Edificio de la Aduana de La Habana y sus tres espigones San Francisco, Machina y Santa Clara I
29 de marzo de 2013
|El establecimiento a partir de 1584 de la Real Aduana de La Habana es el resultado lógico de ese intenso uso del puerto. Su ubicación se dispuso en inmuebles erigidos expresamente para esta función y relacionados con el borde marítimo –tanto por su emplazamiento como por la construcción anexa de muelles y tinglados. Según Joaquín Weiss, en La Arquitectura Colonial Cubana, el primero de los edificios de la Real Aduana lo orientó edificar el Rey en el año 1569 –apenas 8 años después de formalizado el Sistema de Flotas-, aunque por el escaso presupuesto destinado para ese fin la construcción fue pospuesta hasta 1578.
Entonces se erigió un confortable inmueble de 70 pies de largo (21.3 metros) que comprendía en la planta baja espacios para zaguán, un amplio almacén y una oficina, y en el piso superior se dispusieron las viviendas de los oficiales reales, el contador y el tesorero. La fábrica resultó una de las más elaboradas y confortables de la incipiente villa, con entrada principal por la calle Baratillo y resguardada en su frente de mar por un amplio muelle de madera. (Este edificio se localizaba, presumiblemente, en el lugar donde hoy se erige la sede de la Marina de Guerra, con dirección por San Pedro, entre Obrapía y el Callejón de Jústiz.)
Al frente de las obras estuvo Francisco de Calona, Maestro Mayor de la villa de La Habana en estos años, quien dispuso un sólido edificio con muros de mampostería y techos de madera y tejas, empleado incluso por el Cabildo para sus reuniones periódicas y como residencia temporal del Gobernador. La fisonomía de la casa de aduanas parece haber seguido la tipología doméstica del siglo XVI, con amplios y desnudos lienzos pétreos horadados por vanos para la abertura de sus doce ventanas y las puertas; consiguiendo detalles ornamentales en la elaboración de la carpintería y los balcones o voladizos, de balaustres de cedro.
Aunque los vecinos y autoridades objetaron al inmueble la ausencia de una plaza apropiada para el abastecimiento y manipulación de los vehículos que debían transportar las mercancías, el edificio continuó explotándose como Aduana hasta 1804, cuando se iniciaron las gestiones para construir nueva obra con frente a la actual calle San Pedro (por donde corría la muralla de mar), extendiéndose desde la esquina de la calle Obrapía hasta la casa del Marqués de Villalta. La ubicación en el antiguo edificio del Tribunal de Cuentas desde 1637 –por lo que se le denominó también edificio de la Contaduría o de la Tesorería-, y de la Intendencia General de Hacienda de La Habana desde principios del siglo XIX, motivó que fuese intervenido para dichas obras de ampliación y remodelación; y obligó al traslado de la Real Aduana hacia un nuevo emplazamiento.
La nueva instalación aduanera se estableció en terrenos también situados frente al mar, por la calle de San Pedro entre Obispo y O’Reilly, edificación de mucha menor factura que su antecedente, tanto por sus proporciones como por su alcance. Abrigó las dependencias de la Real Aduana hasta mediados del siglo XIX, fecha en que fuese devuelta a su original posición. Mientras tanto, la intervención constructiva ejecutada en el antiguo edificio (entre 1804 y 1817, en que se paralizaron las obras) lo dotó de mayores dimensiones y capacidad de maniobra.
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