El crítico de arte para la prensa neoyorquina
7 de mayo de 2020
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El 21 de febrero de 1880 apareció un texto sin firma en el semanario The Hour (La Hora) de Nueva York dedicado al pintor español Raimundo de Madrazo (1841-1920), quien ya gozaba de merecida fama dentro y fuera de su país. No fue hasta el siglo XX que se pudo establecer la autoría martiana de estos textos cuando se revisaron los manuscritos originales en francés conservados en la papelería dejada por el Maestro, quien tuvo que valerse de esta lengua porque no se sentía seguro haciéndolo en inglés y porque en las publicaciones para las que escribió no contaban con traductores del español.
Durante todo aquel año de 1880 Martí publicó veintitrés escritos en The Hour, dieciocho de ellos acerca de las artes plásticas. También se han hallado dos de igual temática entre lo trece del diario The Sun (El Sol) en los que se ha reconocido la pluma del cubano.
Fue el pintor cubano Guillermo Collazo Tejada, residente entonces en Nueva York y colaborador con The Hour, quien lo recomendó como crítico de arte a los editores de ese periódico. En carta a su amigo mexicano Manuel Mercado, no sin cierta burla, Martí le dijo el 6 de mayo de 1881: “En un cuadro conservo —como estupenda maravilla— el primer peso que gané en N. York —como crítico de arte.—“
Por entonces algunas instituciones y los que poseían dinero suficiente comenzaba a introducirse en el mercado internacional del arte controlado por las burguesías europeas. En esos artículos y reseñas de exposiciones se refirió Martí al arte contemporáneo de Europa y de Estados Unidos. Del primero, habló con entusiasmo de algunos de sus artistas favoritos: españoles como el mencionado Madrazo, Mariano Fortuny, Martín Rico, Rosales, Eduardo Zamacois; los franceses Detaille, Fromentin, Gerôme, Vernet, Beaumont, Vibert, Bouguereau, Meissonier, Troyon, Jacquet, Bastien-Lepage, Rousseau, Moreau; alemanes como el grabador William Unger; ingleses como Alma Tadema; el ruso Vereschaguin, a quien dedicaría años después un extenso estudio; el polaco Matejko.
Quizás algunos de esos artistas hoy no sean tan apreciados, pero no deja de sorprender la actualización martiana acerca del arte de aquellos tiempos, que combinaba con su repetida admiración por los grandes de momentos anteriores como, entre otros, Giotto, Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, Murillo, Velázquez, Goya, Delacroix. Las piezas de muchos de ellos pudo apreciarlas en el madrileño Museo del Prado y siempre he pensado que no dejó de visitar algún museo durante sus breves pasos por París en 1874 y 1879.
Interesado en todos los géneros, en The Hour entregó un maravilloso texto acerca del desnudo en el arte donde afirma: “El desnudo es la piedra de toque de los pintores.”
El cubano, a todas luces, se mantuvo al tanto de los Salones de París, la meca del arte de finales de aquel siglo, mas no dejó de atender a la creación de los artistas estadounidenses que se mostraban en las galerías neoyorquinas, a pesar de considerar que aún faltaba mucho para ser original al arte del país del norte. Tampoco deja de lado referirse a pintores mexicanos, como su amigo Manuel de Ocaranza y el paisajista José María Velasco cuyas obras había apreciado durante su residencia mexicana en 1874 y 1875, donde se inicio de hecho en la crítica artística.
Enjuiciador ético y analista cuidadoso de la pintura en sus temas, composición, dibujo y color, José Martí resultó ser un sistemático crítico de ancha, rica y universal visión del arte, como lo seguiría demostrando en textos posteriores de su numerosa obra escrita.
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