El cuerno desbordado de Juan Carlos Tabío
8 de marzo de 2021
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Juan Carlos Tabío (La Habana, 1943-2021), cineasta cubano, discípulo aventajado de Tomás Gutiérrez Alea, seducido por la obra de Buñuel, a quien rindiera tributo en Lista de espera (2000), respondió en una ocasión a la pregunta acerca de si le interesaban el humor y la ironía como formas de abordar la realidad: «Definitivamente seré comediante. Todo me sale así. Naturalmente que hay matices». Admirador incondicional de Woody Allen y de Luis García Berlanga, es a este genial creador español a quien evoca su filme El cuerno de la abundancia (2008). Suscitó en su estreno no escasas comparaciones con el clásico Bienvenido, Mr. Marshall (1952) por las resonancias de ese pueblo chiquito devenido infierno grande que retrata por medio de un guion coescrito con Arturo Arango.
El cuerno… es el sexto y último largometraje de ficción dirigido en solitario por Tabío, quien sumó a su filmografía dos realizados junto a Titón, su amigo de siempre: Fresa y chocolate (1993) y Guantanamera (1995). El detonante para la imaginación del binomio Arango-Tabío (que data desde Lista de espera), fue el reportaje «El tesoro de los Manso de Contreras», publicado por Mauricio Vicent en el diario español El País varios años atrás.
Así surgió el imaginario poblado de Yaragüey, otra imaginaria comarca en la geografía de Tabío, como lo fuera aquella de El elefante y la bicicleta (1994), circundada por el mar y solo unida a tierra firme por un frágil puente. Si allí arribaba un joven emprendedor con un equipo del Cinematógrafo para revolucionar las costumbres de sus habitantes, aquí llega la noticia de que todos los moradores de apellido Castiñeiras, recibirán una multimillonaria fortuna legada por tres beatas en su testamento. Este es apenas el punto de partida para el encadenamiento de una serie de situaciones que en medio del papeleo burocrático exigido con el fin de tener derecho al dinero, involucran a toda la fauna pueblerina en esta suerte de Macondo antillano.
Su precisa concepción es el mayor acierto de los guionistas: la familia encabezada por el patriarca intransigente ante toda ilegalidad, la madre sufrida, el hijo graduado en la extinta República Democrática Alemana, casado con una artista que aspira a un poco de privacidad hogareña; la hermana perseguida por la mala suerte, el ineludible «bobo del pueblo», la muchacha codiciada por todos, el santero, la mujer descontenta y seductora, el traficante en el mercado negro (de VHS con películas piratas), el nuevo rico, la matriarca intocable… Para unos aquella herencia representa una locura o un disparate, para otros una estafa o una patraña, una maniobra del imperialismo o una ilusión.
Esa atmósfera de intrigas, cotilleos y rumores que corren por doquier y en la cual unos vecinos sospechan de los demás, sin excluir un anónimo, rememora aquella de El cuervo (1943), de Clouzot, y, sobre todo el gozoso clima conseguido por el checo Jirí Menzel en Mi dulce pueblecito (1985). Desde Se permuta (1983), su debut en el largometraje de ficción, luego de una notoria carrera como documentalista y realizador de cortos, Tabío reveló sus dotes para la comedia coral, hasta alcanzar un alto nivel en Lista de espera. Ahora prescinde del juego provocador del «cine dentro del cine» empleado en Plaff o Demasiado miedo a la vida (1988) en precisos instantes y razón de ser de su cortometraje Dolly Back (1986). Escoge entonces cierto distanciamiento brechtiano con idéntica intención, nada encubierta: preparar al espectador para una mayor reflexión, para adoptar una toma de conciencia frente al hecho estético si logra aceptar la ruptura en el entramado argumental. Esta se registra a través de Bernardito, el narrador (Jorge Perugorría) —innecesario por momentos— quien lanza frases o miradas de complicidad directamente al público, sin que falten las referencias cinéfilas, en particular a Fresa y chocolate.
El realizador reiteró en sus entrevistas disfrutar personalmente mucho más la elaboración del guion que la puesta en escena. Admitió los puntos de contacto con Lista de espera en cuanto al punto de vista dramático pero advirtió que en esa película afloraba lo mejor del ser humano y la situación límite provocaba solidaridad: «En esta se imponen el egoísmo, las manipulaciones, los juegos sucios», declaró.
Habría sido inútil la concepción de esos personajes con quienes el espectador puede identificarse sin una acertada selección de sus intérpretes y la dirección de actores y este representa otro mérito de Tabío, evidenciado en toda su obra. El cuerno… posibilita a todos abundantes oportunidades de lucimiento, al extremo que resulte difícil delimitar quién caracteriza con mayor convicción el papel asignado en un reparto que abarca figuras de varias generaciones. Incluye desde los veteranos Paula Alí y Enrique Molina, a Mirtha Ibarra; Laura de la Uz, brillante en su insatisfecha Sobeida, o la apenas debutante Annia Bu (Martica), sin olvidar la incursión del dramaturgo Héctor Quintero como el Presidente de la Comisión Nacional de Expertos. El jurado del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata optó por otorgar un galardón a la actuación de conjunto.
La comedia es un género paradójicamente excluido por muchos años de la producción fílmica de un país como Cuba, donde el humor constituye un elemento inseparable de la idiosincrasia popular. La crítica y el público lamentaron su ausencia y luego, cuando irrumpió con renovado vigor y el abordaje de disímiles temas con mayor o menor fortuna, entonces algunos clamaron por la existencia de un cine más «serio». Enjuiciar determinadas actitudes y prejuicios caducos de la realidad cubana contemporánea, son constantes en la obra de Tabío, convencido de que la comedia no es un género menor y de que el humor sirve para tratar los asuntos más serios, arriesgados y complejos. Para él, el humor no significaba una búsqueda, sino un resultado y al respecto afirmó en una entrevista: «La comedia es una forma muy válida de comunicación, de llegar a la gente también a través del entretenimiento expresando cosas muy serias. Lo importante está en no contar una historia por contarla, ésta debe revelar una realidad para que interese y mueva a una operación reflexiva y crítica».
El cuerno de la abundancia, coproducida con España, no obstante la pretendida universalidad de esos personajes tan creíbles, por la proliferación de chistes y referencias locales, quizás podría perder efectividad ante un espectador extranjero o desconocedor de los entresijos de la sociedad cubana y su chispeante humor criollo, aún en las peores circunstancias. Concebido para entretener sin dejar de pensar, Juan Carlos Tabío, propone un cuerno pródigo de situaciones ingeniosas aderezadas con toques de humor costumbrista en un guion laureado en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. Al verter por completo el contenido de ese «cuerno» desbordante de talento y capacidad de sorpresa de la primera a la última obra, con las crecientes expectativas suscitadas por cada una en la trayectoria del cineasta, volvemos a sacudirlo para lamentar la imposibilidad de que la enriqueciera mucho más y dejara tantos proyectos inconclusos.
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