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Edouard Manet en Martí

16 de mayo de 2022

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No conocemos texto alguno de Martí dedicado por entero a este pintor francés que alcanzaba gran reconocimiento en el ambiente artístico de finales del siglo XIX. Sin embargo, las referencias que acerca de él aparecen en más de uno de sus escritos muestran su admiración por este creador nacido en París el 23 de enero de 1883. Por cierto, buena parte de tales menciones fueron escritas por el cubano luego de su muerte el 23 de enero de 1883, y en más de una ocasión estas se presentan mediante comparaciones con otras personalidades de las artes y las letras.

En una de sus crónicas acerca de Estados Unidos, de 28 de abril de 1884, expresa críticamente que los pintores norteamericanos de entonces daban “espantables correrías en pos de Manet y de Gustave Courbet…” Por esa misma fecha comenta la exposición de los pintores impresionistas abierta en Nueva York, y afirma: “Manet es grandioso.” Y dice que en esa muestra está Manet “con sus crudezas.”

 

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Dos cuadros del francés ganaron su elogio entusiasta: uno del tenor Jean-Baptiste Faure caracterizado como Hamlet; Carrera de caballos se titula el otro, que le provoca este diálogo con uno de sus pintores favoritos: “…como en otros cuadros suyos, Manet es el Goya de los castigos y las profecías, el Goya de los obispos y los locos que por ojos pinta cuevas.” Sorprende esa atrevida imagen para describir los ojos pintados por Manet.

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Más llamativa es aun esta otra comparación con el libro titulado La Faustin, del francés Edmond Goncourt, donde encuentra escenas que parecen de Manet “en lo osadas.” Tal intimidad entre la literatura y las artes visuales fue frecuente en el Maestro, quien también afirmó que el buen escritor ha de saber pintar con la palabra.

En 1884 el cubano visitó la exhibición de arte organizada en Nueva York a fin de recaudar fondos para el pedestal de la estatua de la Libertad. Allí encontró dos piezas de Manet, que le hicieron escribir esta especie de valoración del pintor: “De Manet, caudillo algún tiempo de los impresionistas, que amó lo feo, y perdió a Velázquez, y vivirá, a pesar de sus cuadros brutales, por lo que hay siempre de permanente y bello en lo verdadero, había allí sobre un suelo gris, y en fondo negro, un niño en bragas y calzas, que carga, como quien cargaría una silla de montar, una gran espada. Y otro cuadro había abominable, pero atractivo, como todo lo personal y osado; una pobre dama fea en bata rosada, se destaca de un fondo oscuro, mirando una flor vulgar que alza en su mano; a su lado, sobre una cotorrera duerme un loro: y de la base de lata del palo, echa su cáscara al suelo una naranja a medio mondar.” Los títulos de estos cuadros son Joven con una espada y Mujer y cotorra.

Así, la composición, el color y la escena de estas pinturas sustentan la opinión martiana, favorable y contrastante acerca de Manet, en la que el juicio del crítico de arte se nos entrega por encima de las convenciones de aquella época.

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