El cine cubano en el Festival de Venecia
1 de septiembre de 2023
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El domingo 3 de septiembre deviene a partir de este año una fecha histórica en el devenir del cine cubano: ese día, la edición número 80 del Festival Internacional de Cine de Venecia, presentó dentro de la Sección Oficial Venezia Classici-Restauri la première mundial del largometraje documental Landrián, realizado por Ernesto Daranas Serrano. Consagrado a la vida y obra Nicolás Guillén Landrián, cineasta de culto en el ámbito internacional, el filme figura en la lista de ocho documentales sobre cine escogidos para ese apartado competitivo. El también cubano Luis Tejera lo procesó en su firma madrileña Aragne, en coproducción con el ICAIC, junto a la restauración de una decena de documentales de la obra de Landrián. Es la cuarta ocasión en que una cinta de la Isla concursa en este evento Clase A. Realicemos un flashback para recorrer la presencia del cine cubano en el certamen más antiguo del mundo, no solo en su concurso.
A 1962, al celebrarse la 13. Mostra Internazionale del Film Documentario, celebrada entre el 29 de junio y el 4 de julio, corresponde la primera vez en que un título de producción cubana era incluido. Gente en la playa, documental realizado por el catalán Néstor Almendros, con el estilo libre impuesto por el Free Cinema, entonces de moda, integró la Sección 1 (Grupo E) de Documentales Films de vida contemporánea y de documentación social. Así lo registran los anales de la cita veneciana.
La repercusión fue extraordinaria tras exhibirse La primera carga al machete, dirigida por Manuel Octavio Gómez, en la función nocturna del 30 de agosto de 1969 en la trigésima edición de la Mostra, programada del 23 de agosto al 5 de septiembre. El filme, segunda ocasión en que el cine cubano desembarcaba en el Lido, fue unánimemente aclamado, por encima incluso de La pocilga (Porcile), de Pier Paolo Pasolini, objeto de una glacial acogida. En su reseña, el crítico italiano Mario Quargnolo, inmerso en esa «sensación de inmediatez y participación directa en los sucesos reconstruidos», confesó evocar ante las imágenes filmadas por Jorge Herrera, algunas secuencias conseguidas por Billy Bitzer y Karl Brown en El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1914), de David Wark Griffith. El francés Robert Chazal equiparó el estallido de violencia en la batalla final con la confrontación de La pandilla salvaje (The Wild Bunch, 1969), de Sam Peckinpah.
Un crítico londinense lo comparó con el cine de Peter Watkins, «pero con un mayor grado de estilización». Según él, era «una rápida y aguda evocación de la atmósfera y los sucesos, en los cuales un período completo de la historia cubana es sometido a una búsqueda interrogativa».[1] Un colega admitió haber comenzado a preguntarse durante la proyección de «ese ejercicio de reconstrucción histórica en más de un sentido», «si la cámara cinematográfica quizás había sido inventada un siglo atrás».[2]
Si Leo Pestelli subrayó la «energía salvaje» en la cual el contraste entre el blanco y el negro «no podía ser más violento»,[3] Giovanni Grazzini aplaudía que el gran director obtuviera «el efecto de hacer revivir un dramático capítulo de la historia patria como si fuese material actual con la sutil intención de continuar hablándonos, a un siglo de distancia, de los malos efectos del colonialismo».[4] Muchos rendidos ante «el impulso que recorre la obra, a la fuerza vital de la idea que la rige»[5] auguraron figurar en el sitial de honor a aquella pieza magistral capaz de atraer adjetivos y frases como: fascinante, nueva, impactante, original, sorprendente, «privada de alejamientos líricos y subrayados triunfalistas»,[6] «en extremo vivaz y de una belleza plástica a menudo cautivante»,[7] «Animada de un formidable furor épico, borboteando sangre caliente»,[8] «con su voluntad de salirse de los caminos trillados y la consecución de unos resultados cinematográficamente sólidos, aunque sean discutibles en el plano de su relación con la realidad».[9]
El novelista Alberto Moravia opinó en su reseña que la distancia «extrañadora» permitía «tanto la objetividad irónica como la realidad épica», con combates que aparecían «deslumbrantes en luz y movimiento».[10] Un anónimo crítico austriaco llegó a escribir que la película dejaba en claro «cuán unida está la revolución de Castro con las revoluciones cubanas de los últimos siglos y hace comprensible cómo ese pueblo durante y después de la revolución de Castro ha sido posible politizarlo, en un tiempo tan corto, incomprensible para nosotros, y sobre tal base, que en apenas diez años haya sido posible crear tal producción de cine”.[11]
Solo que en ese trigésimo aniversario, la mostra veneciana eliminó el carácter de concurso y no entregó premios.[12] La participación era en calidad de filmes invitados y todos los títulos escogidos recibieron una Medalla de Oro por su alta calidad; sin embargo, los críticos españoles acreditados decidieron otorgar a La primera carga al machete el Premio Luis Buñuel.
Louis Chauvet en Le Figaro, escribió que a veces el propio Eisenstein queda atrás y que: «La verdadera belleza del filme estriba en ese acuerdo constante de entusiasmo o de creencia activa, entre los personajes que parecen vivir motines, sublevaciones, combates, y la fiebre colaboradora del camarógrafo, convertido él mismo en parte de la acción».[13] No obstante la brillantez alcanzada, no pocos críticos señalaron que la opción por una fotografía quemada como obsesivo recurso permanente de la puesta en escena —y no haberlo reservado solo para la carga final al machete— junto con la excesiva movilidad de la cámara, llegan a crear un aturdimiento visual en el espectador. El atrevimiento permanece junto a esa insólita modernidad por su deliberada desdramatización, como enfatizó Marcel Martin en 1970: «Este rechazo al naturalismo no es ni un facilismo, ni una traición: es la fuente misma de la belleza y la nobleza de esta obra excepcional. Este himno a la vida y a la muerte toma de este modo la dimensión grandiosa de un fresco heroico y sangrante en que la pujanza lírica y épica es bien digna de los hechos que exalta».[14]
La primera carga al machete podría conceptuarse como un esplendoroso antecedente del falso documental, portador de una visión desacralizadora y desprejuiciada sobre la historia. Siempre es oportuna cualquier oportunidad para redescubrir una pieza de esplendente modernidad. El teatrista y cineasta uruguayo Ugo Ulive, señaló su mérito mayor: «El extraordinario paso adelante que da por el camino de un rescate de la historia nacional de las momificación de los textos escolares, de la hipócrita y reaccionaria santificación de los héroes, del abismo que una historiografía polvorienta cava entre el pasado y el presente. Es el mérito de integrar el pasado histórico al presente de la historia que se hace, contribuyendo poderosamente a una conciencia nacional socavada ininterrumpidamente por el colonialismo antes, y el imperialismo después. Con La primera carga al machete, el cine cubano da comienzo a una invalorable operación cultural».[15] (Continuará)
[1] Morning Star, Londres, 5 de julio de 1969.
[2] Dilya Powell: The Sunday Times, Londres, 13 de julio de 1969.
[3] Leo Pestelli: La Stampa, Turín, 31 de agosto de 1969.
[4] Giovanni Grazzini, Corriere della sera, Milán, 31 de agosto de 1969.
[5] Ugo Casiraghi: “Sjöberg replantea a Strindberg”: L’Unitá, Roma, septiembre 1º de 1969.
[6] Lino Micciché: “Los símbolos de Pasolini y machetes desde Cuba”: Avanti, Italia, 31 de agosto de 1969.
[7] Jean de Baroncelli: Le Monde, París, 2 de septiembre de 1969.
[8] Guy Hennebelle: “La primera carga al machete”, Jeune Áfrique, París, 8 de diciembre de 1969.
[9] José Monleón: Nuestro cine no. 91, Madrid, noviembre de 1969.
[10] Alberto Moravia: “Bertold Brecht con el machete”, L’Express, París, 7 de diciembre de 1969.
[11] “El poder del machete”: Volksstimme, Viena, 3 de septiembre de 1969.
[12] El festival no fue competitivo durante la década 1969-1979.
[13] Louis Chauvet: Le Fígaro, París, noviembre 19 de 1969.
[14] Marcel Martin: “La primera carga al machete: El día de los largos cuchillos”, Cinema no. 142, París, enero de 1970.
[15] Ugo Ulive: Cine al día no. 12, Caracas, 12 de marzo de 1971.
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