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Drama bajo techo

22 de mayo de 2015

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86504697Cuando los conflictos en el seno del hogar se convierten en una constante, ya sean por actitudes intransigentes o porque cohabitan distintas generaciones (viejos-adultos-jóvenes), sobreviene lo que la psicología establece como “familia disfuncional”.
El término define a quienes no saben enfrentar adecuadamente las necesidades y demandas que se suscitan bajo un techo compartido.
Situaciones mil alteran ese equilibrio provocando desajustes adaptativos que se arrastran por años, con lógico  sufrimiento para algunos miembros, sobre todo, para aquellos que envejecen relegados, e hijos adultos, ajenos a la frustración de sus padres ante las limitaciones que impone la edad.
Hay que entender que los ancianos no pueden asimilar que le den el tratamiento que corresponde a un niño, ni aceptar ser el hijo de su hijo, como pretenden algunas familias; el abuelo -aún en su fragilidad- sigue sintiéndose la figura paterna, o al decir popular, el cabeza de familia.
La psicología destaca que en esos casos, donde la edad es extrema o una discapacidad irrumpe, el conflicto adquiere un tono diferente que empeora si lo acompaña una enfermedad crónica.
Ante tal caos, hay que reorganizar la familia. Los adultos, muy en especial los adolescentes, analizar sus conductas; todos, hacer un esfuerzo por variar estilos de vida para comprender las razones del anciano, y así rescatar la paz hogareña.
Lamentablemente, las consecuencias de una convivencia intolerante, daña las relaciones afectivas a tal punto, que no habrá suficiente comprensión ni ayuda para el más vulnerable del grupo.
Llegado a ese doloroso punto, es aconsejable pensar en su traslado a instituciones apropiadas, pero sin borrar de la conciencia familiar, que para el abuelo nada sustituye el valor del hogar o el respeto a sus costumbres y tradiciones.

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