El amor, la comunicación y el sexo
29 de septiembre de 2017
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Aunque parezca poco creíble, hay personas que aman y no son capaces de expresarlo con palabras, incluso, ni tan siquiera con acciones. Las causas son diversas y todas son aprendidas, porque los seres humanos nacemos con la capacidad de amar y la posibilidad de expresarlo coherentemente, y hago énfasis en el aspecto de la coherencia, porque los actos que son sinónimo de amor son todos aquellos relacionados con gestos agradables: besos, caricias, abrazos y en cuanto a palabras también se expresan halagos, ternura, apoyo, en fin, es importante expresar amor con el cuerpo y la palabra.
Todo esto se aprende y cada sociedad, y en particular cada familia tiene formas o códigos muy específicos para expresar ese amor. La incoherencia entre afecto y expresión externa es una distorsión afectiva, por demás injustificada, ya que si se golpea, se insulta e incluso si se es indiferente de ninguna manera se puede entender que es una forma de decir “te quiero”.
En este comentario me estoy refiriendo al amor de pareja donde en la expresión afectiva se incluye el sexo, lo cual me parece importante, ya que tampoco es extraño que haya personas que la ausencia de una adecuada y sana interrelación amorosa en términos de palabras y acciones la sustituyen por un sexo gratificante, y aún más, defienden su actitud afirmando que no hace falta más, ya que el sexo es el centro de una relación y si es capaz de satisfacer a su pareja en este sentido, lo demás es superfluo.
Esta postura es muy errada, porque si bien es cierto que la satisfacción de las necesidades sexuales es asunto muy importante y le da determinada estabilidad a la pareja, no es suficiente, y como dice una amiga mía ¿cuánto tiempo de las 24 horas del día estamos teniendo sexo? Si acaso, en las parejas muy activas, se hace el amor una hora diaria, ¿qué hacen el resto de las 23 horas? Pues si no hay intercambio afectivo, sería como dos extraños y si hay violencia seguro que son enemigos, lo cual es –como ya dije–una distorsión del amor o lo que es lo mismo, es un amor muy enfermo.
Entonces ¿qué pasa? ¿Por qué no son capaces esas personas de decir “te amo” y acariciar, abrazar, apoyar en sus metas y aspiraciones al otro? Las razones –como todo en lo que se refiere a la vida psicológica de las personas– son variadas, muchas y diversas, por lo que voy a analizar las más generales. La primera y más importante es el criterio –falso, pero bastante generalizado– que dice que si te muestras muy enamorado, te pones en desventaja y el otro o la otra te va a maltratar, humillar. Si bien es cierto que hombres y mujeres creen esto, tengo que aclarar que se ve más en hombres, donde se les enseña desde pequeños a tener una postura de dominio en el amor, ya que mostrar sus sentimientos suele verse como manifestación de debilidad, incompatible con la virilidad, enseñándoseles que de esta forma son más propensos a que sus mujeres les sean infieles, porque “él es un monigote que se la pasa diciéndole a la mujer que la quiere”, y a continuación se les aconseja que para tener a una mujer enamorada solo hay que darle sexo, frecuente, duro y muy satisfactorio, y que de esta manera se la ata, ya que “las mujeres no se resisten a un hombre que las mantiene felices y satisfechas en la cama”, así pues tratan a las mujeres como animales en constante celo y bastantes descerebradas.
No tengo que decir lo erróneo de esta creencia, porque las necesidades humanas son tantas y tan diversas, que si bien es cierto que un buen sexo se agradece y satisface, hacen falta muchas más cosas entre las que se encuentran las necesidades afectivas, que van más allá de los besos y abrazos, y abarcan las que se relacionan con las expectativas, las aspiraciones, la realización social en las diferentes áreas, lo cual –tarde o temprano– va a prevalecer por encima del sexo.
Por otra parte, también la mala educación en cuanto a lo que se necesita para amar bien y saludablemente es lo que se aprende por lo modelos que tenemos desde la infancia, así si nuestros padres, abuelos, etc. se comportan de manera indiferente, violenta o amorosa, de apoyo, cuando crecemos y comenzamos a enamorarnos y a tener pareja, lo que hacemos es replicar este tipo de conducta que ha matizado nuestra vida familiar.
Por último, están las experiencias personales que arrastramos de una relación amorosa hacia otra nueva pareja, tanto las buenas, como las malas, por lo que si no nos ha ido bien expresando el amor, entonces adoptamos la conducta contraria, culpabilizando a nuestra forma de expresar amor del fracaso, cuando seguro que las razones son otras y más complejas que no queremos o no podemos analizar. En el camino de la vida aprendemos, ya que la experiencia que se acumula puede conformar nuestra postura de cómo comportarnos, porque aprender a amar nunca termina, y ojalá que todos nos esforzáramos a querer cada día más y mejor.
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