donde labora como secretaria y aspira a ser jefe de despacho del presidente de la corporación y cuando ya se siente promovida porque considera que tiene los requisitos y compañeros de trabajo la han alentado y la reconocen como merecedora, sin embargo es Raquel, otra trabajadora que trabajaba en otra área,  la elegida. Juanita se siente defraudada y con razón, digo yo, que no alcanzar una meta nos deja un sabor amargo en la boca. Sin embargo Juanita, ya sea por mente propia o por mentes ajenas cree que hay maldad detrás de su fracaso y se va enojando aunque no lo demuestre claramente y aparentemente sigue trabajando igual, pero Omar, otro trabajador de la empresa detecta determinadas señales en Juanita (dientes apretados, palidez, hablar poco) y está allí para que ella “descargue” sus preocupaciones e ideas y que sus emociones no se conviertan en un obstáculo en las decisiones que puede tomar, porque el enojo nubla la razón y para evitar un exabrupto a su jefe, para impedir una pelea, está ahí como catalizador para que Juanita descargue su furia y pueda pensar con la mente fría, favoreciendo una conducta más mesurada y aclare sus dudas, porque aún cuando realmente le hayan hecho trampa, una respuesta iracunda no le va a resolver el problema o por lo menos no una acción violenta ciega y sin análisis previo. Así que Omar posee la deseable cualidad de anticiparse a las necesidades de las personas, lo cual no lo hacen un adivino, pero sí un gurú de la empatía.

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