El bienestar psicológico y el equilibrio emocional
14 de julio de 2017
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“¡Yo me quiero sentir bien, ser feliz!”, hemos dicho en alguna ocasión –o en varias– y no tiene nada que ver con alguna enfermedad que nos provoque malestar físico, ni tampoco con algún desajuste psíquico producto de una enfermedad psiquiátrica. Y la exclamación está directamente relacionada o es producto de un estado de insatisfacción con la vida en ese momento, y se le puede identificar con pérdidas, como un divorcio, un empleo o con la no obtención de una meta que nos hayamos propuesto, o sencillamente porque estamos desmotivados y no encontramos el camino para darle un sentido a la vida, o sea –y uso palabras que decimos en esos momentos– “nos sentimos perdidos”; lo cual además de ser molesto nos lleva a retraernos de otras actividades de la vida, como son las relaciones interpersonales, la atención a la familia, y por supuesto que no hay deseos de diversión. Lo opuesto es estar satisfecho con la vida, sentirse motivado, tener metas, ser emprendedor; lo cual no quiere decir que haya asuntos que cambiaríamos y otros que no nos gustan, porque nada es perfecto en la vida.
Todo lo que he escrito hasta ahora es algo que se llama bienestar psicológico, o su antítesis, porque el bienestar psicológico es una evaluación subjetiva que realiza la persona acerca de las distintas áreas de su vida, que expresa la satisfacción de las personas y su grado de complacencia con aspectos específicos o globales de su vida, en los que predominan los estados de ánimo positivos. Es por ello que evaluar negativamente estas muy diversas áreas de la vida nos saca de lo que se ha dado a llamar “la zona de confort”, por lo que la insatisfacción que lleva a la frase con la que comencé este artículo es expresión clara de sentirse fuera de esta zona de comodidad y felicidad, provocando emociones negativas, y por lo tanto desagradables.
Sin embargo, hay que fijarse que tener bienestar psicológico o no es una valoración “subjetiva”, totalmente personal, que no necesariamente es compartida y comprendida por los demás, ya que tiene que ver con lo que cada persona quiere en la vida, sus aspiraciones que son muy particulares, así que no resulta extraño que lo que para algunos es displacer, infortunio, o sea falta de bienestar psicológico, para otros puede ser felicidad. Esta evaluación que nos lleva a sentirnos bien o infelices tiene que ver con todos los aspectos de la vida, ya sea espiritual, como material, y el equilibrio que individualmente le damos a los mismos es diferente. Por ejemplo, conozco a una mujer que tiene un matrimonio que se podría catalogar de infeliz –según el punto de vista de amigos y familiares–, porque el marido es un déspota y bastante mala persona, sin embargo para ella su vida es muy feliz porque él le provee de bienes materiales que son lo más importante en su evaluación de bienestar psicológico, y por su cabeza no pasa vivir con un hombre que le pueda dar amor y comprensión sin bienes materiales. Hay ocasiones en que desde fuera pensamos que una persona no tiene razones para sentirse mal, sin embargo la persona cree lo contrario, y hasta podemos pensar: “¡ojalá yo tuviera esa vida!”
Otro ejemplo, que es muy actual sobre, lo importante de esta evaluación subjetiva personal es la anorexia, donde la persona evalúa que su apariencia física le es desagradable por un supuesto sobrepeso que la lleva a dietas muy peligrosas que ponen en riesgo la vida. En este caso de la anorexia –que es un mal a nivel mundial– tiene mucha influencia los criterios estéticos de la belleza física que promueven y publicitan las grandes casas de modas, donde la delgadez extrema es el modelo a alcanzar.
Con esto quiero decir que para sentirnos bien, o sea, poseer un bienestar psicológico es imprescindible no solo tener en cuenta las valoraciones personales, sino también lo contextual, lo que la sociedad, la época, las personas e instituciones aportan a este criterio. Así por ejemplo, hace tres décadas, los homosexuales no manifestaban su orientación sexual por los sabidos prejuicios que hasta a la cárcel y la muerte les podrían acarrear –aún hoy en algunos países puede ocurrir esto–, por lo que su bienestar psicológico debía ser muy precario por la contradicción entre lo puramente personal, interno y lo que la sociedad obligaba a hacer, provocando no pocas infelicidades y vidas perdidas.
Para finalizar –que es lo más importante– debo decir que no se puede subestimar el equilibrio emocional que nos da el bienestar psicológico, y por supuesto el daño de no tenerlo.
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